15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–¡Qué va! Si en el Estado de Nueva York no hay silla eléctrica… ¡Cuánto hace que la abolieron! –Entonces te vas mañana -dijiste por fin. Esteban dijo: Víctor se apoyó contra el marco de la puerta (lo que tenía más cerca) y vi el dolor y el pasmo reflejados en su cara. Era amigo de papi desde antes de que yo naciera, y en los ¡res y ven¡res de sus vidas, de sus largas vidas, ni la sombra de una desavenencia había empañado su entrañable amistad. Tuvieron juntos una finca, La Solita, y un periódico, El Poder. Dos fracasos, y se explica en tratándose de caballeros, pues el éxito es prerrogativa de granujas. No sé por qué le pusieron a su periódico semejante nombre que designa el más grande embeleco de cuantos le han llenado su cabecita ventajosa y roma al hombre, siendo que ellos eran gente de bien y ese señuelo infame lo más lejano de sus ilusiones, que se iban cabalgando por los potreros de La Solita entre terneras y vacas, con el sol en la cabeza y con el viento en la cara, yuna botellita de aguardiente en las alforjas. El poder, inocentes, en Colombia no está en un potrero: está en el solio de Bolivar o silla de la ignominia donde sientan, en ese país sin remedio, sus liberales o conservadores culos los presidentes, nuestra roña. –Hola -dijiste sonriendo, en voz muy baja-. Creí que te habían raptado. –¡Qué sida voy a tener! -decía el cabrón tras de fumarse el vareto-. Lo que tengo es sed. No sé por qué le conté a Marta que había decidido apurarle la muerte a papi, y después de ella a Carlos y a Gloria. Tal vez porque era demasiada la carga para mí solo. Necesitaba cómplices en el horror. A Aníbal lo excluí porque con sus quinientos perros y doscientos gatos tenía sufrimiento de sobra. A Manuel y a Darío por irresponsables. Que siguieran este par de irresponsables el uno fabricando hijos con sus mujeres y el otro en sus orgías con sus muchachos: con su sida, su aguardiente y su marihuana, y no pongo en la presente lista el basuco porque de ése sólo me enteré más tarde, cuando mi pobre hermano Darío, que nunca tuvo remedio, ya no tenía salvación. –No es tan simple. Déjeme que le explique, señor… –Bien -dijeron los dos- bien bien bien. -Y siguieron volviendo las páginas. Eran como imágenes dedébochcas de verasjoroschó, y contesté que me gustaría aplicarles el viejo unodós unodós con mucha ultraviolencia. Había otras imágenes dechelovecos a quien les daban con la bota justo en ellitso y elcrobo rojo rojo por todas partes, y dije que me gustaría estar también en eso. Y había una imagen del viejonago que eradrugo delchaplino de la prisión, y se lo veía cargando la cruz y subiendo la colina, y yo expliqué que me gustaría manejar el viejo martillo y los clavos. Muy bien. Pregunté: Lerdo se acercó a ladébochca, que seguía haciendo crich crich crich, y le sujetó lasrucas a la espalda, mientras yo le desgarraba esto y aquello, y los otros largaban los ja ja ja, y vimos que tenía unos buenosgrodosjoroschós, que exhibían unosglasos sonrosados, oh hermanos míos, entre tanto yo me sacaba los pantalones y me preparaba para la zambullida. Mientras me zambullia pudeslusar los gritos de sufrimiento, y alveco escritor lleno de sangre que Georgie y Pete sostenían y que casi se soltaba, aulIando comobesuño las palabras más sucias que yo conocía y algunas que él estaba inventando. Después de mí era justo que le tocase el turno al viejo Lerdo, y lo hizo resoplando y jadeando como una bestia, sin que se le moviera un centímetro la máscara de Pebe ShelIey, mientras yo sujetaba a lafilosa. Después hicimos cambio de parejas, el Lerdo y yo aferramos al baboseanteveco escritor, que ya no luchaba casi, y apenas musitaba algúnslovo aquí y allá, como si estuviese muy lejos, en el bar donde sirven la leche-plus, y Pete y Georgie tuvieron lo suyo. Luego, todo se serenó, y nosotros estábamos llenos de algo parecido al odio, de modo quecracamos lo que todavía quedaba sano -la máquina de escribir, la lámpara, las sillas- y el Lerdo, como era ya típico en él, apagó el fuego orinando y se disponía a cagar sobre la alfombra, pues por allí abundaba el papel, pero yo dije no. -Fuera fuera fuera -aullé. Elveco escritor y suchina no estaban realmente en sus cabales, lastimados, ensangrentados, y haciendo ruidos. Pero vivirían. –Qué bien. No escribo más sobre Cultura, entonces. –Me alegro por él. Que haga mucha caridad. Salimos de Sabaneta por la vieja carretera de mi infancia caminando, y caminando, caminando, conversando como en mis felices tiempos, Wílmar me preguntó que por qué si tenía una fábrica tenía que andar a pie como pobre, sin carro. Le expliqué que para mí el mayor insulto era que me robaran, y que por eso no tenía carro: que prefería mil veces seguir andando a vivir cuidándolo. En cuanto a la fábrica, ¿de dónde sacó tan peregrina idea? ¿Darles yo trabajo a los pobres? Jamás! Que se lo diera la madre que los parió. El obrero es un explotador de sus patrones, un abusivo, la clase ociosa, haragana. Que uno haga la fuerza es lo que quieren, que importe máquinas, que pague impuestos, que apague incendios mientras ellos, los explotados, se rascan las pelotas o se declaren en huelga en tanto salen a vacaciones. íbamos por la Avenida La Playa entre el gentío -por la calle lateral izquierda para mayor precisión, e izquierda mirando hacia el Pan de Azúcar- cuando de frente, zumbando, atronadora, se vino sobre nosotros la moto: pasó rozándonos. "¡Cuidado! ¡Fernando!" alcanzó a gritarme Alexis en el momento en que los de la moto disparaban. Fue lo último que dijo, mi nombre, que nunca antes había pronunciado. Después se desbarrancó por el derrumbadero eterno, sin fondo. Jirones de frases y colores siguieron, rasgados, barridos en el instante fugitivo. Alcancé a ver al muchacho de atrás de la moto, el "parrillero", cuando disparó: le vi los ojos fulgurantes, y colgando sobre el pecho, por la camisa entreabierta, el escapulario carmelita. Y nada más. La moto, culebriando, se perdió entre el gentío y mi niño se desplomó: dejó el horror de la vida para entrar en el horror de la muerte. Fue un solo tiro certero, en el corazón. Creemos que existimos pero no, somos un espejismo de la nada, un sueño de basuco. –Nene. En el auto, mientras la oprimían la llanura y la noche, sintió que nada de lo que había pasado durante aquel largo día le importaba. No le importaba la crónica que había escrito sobre los sucesos del convento, porque eso ya era pasado y olvido. Lo único que le importaba era, quizá -su vida era una repetición de quizás-, el interés con que había imaginado el viaje de Camargo por la ruta en tinieblas, siguiéndolo desde Luján al manicomio de Open Door y a los maizales de Chacabuco, imaginando lo que decía y lo que pensaba, pero, sobre todo, sintiendo el desplazamiento de su cuerpo a través de las lucecitas perdidas del camino. .

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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