15 de enero de 2025
Comentario destacado
Example of descriptive essay
Salvo el enflaquecimiento y una que otra fiebre nocturna de las llamadas«de origen desconocido», el primer año de enfermedad de mi hermano (contado a partir del resultado positivo del análisis) transcurrió libre de síntomas, pasó en calma. Incluso, motu proprio; por fin, Darío dejó el aguardiente, y por indicaciones escritas mías no volvió a la selva ni a lasabana. «La naturaleza está llena de gérmenes peligrosos -le escribía-, para los que tarde o temprano no tendrás defensas. Quedáte en Bogotá en la calma seca de tu apartamento. Mientras menos humedad menos riesgos». Lo felicitaba por haber sido capaz de dejar el aguardiente y le echaba la bendición. ¡Qué voluntad la de mi hermano, empezaba a creer en él! Claro, era explicable, la fuerza de voluntad la tenía intacta. ¡Nunca la había usado! Pero también se oían lasgolosas de losmilitsos que ordenaban silencio, y hasta seslusaba elsvuco de alguien al quetolchocaban verdaderamentejoroschó y que hacía ouuuuu, y era como lagolosa de unaptitsastarria borracha, no de un hombre. En lacantora estaban conmigo cuatromilitsos, y todospiteabanchai en gran estilo: había una gran jarra sobre la mesa, y sorbían y eructaban y las jetas eran sucias ybolches. Por cierto que no me ofrecieron ni una gota. Loúnico que me dieron, hermanos míos, fue un espejostarrio y cal o so para que me mirase, y de veras yo ya no era vuestro bello y joven Narrador, sino un auténticostraco , con larota hinchada, losglasos enrojecidos, y la nariz un poco machucada. Todossmecaron realmentejoroschó cuandovidearon mi cara de desaliento, y uno dijo: -Como una joven pesadilla del amor. -Y entonces apareció un jefe de losmilitsos con cosas como estrellas en losplechos , para demostrar que picaba alto alto alto, y alvidearme dijo: -Hum. -Y así empezaron. –La música -dijo el doctor Brodsky, como hablándose a sí mismo-. De modo que le gusta la música. No sé nada de música, excepto que intensifica bien las emociones. Bueno, bueno. ¿Qué opina, doctor Branom? –Bueno. Verdaderamentejoroschó . La iniciativa se ofrece regalada. Te enseñé muchas cosas,druguito. Y ahora, dime qué tienes pensado, querido Georgie. –Señorita Etelvina -murmuró Espósito-. Yo respeto la gravedad de la Historia Nacional, y soy incapaz de decir una grosería en su presencia. Pero, como usted misma habrá visto, ese muchacho da toda la impresión de ser, cómo le diré, a mí me parece que la palabra es puto. Salí por entre los muertos vivos, que seguían afuera esperando. Al salir se me vino a la memoria una frase del evangelio que con lo viejo que soy hasta entonces no había entendido: "Que los muertos entierren a sus muertos". Y por entre los muertos vivos, caminando sin ir a ninguna parte, pensando sin pensar tomé a lo largo de la autopista. Los muertos vivos pasaban a mi lado hablando solos, desvariando. Un puente peatonal elevado cruzaba la autopista. Subí. Abajo corrían los carros enfurecidos, atropellando, manejados por cafres que creían que estaban vivos aunque yo sabía que no. Arribavolaban los gallinazos, los reyes de Medallo, planeando sobre la ciudad por el cielo límpido en grandes círculos que se iban cerrando, cerrando, bajando, bajando. Es la forma que tienen ellos de aterrizar, con delicadezas, con circunloquios sobre lo que les corresponde pero que el hombre necio, enterrador, les quiere quitar ¡para dárselo a los gusanos! Ahora, el silencio se posaba sobre esta orilla aérea de la ciudad. En el río, la oscuridad viraba al morado. Los apuntes de Sicardi eran tan impecables, tan perspicaces, que le devolvían la fe en la inteligencia humana. –Yo no estoy hablando -dijo Espósito-. Usted está hablando. Usted me está queriendo sonsacar. políglota el loro Fausto, el difunto, que en esta parra de este jardín de esta casa, hace años, siglos, berreaba como un bebé universal. Aprendió a berriar de Manuelito, que aprendió a leer de mí. Yo le enseñé. Y a mí la Loca, en una cartilla de frases tontas: «El enano bebe», «Amo a mi mamá». Manuelito, mi decimoquinto hermano (el último porque al Gran Güevón no lo cuento), era un tierno niño cuando aprendió a leer, y yo un muchacho apuesto cuando le enseñé: un mocito de una innegable belleza como dan testimonio las fotos. Con decirles que si hoy me lo encontrara en la calle lo invitaría a pecar. ¿Pero se iría él conmigo? Esos encuentros con uno mismo por sobre la brecha del tiempo a mí me asustan. En fin, iba la voz angelical de Manuelito silabeando las frases manuscritas que yo le escribía en una hoja blanca, impoluta, con una aplicación de su parte que hoy me parte el alma: ¿Creta en verdad Camargo lo que estaba diciendo? Reina volvió a desconcertarse. No sabía si consolarlo, si tomarle las manos, decirle: «Váyase, doctor, vaya. Haga lo que tiene que hacer», o echarle en cara la falta de sentimientos, la negación idiota de la realidad. Una hija, pensó. Quién sabe en cuántas novelas había leído que nada es tan desgarrador como la muerte de un hijo. Y Camargo le hablaba de la situación política. A lo mejor se daba cuenta y no quería sufrir, pobrecito. A lo mejor prefería irse de sí mismo antes que sufrir. Ah, y nos dejó también la honradez, que sirve pa lo que sirven las tetas de los hombres. La honradez no da leche. Leche da un puesto público bien ordeñado. –Bine, qué guapo estás -te dice. –Qué bien. No escribo más sobre Cultura, entonces. Como siempre, de los cuatro fue el Lerdo el que salió con una apariencia más maltrecha, la cara toda ensangrentada y losplatis un desastre, pero los demás estábamos frescos y compuestos. Yo quería alcanzarlo al gordo y maloliente Billyboy, y ahora bailoteaba con mibritba, como el barbero de un barco que navega en mar muy picado, y trataba de hacerle unos buenos tajos en ellitso grasiento y sucio. Billyboy tenía unnocho largo, pero era un poco demasiado lento y pesado parabredar seriamente a nadie. Hermanos míos, qué satisfacción valsar -izquierda dos tres, derecha dos tres- y un tajo en la mejilla izquierda, y otro en la derecha, y de pronto parece que bajan al mismo tiempo dos cortinas de sangre, una a cada lado de la trompa gorda, grasienta y aceitosa en la noche estrellada. La sangre caía como cortinas rojas, pero uno podía videar que Billyboy no sentía nada, y avanzaba pesado como un oso hediondo y gordo, apuntándome con elnocho. Como sucedía en los domingos del pasado, la mujer regresa de su cabalgata ya muy tarde, a eso de las diez. La acompaña una pareja de viejos rústicos, tan en desarmonía con esa zona impersonal y solemne de la ciudad, que no saben qué actitud tomar después de haber estacionado una destartalada camioneta Ford ante el edificio de Reina. Durante tres a cuatro minutos permanecen en la cabina del vehículo, sin moverse. Tal vez discuten si visitar el departamento de la hija -Camargo no duda del parentesco: el parecido con la mujer es inequívoco- o regresar hacia Adrogué. Cada vez que mencionaba a los padres, Reina eludía entrar en detalles, y ahora Camargo entiende por qué: son idénticos a la hija y, También, demasiado diferentes, como si, al reproducirse, hubiera brotado de ellos una especie que desconocen. El hombre es calvo, de boca pequeña y barbilla pronunciada. La madre tiene los mismos movimientos ondulantes y, cuando se ríe, exhibe las encías con desparpajo. Desde lejos, parecen tener la dentadura estropeada, pero la precisión del telescopio no es tanta como para comprobarlo. De lo que Camargo está seguro es de que Reina se avergüenza de ellos: se la nota dividida entre instarlos a entrar y mostrarles la impersonalidad de su departamento, o dejarlos marcharse porque es demasiado tarde y han pasado todo el día juntos. Cada comuna está dividida en varios barrios, y cada barrio repartido en varias bandas: cinco, diez, quince muchachos que forman una jauría que por donde orina nadie pasa. Es la tan mentada "territorialidad" de las pandillas que se estaba decidiendo la otra tarde en Sabaneta. Por razones "territoriales", un muchacho de un barrio no puede transitar por las calles de otro. Eso sería un insulto insufrible a la propiedad, que aquí es sagrada. Tanto pero tanto tanto que en este país del Corazón de Jesús por unos tenis uno mata o se hace matar. Por unos tenis apestosos estamos dispuestos a irnos a averiguara qué huele la eternidad. Yo digo que a perfume neutro. Pero no nos desviemos de las comunas de aquí abajo y sigamos subiendo, viendo: ojos secretos nos espían por las rendijas: ¿Quiénes seremos? ¿Qué querremos? ¿A qué vendremos? ¿Seremos sicarios contratados, o vendremos a contratar sicarios? Por lo que veía en el cine y leía en las novelas, Camargo imaginaba que sólo las mujeres sufrían las infidelidades y crueldades de los maridos hasta que éstos terminaban abandonándolas. No se le había ocurrido que los hechos de la vida pudieran suceder al revés. Tampoco a él le había importado, como al padre, que la madre anduviera con otros hombres. ¿Pero por qué se había marchado sin él, sin el hijo? ¿Qué le había hecho Camargo? Jamás se quejaba, era obediente y estudioso, se planchaba él mismo la ropa y trataba de que nadie lo viera cuando lloraba. ¿Por qué lo había dejado, entonces? Mierda, las mujeres. –Fue en un informe de Inteligencia del Estado, estoy segura. Me revisaron el departamento de arriba abajo, me robaron papeles, plata en efectivo, calzones. Yo había escrito esa frase. Ahí la leíste, entre mis despojos..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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