15 de enero de 2025
Comentario destacado
Homework in primary schools
–Nada de navajas ahora. No quiero tonterías con los asientos. Acabo de retapizar el coche. -Le calmé esosglupos temores y fuimos al bloque municipal 18A, y las dos audaces y pequeñasptitsas reían y murmuraban. Para abreviar diré que llegamos, oh hermanitos míos, y las llevé hasta el 10-8, y mientras subían la escalera jadeaban ysmecaban , y una vez allí dijeron que tenían sed, de modo que abrí el cofre de mi cuarto y ofrecí a las jóvenesdébochcas de diez años un verdadero yjoroschó escocés, aunque bien mezclado con agujas-y-alfileres. Se sentaron en mi cama (todavía sin arreglar) y balancearon las piernas,smecando ypiteando la bebida, mientras yo pasaba en mi estéreo sus patéticos ymalencos discos. Era comopitear una suave y perfumada bebida sin alcohol para niños en vasos de oro muy bellos, trabajados y costosos. Pero ellas decían oh oh oh y exclamaban «Desmayante» y «Cumbroso» y otrosslovos raros que estaban de moda en ese grupo infantil. Mientras pasaba esacala para que la oyesen, las animé a beber y luego a tomar otra copa, y la verdad que no se opusieron, oh hermanos míos. De modo que cuando ya habíamos escuchado dos veces los patéticos discos pop (eran dos:Nariz dulce,cantado por Ike Yard, yNoche tras día tras noche,gemido por dos horribles eunucosdesyarblocados que no recuerdo cómo se llamaban) ya estaban cerca de la histeria máxima de lasptitsas jóvenes, saltando de un extremo al otro de mi cama, y alrededor del cuarto, y yo con ellas. –Te llevo. –Está bien, está bien -dije-. Todos tienen derecho a opinar. Perdónenme todos, ahora tengo que marcharme. -Y empecé a salir de estemesto de viejosbesuños. Aspirina, no se necesitaba más. Se podíasnufar con cien aspirinas. Aspirina que se compraba en la vieja farmacia. Pero elveco de la cristalografíacrichó: –Pensás mucho -dije seriamente-. Eso es malo. Me interrumpió. Elmesto estaba casi vacío, porque todavía era de mañana. También me pareció extraño, todo pintado con vacas rojas mugientes, y detrás del mostrador unveco que yo no conocía. Pero cuando pedí: -Unmoloco-plus, grande- elveco delitso flaco recién afeitado supo lo que yo quería. Me llevé el vaso grande de leche a uno de los pequeños cubículos delmesto, todos con una cortina que lo aislaba delmesto principal, y allí me senté en el sillón afelpado, y bebí y bebí. Cuando acabé de beber sentí que ocurrían cosas. Tenía losglasos fijos en elmalenco trozo de papel de plata de un atado decancrillos tirado en el suelo, porque, hermanos, la limpieza de estemesto no era tanjoroschó. Y este pedazo de papel de plata empezó a crecer y crecer y crecer y era tan brillante y amenazador que tuve que bizquear losglasos. Se agrandó tanto que al fin fue no sólo todo el cubículo donde yo estaba sino todo elKorova,la calle, la ciudad. Al fin ocupó el mundo entero, hermanos, y era como un océano que inundaba todas lasvesches que existieron o alguna vez fueron concebidas. Meslusaba la propia voz haciendochumchums especiales, ygoborandoslovos como«Desiertos muertos y amados,rotas que no tienen apariencias variformes», y toda esacala. Entonces la visión nació de todo este papel de plata y después aparecieron colores que nadie habíavideado antes, y alcancé avidear un grupo de estatuas muy muy lejos, que se acercaban más y más y más, todas muy iluminadas, y la luz brillante venía de arriba y también de abajo, oh hermanos míos. Este grupo de estatuas representaba aBogo y todos los sagradosángeles y santos, muy resplandecientes como de bronce, con barbas y alasbolches que se agitaban y producían una especie de viento, así que en realidad no podían ser de piedra o bronce, y además losglasos se les movían y estaban vivos. Estas figuras grandes ybolches se acercaron más y más y más, y al final pareció que me iban a aplastar, y alcancé aslusar migolosa que decía «Eeeeee». Y sentí que me libraba de todo -platis, cuerpo, cerebro, nombre, todo- y me sentía realmentejoroschó, como en el paraíso. Se oyó entonces como unchumchum de cosas apretadas y aplastadas, y Bogo y losángeles y los santos medio menearon lasgolovás al mirarme, como si quisierangoborar que todavía no había llegado el momento y que era necesario probar otra vez, y entonces se oyeron burlas y risas y derrumbe, y la luz cálida y grande se enfrió, y así me encontré en el mismo lugar de antes, el vaso vacío sobre la mesa, y yo quería llorar y sentía como que la muerte era la única solución a todo. –Ángela, tengo que cortar -balbuceó. Me levanté de la cama y me dirigí a un rincón del cuarto donde no me pudiera ver. Allí saqué la jeringa del bolsillo y le quité el protector a la aguja. Luego regresé a su lado y a la botella de suero: sus ojos vidriosos, perdidos, miraban al techo. Entonces hundí la aguja en el tubo de plástico, presioné el émbolo, y con la última gotica de suero que caía empezó a entrar el Eutanal. –¡No jodan más, no insistan! ¿No ven que estoy con el psiquiatra confesándome? –Éramos jóvenes -dijo el viejomilitso Lerdo. Yo no podía creerlo, realmente no podía.- Eso éramos, joven drugo. Y tú siempre fuiste el más joven. Y aquí estamos ahora. –Muy bien, muchachos, comenzaremos demostrándole que también nosotros conocemos la ley, pero que conocerla no es suficiente. -Tenía unagolosa de caballero y hablaba con aire muy fatigado; y al hacerlo asintió con sonrisa dedrugo a un bastardo grande y gordo. El bastardo grande y gordo se quitó la túnica, y uno podíavidear que tenía una panza grande ystarria; y entonces se me acercó no muyscorro, y cuando abrió larota en una mueca lasciva y muy cansada, le olí elvono delchai con leche que había estadopiteando. Para sermilitso no tenía la cara muy bien afeitada, y uno podíavidearle parches de sudor seco en la camisa, bajo los brazos, y despedía ese olor parecido a cera de oídos. De pronto cerró laruca roja y hedionda y me la descargó justo en la barriga, lo que no estuvo bien, y todos los demásmilitsossmecaron con ganas, excepto el jefe, que conservó la sonrisa como cansada y aburrida. Tuve que apoyarme en la pared encalada, de modo que losplatis se me mancharon de blanco, y traté de recobrar el aliento, sintiendo un dolor agudo, y me pareció que iba a vomitar el pastel pringoso que había tragado por la tarde. Pero no pude soportar la idea de vomitar sobre el suelo, de modo que me contuve. Entonces vi que el matón gordo se volvía hacia losdrugosmilitsos para festejar realmentejoroschó lo que había hecho, así que levanté lanoga derecha, y antes que pudierancricharle aviso le apliqué un puntapié limpio y claro en la espinilla.Crichó como unbesuño, y se puso a dar saltos de un lado a otro. Entonces, cuando estábamos en estos razonamientos profundos, que se nos aparece ¿saben quién? ¡El Difunto! "Difuntico, ¿tú por aquí? ¡Qué milagro! ¡Y fuera de tus dominios, en mi barrio de Boston! Yo te hacía ya muerto". Que no, que andaba de vacaciones en La Costa. Que el que sí se murió, esta mañana, fue El Ñato. "¿Cuál Ñato?" "Pues el tira de Junín, que detestaba a los maricas". Que en el cruce de Maracaibo con la Avenida Oriental, desde una moto unos sicarios lo quebraron. "¡No puede ser! -exclamé asombrado-. Al Ñato sí lo mataron, y ahí, en ese mismo punto del espacio, pero hace treinta años, cuando ni siquiera habían abierto la Avenida Oriental, que era una calle estrecha. Más aún: él fue de los con que inauguraron esta modalidad de disparar desde una moto. Fue el pionero". Que no, que ése sería otro, que el que él decía lo acababan de matar donde dijo, esta mañana. Que fuera al entierro a ver si no era cierto. Y me dio la dirección de la casa donde lo iban a velar. Le dije que pensaba ir por la tarde, pero que aparte de eso ¿qué más? ¿No irían a venir enseguida también, por nosotros, los de la moto? Que no, que por hoy no me preocupara. –¿Les conté que quería ser cura? -dije yo. Santiago asintió, entornando los párpados y moviendo la cabeza hacia arriba y hacia abajo. –Vestite -murmuró sin comprender..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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