15 de enero de 2025
Comentario destacado
Example of a expository essay
Por la escalera principal, etéreo, translúcido, como una aparición, subía Darío flotando en una nube de marihuana. Lo vi, me vio, y no nos dijimos nada. Desde que volvió a tomar le había retirado la palabra a ese irresponsable. Si se quería matar, allá él, que se matara. Gente es lo que sobra en este mundo. Tímidamente pasó al cuarto de papi, como si fuera un extraño que no estuviera invitado. Yo me quedé en la biblioteca frente a ese cuarto viendo entrar y salir gente: hermanos, hermanas, sobrinos, sobrinas, cuñados, cuñadas. Carlos llamaba en esos momentos a la funeraria. Poco después llegó un médicoa firmar el certificado de defunción. Causa de la muerte: hepatoma. Exacto, hepatoma, que dicho en lenguaje llano es cáncer del hígado, que dicho en cristiano es muerte. Su inteligencia no ha perdido los reflejos geniales del pasado, pero la realidad ya no le interesa: sabe que las noticias de un día serán barridas por las noticias del siguiente, y que casi ninguna se detendrá en la memoria, porque también las tragedias del mundo están condenadas a morir tarde o temprano, como los seres vivos. Ahora prefiere pasar el tiempo en la sala de videos, junto a la galería de geranios, repasando en DVD las películas de Hitchcock, Fellini, Visconti y Buñuel que nunca había podido volver a ver. Una tarde juntó fuerzas y puso en el aparato La noche del cazador, de Charles Laughton, pero aunque desde el comienzo le siguió pareciendo una obra maestra, detuvo la proyección en la escena del sermón de Robert Mitchum sobre el Amor y el Odio, y arrojó el pequeño disco a la basura. A veces prefiere leer: no pasa por alto una sola novela de la joven literatura inglesa, en especial las de Ishiguro y McEwan, y se ha aficionado a los ensayos de un filósofo francés, Gilles Deleuze, suicida y desdichado como Louis Althusser, por cuya historia criminal siente tanta fascinación. A ratos perdidos, corrige las crónicas que piensa agregar a su libro ya clásico, El abandono. Sentado, alrededor de mediodía, en un café de calle San Jerónimo, esperando verte pasar. No hay ninguna razón para que pases por allí, pero tampoco hay ninguna razón para quenopases. Enfrente, una alta puerta devastada, hundida en la pared entre contrafuertes dobles y medias columnas rematadas en lo que alguna vez fue un gran penacho elevado sobre elático, intenta, desde hace un buen rato, parecerse a otra, vista por mí desde una ventana de café como ésta. La imagen se hizo casi sonora; revoloteó un segundo a mi alrededor y estuvo a punto de atraparme con su red de música trivial, de altoparlante fragoroso sobre una calle arbolada de plátanos. Una calle que desembocaba en una plaza. Mientras esperábamos que pasara un taxi por la autopista le dije que yo iba con Alexis la tarde en que él lo mató. Que sí, que él ya sabía, que desde esa misma tarde me había quedado conociendo. "¿Entonces desde la primera noche que pasaste conmigo en mi apartamento me habrías podido matar?" Se rió y me dijo que si a alguien él no podía matar en este mundo era a mí. Entonces pensé que él era como yo, de los que dejábamos pasar, que éramos iguales, perdonavidas. Recluido en un hospital de reposo, Pimenta se ha desentendido ahora de todo arrepentimiento y asume, confiado, el papel de víctima. Sabe desde hace tiempo que ha entrado en una telenovela. Lo que no sabe es que los condenados a ese infierno ya jamás pueden salir de él. ¿Cuántos muertos lleva este niño mío, mi portentosa máquina de matar? Uno hasta donde sé y ahora. De los de más atrás no respondo. Yo no suelo preguntar como los curas que quieren saberlo todo para ellos solos, sin compartir, en secreto tumbal de confesión. Que cómo, que cuándo, que con quién, que por dónde. ¡Por donde sea! ¡Absuelvan en bloque carajo y desensotanen esa curiosidad rabiosa! La«campana» era la campanilla del carro de la basura; la «basura» eran nuestros costalados de naranjas podridas que había que sacar a la calle; y «alguno» era el que pasara por entre su radio de acción. Sobra decir que si el que pasaba era yo, «alguno» se transformaba en mis oídos en «ninguno», «nadie». –Quién es. Y no me digas como hoy "no, nadie". Quiero saber qué significa ese muchacho para vos, por qué esta mañana te miró como te miró y te saludó como te saludó, por qué te reís en voz alta en las confiterías cuando él está cerca, y por qué, ahora, me lo encuentro sentado acá. Papi, que andaba en el platanal trabajando mientras su socio avaro y haragán disfrutaba de la vida y sus delicias y en el heracliano río se bañaba el epicúreo, acudió a nuestro llamado con la cañabrava con que estaba apuntalando una mata de plátano. ¿Y qué pasó? Lo que pasó pasó y ya lo conté en «Los Días Azules». La que sí le habían curado los años era la de los muchachos: pasaban por su apartamento y por su vida sin tocarlos. Perfección a la que aún no he llegado yo pero de la que ya estoy cerca: lo cerca que estoy de la muerte y sus gusanos. En fin, por ese apartamento de José Antonio, por entre sus relojesdetenidos como fechas en las lápidas de los cementerios, pasaban infinidad de muchachos vivos. O sea, quiero decir, vivos hoy y mañana muertos que es la ley del mundo, pero asesinados: jóvenes asesinos asesinados, exentos de las ignominias de la vejez por escandaloso puñal o compasiva bala. ¿Qué iban a hacer allí? Por lo general nada: venían de aburrirse afuera a aburrirse adentro. En ese apartamento nunca se tomaba ni se fumaba: ni marihuana ni basuco ni nada de nada. Era un templo. Y ni eso, vaya: vaya a la Catedral o Basílica Metropolitana para que vea rufianes fumando marihuana en las bancas de atrás. Distinga bien el olor del humo, que no se le confunda con el incienso. Pero bueno, entre tanto reloj callado tronaba un televisor furibundo transmitiendo telenovelas, y entre telenovela y telenovela las alharacosas noticias: que hoy mataron a fulanito de tal y anoche a tantosy a tantos. Que a fulanito lo mataron dos sicarios. Y los sicarios del apartamento muy serios. ¡Vaya noticia! ¡Cómo andan de desactualizados los noticieros! Y es que una ley del mundo seguirá siendo: la muerte viaja siempre más rápido que la información. –Abre esas ventanas, Darío, para que salga esta humareda que ya no me deja pensar. –Yo nunca te hablé del mar. Pero también hubo un mar. Yo tenía cinco o seis años y fuimos a pasar el verano a la casa de tía Angelina. La casa daba a la bahía. Había un faro y un parque de arrayanes. El jardinero se llamaba Lucas. Sí, ya sé que estás pensando que cinco o seis años noes la adolescencia y que nunca se han visto arrayanes cerca del mar, pero a mí me gustaban esa casa y ese faro. La última vez que los vi tenía catorce años. Lo demolieron todo. Aun antes de cruzar la calle, desde el vestíbulo mismo de tu edificio, ves que la compañera de Momir está acechándote, con los incisivos afilados. Njegov passaporto, te dice, imperativa. Querrá ver el documento de su amigo, pero no vas a mostrárselo. Sus uñas son largas, afiladas. Te lo podría arrebatar. Ksnije, le respondés: más tarde. Voy a cumplir mis promesas, le das a entender. Voy a ser implacable si tu amigo no las cumple. Llamaré a la policía, le decís: haré que ustedes dos se pudran en la cárcel. U redu, admite la mujer al fin. «De acuerdo.» Desdeñosa, te vuelve la espalda y despierta a Momir con delicadeza. Entre las infamias que comete Dios por mano del hombre quiero citar aquí la de los caballos de Medellín, cargados de materiales de construcción, vendados, arrastrando sus pobres vidas sin ver y las pesadas carretas, bajo el rabioso sol de su rabioso cielo. "Carretilleros" llaman aquí a los que explotan esos caballos, de los que habiendo tanto carro quedan cientos. Se dio vuelta a medias, sin mover el cuerpo; girando sólo la cabeza. El jujeño había salido. Estábamos solos. –Te debo una cena en San Pablo o en Buenos Aires..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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