15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Un dolor bastante insoportable en la cabeza, hermano, señor -dije con migolosa de caballero-. Creo que para la tarde se me pasará. Dios no existe y si existe es un cerdo y Colombia un matadero.¡Y yo que juré no volver! Nunca digas de esta agua no beberé porque al ritmo a que vamos y con los muchos que somos el día menos pensado estaremos bebiendo todos el aguamierda de ese río. Que todo sea para la mayor gloría del que dije y la que dije. Amén. –Quién sabe cuántos hacen lo mismo y ninguno va en cana. –Tal vez no quiera abrir -dijo Georgie. "Hay algo enél, en Santiago", habías dicho, "algo, no sé, que le aparece a ráfagas, como a pesar de él mismo; hace un momento, por ejemplo, cuando habló y habló, fue tan hermoso." Yo no recuerdo cuáles pudieron ser las palabras del jujeño, pero recuerdo las tuyas al filo del atardecer. Volvíamos de los altos del Observatorio en dirección al coche de Lalo. Me parece ver un laberinto de calles que subían y bajaban, me parece ver árboles que tenían hojas color cobre. Sí, es cierto, había dicho yo, y no pude callarme el agregar con inconcebible mezquindad: Pero más que nada tiene la virtud de pasar inadvertido, de diluirse entre las cosas. El diminuto profesor Urba, caminando un poco adelante entre la señorita Etelvina y Verónica, interrumpió una frase en la que intervenían los astros y la numerología en el trazado original de la ciudad y, dándose vuelta, me miró con sarcasmo. Vos estabas demasiado ausente como para reparar en la intención de mis palabras y contestaste que sí, que eso también era verdad. "Lo raro es que él y vos se parecen", dijiste, "no físicamente ni tampoco en el carácter, es algo más…" ¿Profundo?, dije yo mientras arrancaba molesto una ramitade un cantero y me la llevaba a la boca. "Misterioso", dijiste con una sonrisa, y señalaste al jujeño, quien, alzando con distracción el brazo, cortó al pasar una hoja doraday,después de mirarla un segundo la dejó caer. Bastían venía en otro grupo, un poco más atrás. Ahora me doy vuelta y está masticando un malvón, pensé. Después, cuando llegamos al automóvil, comprendí, por la cara inquieta de Lalo, que en ese coche iba a faltar espacio para alguien. El ómnibus de la universidad no se veía por ninguna parte. Y por esa oscura ley de las compensaciones que gobierna ciertos actos, casuales en apariencia pero que en el fondo no son sino modos de saldar en secreto una deuda secreta, dije que vos y yo volveríamos a pie, que me dolía la cabeza y que tenía necesidad de caminar. El doctor Urba volvió a sonreír. Dijo: Entonces aprovechemos, compadre Santiago, ahora que cabemos todos. Nadie pareció notar nada. El jujeño contestó algo sobre un almacén y despacho de bebidas que había por ahí cerca y que debía visitar con alguna urgencia. Verónica estaba recordándole a alguien llamado Guerri que esa noche era la fiesta en el Cerro y ahora te pedía que llamaras a no sé quién. Vos dijiste que estabas sin teléfono desde hacía diez días, y, antes de que yo pudiera pensar en nada, Verónica, mirándome con alegre malignidad, preguntó cómo íbamos a hacer esa noche para avisar que te quedabas a dormir en la quinta. Frase ambigua que podía ser interpretada de mil maneras: una de las cuales era que vos ibas a hacer en tu casa la parodia de la niña que vuelve a alguna hora pero vuelve, y que esto de llamar desde la quinta tenía quizá algo de vieja ceremonia. O tal vez todo era inocente, un juego del que yo desconocía las reglas. No tuve tiempo de averiguarlo. Una pareja estuvo a punto de llevarnos por delante y fue como si la tarde se detuviera y se abriese un paréntesis en el tiempo. El profesor Urba, Verónica y la señoritaCavarozzi subieron al coche de Lalo. La señorita Cavarozzi, golpeando el vidrio con sus uñas, como si fuera un pianito, se despidió del aire. –Porque me están esperando. El domingo 20 de agosto, a las dos y media de la tarde, Antonio Marcos Pimenta Neves, de 63 años, asesinó de dos balazos a Sandra Gomide, de 32 Ambos trabajaban en el mismo diario y habían sido amantes durante tres años. Desde hacía meses, Sandra quería romper la relación, pero el obsesivo Pimenta, enfermo de desesperación y de despecho, no se lo permitía. Imaginaba que ella se había enamorado de otro hombre más joven, y para sorprenderla, abría el correo de su computadora, la perseguía -ciego de celos- en automóviles que iba estrellando por las calles, vigilaba las sombras de su casa por las noches, como james Stewart en La ventana indiscreta. –¡Qué hubo, hermano! -lo saludé. –¿Cómo para qué? -dijo el muchacho-. Para cambiar ideas. La señorita Cavarozzi, en otro mundo desde el final del acto, aún no se había repuesto de la virilidad de Kurt, quien, en cuanto Alicia se sacó la blusa, se precipitó como una bestia sobre ella, le mordió la garganta, y luego de arrojar a la primera actriz y a la señorita Etelvina en cualquier parte, salió violentamente por el lateral izquierdo. –Estás muy linda, Reina -dijo. Las palabras tropezaron unas con otras, como si no fuera eso lo que quería decir. El tío Patricio se reía con ganas, risa que Esteban aprovechó para preguntarte al oído: "¿Cuándo me contaste lo del viaje?" –Sólo quiero entender lo que te pasa, Reina. ¿Tanto te cuesta explicarlo? No podes rechazarme así, como si yo fuera nadie. A Camargo le sorprende siempre que la mujer no tome ninguna precaución cuando se desnuda. Como su departamento está aislado, en un último piso, tal vez supone que nadie la mira. Ella sabe que delante, en el edificio que alquila Camargo, sólo hay oficinas que cierran temprano. Aun así, a él le parece que debería ser más cuidadosa. y largo es este momento de prueba. –¿Y por qué lo mataron, m'hijo? –Ya sabía -dice la señorita Etelvina-. Ya sabía que estaba pensando en eso..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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