15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Pero dejemos esto y que los vivos sigan matando a los vivos y los muertos enterrando a sus muertos que la oscuridad ahora es reina de la noche. Aparte de mi cama y una silla del comedor para poner mi ropa, no hay pues más mueble en este cuarto mío que el sillón vacío de la abuela, a quien no quiero volver a recordar. Lo que me quiero es dormir, sin oírme, sin pensarme, sin hablarme, sin volverme a decir las mismas cosas, contando ovejas o lo que sea, muchachos en una piscina o soldados en un cuartel. ¡Qué fresquecito que era mi Medellín en mi infancia! Soplaba la brisa juguetona sobre los carboneros de mi barrio, meciéndoles las ramas, pulsándoles las hojas, improvisando sobre el pavimento de la calle, con mucha séptima de segunda y novena de dominante, una rapsodia de sombras en sol mayor. ¡Nunca más! Mi barrio se murió, los carboneros los tumbaron, las sombras se esfumaron, la brisa se cansó de soplar, la rapsodia se acabó y esta ciudad se fue al carajo calentando, calentando, calentando por lo uno, por lo otro, por lo otro: por tanta calle, tanto carro, tanta gente, tanta rabia. Subiendo de grado en grado por un concepto u otro hemos terminado bajando de escalón en escalón a los infiernos. ¡Ay amigo Jorge Manrique, todo tiempo pasado fue más fresco! Saliendo de conocer la iglesia de Robledo (un galponcito desangelado en donde a duras penas se para mi Dios), decidimos seguir pendiente arriba en busca de un mirador en la montaña para divisar a Medellín, para apreciarlo en su conjunto con la objetividad que da la distancia, sin predisposiciones ni amores. A mano izquierda subiendo, en una finquita vieja, un rodadero con un platanar seco, abandonado, leíase el siguiente anuncio en mayúsculas torcidas y desflecadas, como para cartel de Drácula: Se levantaba con dificultad de la hamaca y paso a paso, titubeando, se dirigía a la escalera, que iba subiendo lentamente, tanteando los escalones. –Es bueno saber que alguien se siente bien. -En la bandeja habían puesto unapischa realmente apetitosa: dos o treslonticos de carne asada y caliente, y unoscartófilos aplastados y salsa, y después crema helada y una lindachascha dechai caliente. Hasta me mandaron uncancrillo para fumar y una caja de cerillas con una cerilla adentro. Esto parecía la buena vida, oh hermanos míos. Y después, cuando ya me había pasado una media hora dormitando en la cama, entró una enfermera, unadébochca joven y bonita, con unosgrudos de verasjoroschó (no había vistoptitsas así durante dos años), y traía una bandeja y una hipodérmica. Le dije: Te diste vuelta con demasiada naturalidad. –Oh -dijo el pobre Lerdo,smotando sobre el hombro de Pete, y como siempre se le fue la mano- y aquí y aquí dice lo que él le hizo a ella, con foto y todo. Pero si no eres más que un carcamal repulsivo de mente podrida. Entramos. Mi primer impulso fue preguntarle por vos; sin embargo, tuve dos poderosos motivos para no hacerlo. El primero fue querealizareste tipo de averiguaciones siempre me resultó levemente repulsivo. Soy incapaz de ciertos esfuerzos sencillos como el de preguntar, fingiendo naturalidad: "¿Así que la señorita Oribe no ha venido?" Descarté por supuesto la indecencia de "su amiga" y, cosa curiosa, no me sentí con derecho de imaginarme preguntando simplemente por Graciela. El giro "señorita Oribe", aunque algo arcaico, contraponía su esencial decoro a la impresión sospechosa, o de idiotez, que siempre causa un ser humano en estos casos. Pero, aunque me hubiese animado, cómo preguntarle si no habías venido, cuando (como era indudable) no habías venido. Por supuesto que había otras fórmulas, pero sonaban por el estilo. Y además qué iba a sacar con que medio Córdoba sospechara que yo te andaba persiguiendo, o vinculara, y esto sí ya era catastrófico, tu ausencia con esta persecución y en pocas horas me atribuyeran los propósitos, los actos incluso, más aberrantes y vergonzosos. El segundo motivo fue la presencia del doctor Urba. Estaba allá, en el fondo del aula, sentado junto a un gordo y sonriente cura de nariz colorada que lo doblaba en tamaño. El doctor Urba, mirándome, le susurró algo al oído, y el gordo abrió mucho los ojos, sin dejar de sonreír. "Cazzo di Dio!", me pareció leer en su labios, "cosa fabla queste piccolo dotore infernale? Vade retro!" Y con un gran pañuelo a cuadros se sonó estruendosamente la nariz. –Porque estaba vivo y somos muchos y ya no cabemos. Hay que matar para abrir campo donde acomodar a los que nazcan pues el espacio es finito. ¡Además vaya uno a saber qué cuentas pendientes tendría el viejo, qué culebras! Aparte de vos, abuela, en este mundo hoy por hoy no hay inocentes. Vos sos la última que queda y ya te nos vas a morir. Que sí, que se le antojaba. Antes de las diez de la mañana, Camargo ya había diseñado un plan de contraataque en el que reconocía con inquietud un sinfín de eslabones débiles. Sabía lo que no debía hacer pero no lograba ver claro lo que sí debía hacer. Era inoportuno ahora, por ejemplo, publicar las fotos de la bacanal de Juan Manuel Facundoen San Pablo porque dejarían una impresión de frívola venganza en el ánimo de los lectores, contagiado por la fiebre mística. Y aunque El Diario había localizado a tres obispos que desconfiaban de la aparición de Cristo y amonestaban al capellán de Olivos por su apresuramiento en admitir unmilagro, no podía dar importancia a esa noticia: la gente estaba ahora inflamada de certezas sobrenaturales y no de dudas. Insistir con el depósito de los siete millones en el banco de Singapur era también inútil: antes de comenzar, el escándalo se había convertido en humo. –Bueno bueno bueno bueno bueno. ¿Qué pasa, viejodruguito? -Parece que nadieponimó eso, pero alguien me dijo congolosaáspera: Y sin embargo Espósito supo que mentías. Que él lo había asegurado esa mañana era verdad; que vos lo hubieras creído le pareció absurdo. Recordaba perfectamente habérselo dicho a Verónica, y era con Verónica que vos habías hablado de eso. Qué relación podías tener con ella y hasta qué punto. Hasta elpunto de que Verónica te contara sus conversaciones en la cama..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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