15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–¡Grñññññ! -gruñía la tigra hembra. Un momento esférico, había pensado Espósito. Como una burbuja. Flop. Y todo va a parar a la puta que lo parió. Tanto tiempo ha estado contemplando el cuerpo desnudo de la mujer que la luz ya se ha movido de lugar y la miel transparente de la tarde se ha convertido en oscuridad cerrada. Todos los sonidos se han retirado y sólo queda el vaivén de sus entrañas, el temblor eléctrico de su respiración. A veces, cuando ella se pone de costado, su garganta deja escapar un ronquido animal que desafina con la nobleza de su expresión: tal vez una de esas quejas atávicas que las mujeres pierden en el pasado y que regresan cuando menos se las espera. Ahora que contempla el cuerpo a su gusto, que ella está desnuda y a la intemperie de su mirada, puede examinar sin apuro los huesos de la pelvis y de las costillas, las tibiezas cóncavas que se abren al pie de esos arrecifes, y descender hacia el abdomen resistente, trabajado en los gimnasios, hasta alcanzar los muslos, más delgados de lo que se supondría cuando ella se sienta, y en los que hay senderos húmedos, sumisos al tacto. Pocos meses después, mientras releía Los hijos del capitán Grant de Julio Verne, encontró en el segundo tomo una carta que la madre le había dejado. Se notaba, por la letra, que estaba muy apurada: «Gatito, no aguanto más en esta casa. Perdoname. Sé que vas a estar bien. Adiós». Estuvo a punto de mostrársela al padre, pero tuvo miedo de que se la quitara. La escondió en una costura del pantalón, pero el día que lavaron toda la ropa en agua caliente, la carta se deshizo. –Preciosa reunión -dijo la japonesita-. Adiós. –A lo mejor mañana, cuando nos levantemos, ya no hay país. Con esas noticias, nadie va a leer lo que escribí sobre Robert Mitchum. –Tuve una alucinación -dice Lalo. –Por qué no se encuentran -habías dicho-. Por qué no se juntan y se van a vivir a una isla, los seres como ellos. -Y yo advertí demasiado tarde que hablabas de algo que hubiera sido interesante escuchar. Un nombre que sonaba como Mariano quedó diseminado en el aire, y, mucho antes, la palabra destrucción. -Hacen que uno se sienta, no sé, culpable. Parece que estuvieran reclamando del mundo cosas extraordinarias. -Te apoyaste en el parapeto, mirando el agua. -Vos has visto, por ejemplo, cómo te mira Inés. Un tiempo de roja locura se avecina, ahijadito, galoparás, galoparás delante y te dirán maestro. Also sprach Esteban. Abandonó su patria y el río de su patria, se retiró a la montaña, una mañana se levantó con el crepúsculo del alba, increpó al Sol, se despidió de su águila y de su víbora y comenzó suUntergehen,cuesta abajo, dando gritos como un sátiro adolescente, no, nunca más adolescente, lo sé, se acabó el efebo brillante a quien rondan protectoras matronas Cavarozzis deslumbradas ah llorando su antigua nubilidad en andrajos, pensando quizá lo hubiera amado tanto, snif, el tiempo, el Tiempo. Para mí, también. Tengo tres pelitos blancos en la barba, los vi, tres níveos pelitos de un lado y cuatro del otro, que se multiplicarán como las frutas en las cumbres del Líbano, como la hierba en los prados. Motivo por el cual, caput, Jodón dios Pan de pueblo chico, basta. Cabeza de ratón ha muerto. Ecce Homo. La gran quiebra adentro, el límite aquel de la lectura: un punto del que es imposible regresar, nadie regresa. Sí, firme aquí con sangre. No, nadie regresa entero, sólo el consuelo de la letra escrita y yo con ella hasta donde aguante, reventaremos juntos, amada mía, aunque no sea lo mismo, aunque el agujero aquí, corazón de trapo. Pero y por qué. No por nada llegué huyendo, Beatriz, y te encontré Graciela Oribe alta de manos balsámicas, matadora de la serpiente. Y Esteban da siete pasos de león y mirando a su alrededor dice: Homo fuge. La cosa está que arde. Volver adonde. San Pedro ya no existe. Buenos Aires nunca existió, Buenos Aires es una plaza en Flores, una plaza con robles y terebintos junto al gran colegio irlandés de tejados rojos. Y su pelo. Buenos Aires era el resplandor de su pelo tan raro por las noches, tan no sé. No parecía real visto contra la brillazón de los focos. Unacalesita a lo lejos. Y, siete años después, la triste despedida, ella y yo junto al sobrerrelieve de Los Amantes, en la Plaza Irlanda, lindo lugar para la patética ceremonia. Despidiéndonos como dos enanos junto a la titánica pareja de mármol. La formidable amada de dos metros de alto mostrando el culo, y el amado descomunal, portador de una hoja de parra en el pito. No sé por qué la Municipalidad imagina qué las nalgas de una señora son menos ofensivas que su bajo vientre. Francamente. Tampoco sé cómo hacían los antiguos para taparse la pistola con una hojita deleznable sin que se les viera, no digo las pelotas, pero aunque más no sea algo de las pelotas. Me mirabas, Beatriz. Te estás sonriendo, dijiste, siempre estás sonriendo, hasta hoy. No, es que. Pero cómo explicar. Cómo explicar, mientras me dabas los anillos y me decías guárdalos vos y si dentro de un año, cómo, en qué lenguaje de este mundo explicar lo de los glúteos y la hojita. Un año, qué coraje el mío. Un año de plazo pedido por mí. Un año de ardiente soledad creadora, doce meses de libre libertad febril, trescientos sesenta y cinco domingos áureos poblados de millones de minutos fulgurantes para redactar mi Zepher Yetzirah, porque al parecer la marcada tendencia de Esteban Espósito, en esos últimos tiempos, a rodar borracho por la escalera o despertarse en camas ajenas, no era la fresca viruta sino desesperación poética. Déjame que te explique, hermana paloma: una especie de autodestrucción simbólica, de autovejación, como de santo que macera su triste carne para purificar el alma inmortal, sólo que un poco al revés. O de rebelión. Combatir la impotencia del espíritu a rudos golpes de bragueta. Me engañabas, Esteban, eso es lo único que yo sé. Cómo explicar, cómo decir que no. Que realmente era otra cosa. Y además para qué, vengan el cintillo y las alianzas y adelante con el Amor Fati. Comprometerse, cajita azul, anillos. Bien mirado hay que ser cursi. Yo, quiero decir, porque la idea se me ocurrió a mí, poeta colosal. Gran sorpresa en el Pasaje de la Piedad: Te voy a inventar un sitio, vení. El pasaje colonial engastado súbitamente como un camafeo en plena Bartolomé Mitre al 1600, a tres cuadras del siglo XX, laberinto dormido en el tiempo frente a la iglesia de la Piedad, con su letrero ruinoso entrada para carruajes y su empedrado recoleto que pisan fantasmas de enlutadas. Mira si no es de otro siglo, de otro mundo; hace abstracción de esa rata y de los tachos de basura y decíme si no es Poe. Mira esa casa. Y ahora dame la mano. No, la otra; el dedo, afloja el dedo. Ego vos conjugo. Consummatum est. Aunque declaro que su helado brillo lunar, el de las sortijas, no significa que sean de oro blanco ni mucho menos platino, en cambio la perla del solitario es auténtica y no me salgas con que trae mala suerte porque mi abuela Ramona la usó sesentitrés años y tuvo nueve hijos, sólo uno epiléptico. –Ya no soy. –¿Ven? -siguió Reina-. Hay que averiguar quién es la dama protectora y entrar con ella al oficio de Vísperas. Por mucha custodia que haya, el abad no le va a cerrar la puerta. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? ¿Un muchacho? ¿Una belleza? –Graciela, te llamabas -dijo Esteban. Cruzar una calle puede ser algo más que cruzar una calle. La segunda vez que lo pensaba esa mañana. Tener cuidado, pensé, obrar con mucho cuidado. Tocar apenas tu cintura al cruzar esta calle. Contacto tan imperiosamente leve que no podías dejar de sentirlo más allá de la piel. Un cuerpo ahí, otro cuerpo acá. Y entre esas dos islas, la casi inexistente complicidad del tacto. Volvíamos de algún lugar de La Cañada, del fantasma de un murallón español que, hace tres siglos, protegía a la ciudad de las inundaciones y hoy es un nombre y un montón de piedras. El Calicanto, dijiste, la ruina de la ruina de lo que fueun dique. Cruzamos. En dirección opuesta a la nuestra, venía caminando un muchacho. Un adolescente delgado, alto, de ojos oscuros y grandes. Sonreía con familiaridad; es decir: te sonreía. Había un ligero matiz de burla en su cara. Lo vi un segundo más tarde de lo necesario, pero fue suficiente. Como un perro que orina para indicar que por ahí pasó, la Loca se pasó la vida pariendo hijos: le iban saliendo de las entrañas, de sus profundidades oscuras como el infierno con los imborrables genes Rendón. Imborrables, digo, porque hasta donde yo sepa, con todo y los progresos que dizque ha hecho la humanidad, aún no ha inventado el borrador de genes. Por lo pronto, de mi álbum de fotos, de daguerrotipos, la voy cortando con unas tijeras de donde aparece: está en los bautizos, en las primeras comuniones, en las bodas, en los entierros, ubicua como Dios Padre o como Balzac. En los bautizos quería ser la bautizada; en las primeras comuniones, la comulgante; en las bodas, la novia; y en los entierros, ¡la muerta! Me ha quedado un álbum de fotos mutiladas, una verdadera masacre de recuerdos tijereteados. No hay un solo cielo, y basta con que uno se desplome para que todos lo hagan a la vez. El telegrama, firmado por Sicardi, le comunica que El Diario prescinde de sus servicios a partir de la fecha conforme a los artículos tales y cuales. Si Reina entiende bien, la despiden por daños a la empresa y faltas reiteradas sin aviso, negándole todo derecho a una indemnización. Tendrá que vivir con las entrañas podridas, los brazos cruzados, el horizonte yermo. La han dejado sin nada pero, mientras tenga a Germán, lo tendrá todo. No va a pensar, como la madre, que lo mejor es no despertar porque el mundo es sufrimiento y maldad; maldad y sufrimiento. Se alzará contra el infortunio y volverá a ser ella misma, indestructible. Cerró los ojos y repitió los versos en un inglés que parecía dicho por el propio John Milton. El polvo seguía dando vueltas por la llanura y se infiltraba en la casa con tenacidad de perro..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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