15 de enero de 2025
Comentario destacado
Homework buddy
Había empezado a relajarse y a entrar en ese limbo donde los sentidos pierden pie cuando Camargo Llamó a la puerta. Sedan las dos, tal vez las dos y media. Por un momento no supo si era una voz del día siguiente o de la semana pasada. Ha volado un par de veces a Chicago y a Traverse City para ver aÁngela, que languidece en un altar de transfusiones; a su lado se alzan, como velas de ofrenda, los frascos de medicamentos y las ampollas inyectables de nombres injuriosos que no quisiera recordar y sin embargo recuerda a cada instante: citarabina, vincristina, ciclosfamida, prednisona, mercaptopurina. Se ha quedado sólo unas horas a la cabecera de la cama sintiendo que, cuando él está lejos, la mujer se le escabulle: necesitaría saber ya mismo en qué trajines anda o sentarse ante un televisor y, por lo menos, poseer su imagen. Pero en Chicago y Traverse City no tiene un solo minuto desoledad. Los editores del diario lo llaman diez o doce veces por día, y Brenda, la ex esposa, lo acecha con su mirada de cordero fingiendo que nada ve, nada le importa. Me duelen los huesos, papá, le dice Ángela, y también sus huesos le duelen y se estremecen por la avidez con que quisiera abrazar a la mujer dormida, infundirle su ciego deseo, oler los vapores sutiles que están huyendo de las grietas de su cuerpo, ah, suspira la mujer, ah, se encorva al menor desliz de su tacto, y él recoge con la lengua sedienta el balbuceo con que ella está llamándolo, nueve mil kilómetros alsur de este lago donde la noche cae y su hija se muere. Tratando de evitar la salpicadura nos habíamos puesto de pie. Durante un momento la confusión fue enorme. Vino una alumna y trajo secantes, cosa que me maravilló. Así que los universitarios usan secantes. La señorita Etelvina hacía toda clase de evoluciones sin sentido aconsejando cómo limpiar y diciendo cuidado, cuidado con la ¡…Tinta! ¡Cuidadito con la tinta! Pues Él tenía un plan para el gobierno de los Mundos y de la historia de Esteban, según Su pensamiento que era la Verdad, la Belleza y el Bien, pero yo he torcido el curso de la naturaleza e introduje la confusión en todas las cosas, yo, que he levantado mi voluntad libre en contra de la Santa y he enmarañado los caminos de modo que ahora hay tantas sendas como hombres y días llegará en que haya tantas como estrellas… –Yo iba peinada con dos trenzas. Acordate, por favor. Y me asomé a la ventanilla del coche al pasar. –¿Y no se te antoja el caviar con un poquito de salmón ahumado? De preñez en preñez, de parto en parto, poseída por una furia reproductiva que la impelía a amontonar hijos y más hijos en una casa de espacio finito regido no por la enmarihuanada mente de Einstein sino por el inflexible axioma de que un cuerpo no puede ocupar simultáneamente el lugar que ya ocupaotro, tratando de ajustar los doce apóstoles pero sin lograrlo porque también le nacían mujeres, entre niños y niñas la Loca pasó por el número doce y se siguió rumbo al veinte. A los doce hijos mi casa era un manicomio; a los veinte el manicomio era un infierno. Una Colombia en chiquito. Acabamos por detestarnos todos, por odiarnos fraternalmente los unos a los otros hasta que la vida nos dispersó. Una tarde en que destapaba, entre pestilencias de retrete, el de la negra Evelyn, que empieza a sacudirse el cuartucho por los embates de una furia salida de madre y razón como si temblara la tierra. –Lo comprendo, joven -dijo Cantilo-. No crea que no lo comprendo. Pida lo que quiera, por favor. –Era un grandísimo hijo de puta -decía el Lerdo. No me gustó el aspecto del Lerdo; estaba sucio y desarreglado, como unveco que anduvo peleando, precisamente lo que había hecho, pero uno nunca ha deparecerlo que hace. Tenía la corbata como si se la hubieran pisoteado, la máscara arrancada y ellitso sucio de polvo, así que lo llevamos a un callejón y lo limpiamos unmalenco, mojando lostastucos en saliva para sacarle la roña. Las cosas que hacíamos por el pobre Lerdo. Volvimos muyscorro alDuque de Nueva York,y calculé en mi reloj que a lo sumo habíamos estado afuera diez minutos. Las viejas ystarriasbábuchcas todavía estaban allí, con los whiskies, los cafés y los menjunjes que les habíamos pagado, y les dijimos-: Hola, chicas, ¿qué tal? -Y otra vez la vieja canción:- Muy amables, muchachos, Dios los bendiga, chicos -y nosotros tocamos elcolocolo y esta vez vino un camarero diferente y pedimos cerveza con ron, porque estábamos muertos de sed, hermanos míos, y ordenamos que sirvieran a las viejasptitsas lo que quisieran. Luego, les hablé a las viejasbábuchcas : –Quién sabe cuántos hacen lo mismo y ninguno va en cana. –¡Ah! -replica Gloría tranquilizada-. Si te llamó es que está vivo, y si está vivo es que está otra vez borracho bebiendo: con cualquier puta. –Qué se habrá creído tu madre? -le dijo-. Llevo años aguantándole que se acueste con un kinesiólogo del hospital y ahora, no conforme con eso, se ha ido a vivir con él. –No le pregunté cuánto cuesta. Hágalo. Y dígale a esa chica Remis que venga a verme. Deje acá las fichas. Y ahora, en esta sonriente mañana de invierno, me bebo elchai muy fuerte conmoloco y cucharada tras cucharada tras cucharada de azúcar, porque me gusta todo muysladquino , y saco del horno el desayuno que mi pobre y vieja eme había dejado para mí. Era un huevo frito, y nada más, pero me preparé unas tostadas, y comí huevo y tostadas y compota, saboreándolo todo mientras leía la gasetta. Traía lo habitual acerca de la ultraviolencia, las huelgas y los asaltos a bancos, y los futbolistas que paralizaban de miedo a todo el mundo amenazando no jugar el domingo próximo si no obtenían aumento de sueldo, de puromálchicos perversos que eran. También había más viajes por el espacio y televisores estereofónicos mayores, y ofertas de paquetes gratis de jabón en polvo a cambio de etiquetas de sopa en conserva, sorprendente ganga por sólo una semana, que me hizosmecar . Había unbolche artículo sobre la Juventud Moderna (es decir yo, de modo que hice una reverencia, riendo comobesuño ) escrito por uncheloveco calvo y muy inteligente. Lo leí con cuidado, hermanos míos, mientras bebía el viejochai, vaso tras taza traschascha , masticando mislonticos de tostada oscura cubiertos de compota y huevo. Esteveco erudito decía las cosas habituales, acerca de la falta de disciplina de los padres, y de la escasez de maestros auténticos yjoroschós que zurraran sin piedad los inocentes traseritos y obligaran a gritar bujujujú clamando compasión. Todo esto eraglupo y me hacíasmecar, pero era bueno enterarse de que uno seguía siendo noticia en el mundo, oh hermanos míos. Todos los días se publicaba algo acerca de la Juventud Moderna, pero la mejorvesche que jamás editaron en la vieja gasetta fue el artículo de unstarrio que llevaba un collar de perro y opinaba reflexivamente, y aquí nosgoboraba como hombre deBogo, que EL DIABLO ANDABA SUELTO, y comenzaba a insinuarse en la carne joven e inocente, y la culpa era del mundo de los adultos, un mundo de guerras, bombas y demás estupideces. Lo cual estaba muy bien. Sabía lo que decía, pues era hombre de Dios. Y nosotros, los jóvenes e inocentesmálchicos, no teníamos la culpa de nada. Cierto cierto cierto. Salió del cuarto y tomó hacía abajo por la empinada escalera rumbo a la cocina a prepararse un café. Oí tu risa en la oscuridad, como una absolución..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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