15 de enero de 2025
Comentario destacado
Graphic organizers for writing persuasive essays
–No hace ninguna falta decírselo. Usted se está preguntando a qué viene todo esto. Yo también. -Se ríe, un poco turbado, como si le molestara o lo sorprendiera el haber hecho una especie de broma. -Yo lo he venido observando, Espósito. Pensé que si ella le pregunta, usted es capaz de decirle realmente lo que piensa. Hay gente así. No quiero decir que sean malas personas. Es como si hubiese una zona en la que son incapaces de mentir. Y no por amor a la verdad, no se ofenda. Pueden engañar, y de qué manera; pueden ser indiferentes a casi todo, pero hay una o dos cosas en las que no pueden mentir. Como si de eso dependiera, o porque de eso depende… ¿cómo le diría?… su salvación. -El doctor Cantilo vuelve a reírse; parece avergonzado. Espósito lo mira de reojo, estupefacto y con alguna alarma. Tal vez sueño, piensa. -Por ejemplo: usted no tenía ninguna necesidad decontestarme la verdad, hace un momento, cuando le pregunté qué pensaba. Ni siquiera quería contestarme por miedo a herirme. Porque usted no quería herirme, me di cuenta. Y eso es curioso, ya que a usted no le importa mucho herir a la gente, anoche mismo, sin ir más lejos, los dos nos divertimos un poco a mi costa. Usted ahora no quería herirme, ni a mí ni mucho menos a Verónica, y sin embargo no me mintió. ¿Por qué? Con disimulo te quité el lápiz, pegué con él un golpecito sobre la mesa y volví a dártelo, en la mano derecha. –Teléfono de Jujuy, señor. Lo llaman de la maternidad. –Las naranjas no tienen colesterol -decía, y punto, palabra de Dios. –Era un grandísimo hijo de puta -decía el Lerdo. No me gustó el aspecto del Lerdo; estaba sucio y desarreglado, como unveco que anduvo peleando, precisamente lo que había hecho, pero uno nunca ha deparecerlo que hace. Tenía la corbata como si se la hubieran pisoteado, la máscara arrancada y ellitso sucio de polvo, así que lo llevamos a un callejón y lo limpiamos unmalenco, mojando lostastucos en saliva para sacarle la roña. Las cosas que hacíamos por el pobre Lerdo. Volvimos muyscorro alDuque de Nueva York,y calculé en mi reloj que a lo sumo habíamos estado afuera diez minutos. Las viejas ystarriasbábuchcas todavía estaban allí, con los whiskies, los cafés y los menjunjes que les habíamos pagado, y les dijimos-: Hola, chicas, ¿qué tal? -Y otra vez la vieja canción:- Muy amables, muchachos, Dios los bendiga, chicos -y nosotros tocamos elcolocolo y esta vez vino un camarero diferente y pedimos cerveza con ron, porque estábamos muertos de sed, hermanos míos, y ordenamos que sirvieran a las viejasptitsas lo que quisieran. Luego, les hablé a las viejasbábuchcas : Apenas cuelga, llaman a la puerta. Qué raro. La soledad ha sido siempre tan perpetua en esa casa, tan regular, que el timbre la sobresalta. El único que la ha visitado, un par de veces, es Camargo. A través de la mirilla distingue a un mensajero de correos, con el clásico uniforme azul y el monograma amarillo. Todo lo que desconoce le parece ahora un presagio de muerte. No sólo le han contagiado venéreas hace dos noches: también una paranoia maligna, un instinto de fragilidad del que no sabe cómo esconderse. No se veía a un palmo. De una curva a la otra nos encontramos ascendiendo a contracorriente de un río. Como un miserere doliente llovía la lluvia sobre la capota del taxi. ¿La «capota»? así llamábamos de niños al techo del carro de papi. Todo cambia, todo pasa, todo se acaba, los idiomas y las palabras también. De tantas que se le han muerto a éste acabó por morirse el santo. Luego entraba adonde el director a pedirle que mandara cerrar las puertas del hospital porque por todas partes venían a rematarla asesinos contratados, sicarios. Después me iba con Alexis rumbo al centro. A lo lejos, sobre el mar de bruma alucinada que cubría el centro, flotaba la alta cúpula de la iglesia de San Antonio. Hacia allá nos dirigíamos pero rasgando para poder seguir, para poder pasar, las densas capas de bruma. Entrábamos a la iglesia y resulta que era un cementerio. Tumbas y tumbas y tumbas mohosas. Y yo solo, muriéndome, sin un alma buena que me trajera un café ni un novelista de tercera persona que atestiguara, que anotara, con papel y pluma de tinta indeleble para la posteridad delirante lo que dije o no dije. –Ya no estoy triste. Después de todo lo que Ángela sufrió, el final fue casi un alivio. –Bueno. Verdaderamentejoroschó . La iniciativa se ofrece regalada. Te enseñé muchas cosas,druguito. Y ahora, dime qué tienes pensado, querido Georgie. Cervecería Wittenberg. Rechonchos toneleros germánicos, en las paredes, bebían alegremente cerveza, tumbados bajo las pipas de los barriles. Ves llorar la Biblia, dice la voz sobrenatural de Rivero.De profundis clamavi.Ves llorar la Biblia junto a un calefón, clama el tango, desde lo profundo del abismo. –¿Por qué, doctor? Ya voy. Tengo que ponerme algo. ¿Qué?, ¿Cuando nos muramos? -le preguntaba yo cuando todavía le hablaba, debilitado como un faquir o como una entelequia sidosa. –No sé si me interesa. ¿Y tu marido? -pregunto casi sin darme cuenta, mientras veo que los grupos se disgregan y que ya casi no queda nadie en la casa. –Camargo se va a negar -dijo Maestro, socarrón. Hace una hora pusieron a la pobreÁngela en terapia intensiva, te ha dicho Brenda por teléfono en un castellano ya erosionado por el desuso. No le pueden controlar una infección respiratoria. Según el doctor Clarke, los glóbulos blancos que tiene se han vuelto inocuos. Le han hecho tantas transfusiones que no le queda una venasana. Ayer tuvieron que inyectarla en el dorso de la mano. El dolor no la deja en paz. Si la oyeras te partiría el alma. ¿Y el pecho? Pobre chiquita, el pecho es de una flacura que te espanta. Tendrían que empezar de nuevo con la quimioterapia, pero antes van a evitar que la infección siga invadiéndola. ¿Te das cuenta? ¿Cómo se puede sufrir tanto cuando se tienen sólo quince años? Ya no doy más, Camargo. No puedo verla así. Me le acerco a la cama y me pregunta ¿cuándo va a venir mi papá? Apenas le queda voz. Hace más de tres meses que no te ve. Has ido a Toronto, a Las Vegas, y no has tenido tiempo de pasar aunque sólo sea un día por Chicago. Es tu hija, ¿no? Tengo miedo, Camargo, miedo de estar sola, miedo de lo que pueda pasar. Y para llenar el silencio que amenazaba con instalarse entre nosotros le pedí que me contara de sus hijas, de sus hijos, de lo que fuera. Que se acordara de cuando ellas eran tres y tres nosotros y salíamos de paseo los domingos, en dos carritos destartalados, a acampar a la orilla de las quebradas y a bañarnos los niños en sus charcos. Después nacieron otros en su casa y otros en la mía y fuimos muchos, y las quebradas fueron a dar al Cauca, al río, al río, rumoroso, que tiene una «u» en medio y que ya va llegando al mar..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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