15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Al Difunto también me lo regalaron, recién salido del ataúd, y no eran sino los restos de lo que fue, del joven fornido y sano. Y ahora exangüe, anémico, fantasmal… ¡Pero qué, quién se resiste a acostarse con el ahijado de la Muerte! Siempre es bueno tener abogados que intercedan por uno ante tan caprichosa señora. ¿Pero a santo de qué estoy hablando de éste? Ah, porque dizque nos iban a matar en Aranjuez, un barrio alto pero muy bajo: alto en la montaña y bajo en mi consideración social. Ahí, cuando yo nací, terminaba esta ciudad delirante. Ahora ahí empiezan las comunas, que son la paz. Como muerto que estoy, planeando desde este techo sobre este cuarto y la vida mía, dejo por mi soberana voluntad y real gana el Admiral Jet para volver con Darío una noche cerrada a Colombia el matadero. Por una de esas carreteritas fantasmagóricas del país de Thánatos por las que de noche no transita un vivo porque lo matan y lo sacan de sufrir, vamos en ese Studebaker nuestro cargado de muchachos subiendo de curva en curva rumbo al Alto de Minas, una cumbrecita cualquiera de los Andes perdida en la vastedad de mi recuerdo. Los faros delanteros horadan la niebla y le abren dos huecos de luz al fantasma en la panza, pero por las ventanillas laterales nada se ve: sabemos que a lado y lado de la carretera está el abismo esperándonos. Pues medio siglo después ahí sigue el desgraciado en lo mismo, esperándonos, porque por más aguardiente que tomara, a Darío jamás se le iba la mano. Manejaba con pulso firme y por ciencia infusa, supervisado por el espíritu Santo. Curva a la derecha, curva a la izquierda, otra curva a la derecha, otra a la izquierda, y así, de curva en curva ascendiendo por la espiral empinada. Ya arriba, uf, por fin, en el abrupto Alto de Minas, coronada montaña, paramos para tomarnos un aguardiente y nos bajamos del carro. Pasa la botella de boca en boca, de muchacho a muchacho, y mientras el licor bendito se va acabando nos va encendiendo el alma. Tan viejo me vería el asesino, tan jodido, tan desamparado, que en vez de matarme lo apagó. Al que se quiera suicidar un consejo: pare un taxi en cualquier calle de Colombia, el primero que pase, el que sea; súbase y no bien arranque pídale al chofer lo que le pedí al de arriba. Y santo remedio para los malesde esta vida con despachada expedita a la otra. Aunque lo que si no sé es con qué. Si con un cuchillo, con un machete, con un revólver, una varilla de hierro o un piolet. ¿No sabe qué es un piolet? ¡Qué importa! No va a necesitar buscarlo en el diccionario: lo va a ver. –Mira. –¿Qué conseguiste,bratito ?¿Algo grande, para ti solo? -Estasdébochcas jovencitas tenían su propio modo degoborar .-¿El Paraíso Diecisiete? ¿Luke Sterne? ¿Goggl y Gogol? -y las dos largaron esas risitas, meneándose y balanceándose. Entonces se me ocurrió una idea, y la angustia y el éxtasis casi me voltean, oh hermanos míos, de modo que durante unos segundos no pude respirar. Reaccioné, y les dije mostrando los subos blancos y brillantes: Alejándome segundo a segundo del instante atroz de la muerte de Alexis y paso a paso por el centro, volví a dar a esa avenida funesta del barrio Belén con su quebrada, en los confines del día. Más empantanado mi destino que un sumario, huyendo del dolor volvía a él. Elcheloveco que estaba sentado a mi lado -porque había esos asientos largos, de felpa, pegados a las tres paredes- tenía una expresión perdida, con losglasos vidriosos y mascullandoslovos , como«De las insípidas obras de Aristóteles, que producen ciclámenes, brotan elegantes formaniníferos». Por supuesto, estaba en otro mundo, en órbita, y yo sabía cómo era eso, porque lo había probado como todos los demás, pero en ese momento me puse a pensar, oh hermanos, que era unavesche bastante cobarde. Te estabas ahí después de beber elmoloco , y se te ocurría elmeselo de que las cosas de alrededor pertenecían al pasado. Todo lovideabas clarísimo -las mesas, el estéreo, las luces, las niñas y losmálchicos– pero era como unavesche que solía estar allí y ya no estaba. Y te quedabas hipnotizado por la bota, o el zapato o la uña de un dedo, según el caso, y al mismo tiempo era como si te agarraran del pescuezo y te sacudieran igual que a un gato. Te sacudían sin parar hasta vaciarte. Perdías el nombre y el cuerpo, y te perdías tú mismo, y esperabas hasta que la bota o la uña del dedo se te ponían amarillas. cada vez más amarillas. Después, las luces comenzaban a restallar como átomos, y la bota o la uña del dedo, o quizás una mota de polvo en los fundillos de los pantalones se convertían en unmesto enorme, grandísimo, más grande que el mundo, y ya te iban a presentar al viejoBogo o Dios, y entonces todo concluía. Gimoteando volvías al presente, con larota preparada para llorar a grito pelado. Todo muy lindo, pero muy cobarde. No hemos venido a esta tierra para estar en contacto con Dios. Esas cosas pueden liquidar toda la fuerza y la bondad de uncheloveco . Apergollado por el río, bailando un «pas de deux» con la Muerte, volvía a salir el doctor Espinosa a la superficie a gritar lo mismo con voz desfalleciente: Jamás he visto a uno de esos zánganos trabajar; se la pasan el día entero jugando fútbol u oyendo fútbol por el radio, o leyendo en las mañanas las noticias de lo mismo en El Colombiano. Ah, y armándome sindicatos. Y cuando llegan a sus casas los malnacidos rendidos, fundidos, extenuados "del trabajo", pues a la cópula: a empanzurrar a sus mujeres de hijos y a sus hijos de lombrices y aire. ¿Yo explotar a los pobres? ¡Con dinamita! Mi fórmula para acabar con la lucha de clases es fumigar esta roña. ¡Obreritos a mí! Al pie de las dos páginas se reproducía en un recuadro el único artículo que Camargo había escrito en primera persona. Era también el Ultimo de su larga carrera. Ese verano había sido testigo, por azar, de un incidente en el que se encarnizó la prensa de escándalo de América Latina y, aunque hacía ya tiempo que la adversidad lo había forzado a dejar la dirección de El Diario, se sintió obligado a enviar su testimonio. Leal hasta cuando ya no era preciso, Enzo Maestro -el sucesor- le concedió un espacio de privilegio, aunque hizo notar a sus editores cómo la edad y la desgracia habían mellado lapluma de un estilista modelo. Desarmaba el cigarro que yo torpemente le había armado y lo volvía a enrolar a su modo, con una habilidad y una rapidez pasmosas, como de cajero de banco contando millones. El resto del día anterior había sido muy agotador, con las entrevistas grabadas para los telenoticiosos y las fotografías flash flash flash y nuevas demostraciones de cómo me repugnaba la ultraviolencia, y toda esa basuracalosa. Y luego me tumbé en la cama, y en seguida, según me pareció, me despertaron para decirme que me fuese, que me marchase, que no querían ver más a Vuestro Humilde Narrador, oh hermanos míos. Y ahí estaba yo muy muy temprano en la mañana, con ese dineromalenco en elcarmano izquierdo, haciendo sonar las monedas y preguntándome: El pecho le subía y le bajaba al ritmo de sus palpitaciones como una mar enfurecida en marejadas convulsas. Y el corazón como un motor fallando, a punto de pararse, de eyacular. Yo a mi vez me convulsionaba de risa. ¡Lo que pueden las palabras, la sola palabra «Mayiya»! ¡Quién lo iba a decir! Tomen nota los lingüistas. Aunque presentía algo así, lo inundan la indignación y la vergüenza. Ella escribe con más descaro que el editor colombiano, eso está a la vista: lo que para el editor es sólo un desgaire de la vida, el polvo de unas cuantas noches, para la mujer es un asunto de vida o muerte. ¿Soy otra desde que soy con vos? Qué frase tan impúdica. A él le ha bastado silbar, lanzar al aire el nombre de un hotel, para que ella se eche a correr en su busca como una perra hambrienta. Cuanto más lee los mensajes, más se indigna, no contra la mujer sino contra sí mismo. ¿Así le paga ella las noches que ha pasadoen vela recorriendo su cuerpo a través de las lentes del telescopio Bushnell, custodiándola de lejos, acechando el menor trastorno de su respiración? Se lo veía venir: tarde o temprano iba a traicionarlo. Le parece intolerable. Si quisiera, podría impedir el viaje a Río. Tiene el poder, los medios. Pensándolo bien, va a dejar que las cosas sigan su curso. Va a permitir que se vaya. Pero no como ella quiere. No como el editor colombiano espera. La va a dejar marcada, malherida. La va a destruir y ya se le está ocurriendo cómo. –Por no acordarse, y salvo lo de las chauchas, se acuerda bastante bien -dijo la chica. El viento llevaba y traía colillas desfloradas por la humedad. En el atrio del cementerio, Camargo se detuvo ante el gran tarjetero donde los visitantes anotaban sus nombres para indicar que habían asistido al funeral. De reojo, vio que Enzo Maestro trotaba hacia él y se hizo el distraído. Enzo no había estado en laceremonia. ¿Qué querría? En 1982 tenían escritorios contiguos en la redacción del diario y mantenían un espaciado ritual de almuerzos a solas que era lo más cercano a lo que Camargo entendía por amistad, pero ahora Maestro se había convertido en un perro servicial del presidente, el secretario privado, y prefería hablar con él sólo cuando no tenía más remedio..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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