15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Soy el doctor Clarke -dice-. El hematólogo de Ángela. Quiero avisarle que estamos haciendo lo posible por detener la infección. Hemos probado un antibiótico nuevo y todavía no sabemos el resultado. Ahora le vamos a sumar un antimicótico. Brenda, su esposa… –También dijo que no puede. Y eso es lo más distinto. No volvió a ofrecerme mate ni habló más. Camargo soltó la carcajada. Era más bien una especie de rebuzno que avanzaba a empellones, como si le diera vergüenza reír y luego esa vergüenza dejara de importarle. De pie, al lado de la mesa, acariciando una carpeta con papeles, se internó en un largo discurso sobre las encrucijadas que lo habían desorientado en Los Toldos. A eso de las seis, contó, ya se sabía en Buenos Aires que el presidente no aguantaba más las liturgias benedictinas y quería marcharse de allí esa misma noche. Lo retenía sólo el teatro de viento que Enzo Maestro había montado con la visión de Jesucristo en la copa del limonero. Sentía urgencia por salir de allí, jugar al golf, respirar aire laico. Maestro le hizo prometer que se quedaría hasta el oficio de Vísperas. Después, podría refugiarse en la estancia La Unión, donde simularía una huelga de hambre. Allí se acostaría en un catre y se dejaría tomar un par de fotos, pero enseguida estaría lejos de la vigilancia de los periodistas, con libertad para montar a caballo y mirar televisión. En ese momento decidí que no quedaba nada por hacer en Buenos Aires, dijo Camargo. El ojo de la tempestad se había desplazado hacia acá. Armé una primera página con las fotos de Juan Manuel Facundo depositando los siete millones en el banco de Singapur y dejé dos columnas abiertas para tu historia. Sabía que el abad iba a reaccionar pero jamás imaginé que iba a enojarse tanto. A las ocho y diez me leyeron un comunicado del monasterio en el que se invocan instrucciones directas del Vaticano. Repiten más o menos lo que vos le dijiste al abad en tu carta, aunque con más diplomacia: que Cristo no puede volver a la Tierra hasta el Juicio Final y que las visiones del presidente son tal vez reales para él pero no para la Iglesia católica de Roma. Después de eso, la ficción de la huelga de hambre ya era ridícula. Yo estaba a mitad de camino, entre Carmen de Areco y Chacabuco. No tenía nada que hacer en el diario. Entonces pensé que lo mejor era celebrar la derrota de la bestia con la autora de la hazaña y volver mañana tempranoa la redacción. Vamos a viajar en el mismo auto a Buenos Aires, ¿está bien? Ya le dije a tu chofer que se fuera. –Qué podría pasarme si viajara de todos modos? –Patricio ya no estaba. Graciela y Mariano hablaban en voz baja. El examen para ver si portábamos en el torrente sanguíneo, entre tanta vitalidad desviada, el bichito solapado del sida nos lo hicimos juntos la víspera de uno de mis viajes a México, uno de tantos que he hecho entre el país de la coca y el país de la mentira, y en los que se debate desde hace mucho mi vida, de aquí para allá, de allá para acá, como pelota de pingpong, yendo y viniendo, jugando contra sí mismo mi destino. Nos lo hicimos y yo partí y se me olvidó el asunto. Recuerdo que como tantas otras veces él me acompañó al aeropuerto. –De ningún modo. -Su tono era desconcertante; al principio no entendí. Me había quedado pensando en la señorita Sibila, quien fuera. La Sibila de Cumas. La gruta sibilante de la Sibila de Cumas. -Te juro que nunca pensé entrar -dijo. Volví cuando me avisaron que Darío, mi hermano, el primero de la infinidad que tuve, se estaba muriendo, no se sabía de qué. De esa enfermedad, hombre, de maricas que es la moda, del modelito que hoy se estila y que los pone a andar por las calles como cadáveres, como fantasmas translúcidos impulsados por la luz que mueve a las mariposas. ¿Y que se llama cómo? Ah, yo no sé. Con esta debilidad que siempre he tenido yo por las mujeres, de maricas nada sé, como no sea que los hay de sobra en este mundo incluyendo presidentes y papas. Sin ir más lejos de este país de sicarios ¿no acabamos pues de tener aquí de Primer Mandatario a una Primera dama? Y hablaban las malas lenguas (que de esto saben más que las lenguas de fuego del Espíritu Santo) de la debilidad apostólica que le acometió al Papa Pablo por los chulos o marchette de Roma. La misma que me acometió a mí cuando estuve allá y lo conocí, o mejor dicho lo vi de lejos, un domingo en la mañana y en la plaza de San Pedro bendiciendo desde su ventana. A sus pies estaba su acta de levantamiento del cadáver. La leí de prisa. Nada especial. Que iba en un bus atestado y le habían disparado por la ventanilla desde una moto. Que cuando el agente de la fiscalía llegó al bus detenido a levantar el cadáver, salvo al chofer ya no encontró A nadie: se habían ido todos a sus casas a oír el partidade fútbol, y a comer, a fornicar, a parir más hijos. En cuanto al chofer, ni vio ni oyó nada, él estaba en su trabajo, manejando y cobrando. Se anotaba en las "Observaciones" que el presunto cadáver llevaba en el bolsillo del pantalón el número de un presunto teléfono: el mío, al que me llamaron. Para que no se fueran a enredar siguiendo pistas falsas pues si alguien no lo pudo matar ni mandar matar era yo, que lo quería, saqué mi bolígrafo y taché el número veinte veces: a ver si la ciencia forense colombiana era tan competente que alcanzaba a leer por sobre veinte tachones. –Sos vos el que está enfermo ahora. No entiendo cómo tenés todavía el coraje de llamar. Me dejaste sin trabajo. Hablaste con medio país para que me pusieran en las listas negras. Me golpeaste. Dios mío. No te deseo el mal. No te deseo nada. Sólo quiero que me dejés tranquila. –¡Qué hubo, hermano! -me saludó. Mientras le rogaba al Señor Caído entre el chisporroteo de sus veladoras, me acordé de que le había dejado a Alexis el revólver en la cintura. No se lo había sacado. Era mi horrorizada aversión a las armas de fuego, que me impide pensar que existen. ¡Claro, se lo había dejado y ahora les quedaba a los delincuentes de la clínica! Que les aprovechara, que con ese mismo los mataran… Espósito alzó las manos muy lentamente, sin brusquedad, como si cualquier movimiento innecesario pudiera desencadenar esa fuerza que había presentido en el pasillo. El mal, pensó, lo que está sucediendo en este baño es el Mal. Muy despacio, sujetó a Bastián por las muñecas..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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