15 de enero de 2025
Comentario destacado
Ethical argument essay
–Qué -digo secamente. –No estarás fumando basuco, ¿o si? –No, salesiano. –Por otra parte, no veo qué tiene de malo. –Anótalo, jujeño. Dice frases para la historia. Se puso de pie y fue hacia el mostrador. Me daba la espalda. Lo llamé despacio. Me gustaría saber en qué pensaba, dijo Lalo, porque lo razonable hubiera sido buscar las sierras del oeste, meterse en los bolsones y tratar de pasar a La Rioja, donde tenía parientes. El caso es que el atardecer y la muerte lo agarraron en los pantanos, y ahora no nos sirve más el oso, dijo Lalo. O sínos sirve, pero a condición de que cambiemos de perspectiva e imaginemos que la piel es toda Córdoba, aunque nos vendría mejor una de esas mujeres que dibuja Verónica, porque no sé si se habrán fijado que el contorno de Córdoba es idéntico a un boceto de la Venus de Milo a la que, además de los brazos, le faltaran la cabeza y las piernas, y sobre todo la pierna izquierda, que vendría a estar cortada al bies a la altura de la verija. En fin, dijo Lalo, arréglense con el oso. Este poquito que avanza hacia el azotillo, es lo que queda del abuelo. Este montón son las milicias de Bustos, gobernador de Córdoba, flor de malandra dicho sea entre nosotros y espero que no haya ningún descendiente entre mis contertulios. "Yo", dijo una señorita muy flaca. "Mamá es Bustos". Lalo la miró con estupor: No me digas que vos tenés Bustos en tu parte materna, querida, yo ni te imaginaba partes maternas. No me interrumpan que pierdo el hilo. Y lo que viene es muy serio. Lo que viene podría llamarse, sin exagerar, la Aristeia del amor y de la muerte del abuelo Laureano, y, para contarlo como se debe, los argentinos deberíamos hablar en hexámetros. Imagínense lo que pensó el viejo cuando vio venir a su encuentro semejante cantidad de gente. Yo voy al baño y en seguida vuelvo. La mujer volvió a vomitar y trató de levantarse pero no pudo. Ni siquiera parecía saber dónde estaba, y los tiempos debían de habérsele enredado, coma a él. El pasado se volvió presente o futuro, la realidad se estancó y ella, la mujer, sanará de la fiebre que ya no tiene, se cubrió de la sangre que todavía no ha visto, va en busca de agua: eso la desespera, la sed, la sed, pero el cuerpo no la obedece. Está privada de cuerpo, tal como vos querías, Camargo, no puede estar en sí misma ni tampoco en nadie. Sólo puede incorporarse ahora, prender la luz, y eso basta para que la energía perdidafluya otra vez en ella. Lo que ha visto la aterra, estás seguro, ¿pero cómo podría defenderse de un terror que ha sucedido ya, qué puede hacer? La ves caminar aferrada a las paredes, a los muebles, tambalearse. En cualquier momento se le aflojarán las rodillas y caerá de bruces. Y sin embargo sigue, sigue hacia la ventana. Ya no necesitás observarla a través del lente: la silueta se distingue con nitidez. Es una figura infernal. Vaya a saber cómo, parte del vómito le ha pringado el pelo. Una expresión de locura le destempla la mirada. Que la ventana se le resista la desquicia aúnmás. De todos modos, lucha con desesperación. Querrías llamarla por teléfono, Camargo. Es posible que, al descubrirse violada, con manchas de sangre y tal vez de mugre, se desconcierte y haga lo que no debe hacer. Pero va su destino se mueve solo. Detenerlo no está en tus manos. La ves golpearlos puños contra los vidrios, forcejear con la falleba, llevarse las manos a la cabeza. Te parece que llora, pero esa mujer no llora: no le han quedado lágrimas ni entrañas y de nada le valdría llorar, porque tampoco le ha quedado porvenir. Se esfuerza, acaso apoya la rodilla contra la pared, hasta que por fin la ventana cede. Las dos hojas se abren de golpe y el aire frío de la noche la toma por sorpresa. Luego se asoma a la calle desierta, en la que se amontonan, acá y allá, bolsas de basura. Son ya las ocho y en toda la extensión de esa calle de bancos y casas de cambio hay un desamparo cruel, que la mujer no advierte. Se asoma a la ventana como puede, inclina el cuerpo y grita, con una ferocidad más poderosa que sus pulmones: Ya no me mirabas. Y eso fue todo. Los tres autos que venían a la zaga tuvieron que frenar y clavaron, frenéticos, las bocinas. Reina bajó sin volver la cabeza. Ni una palabra mis, ni una queja. En seguida se le acercaron los halcones que revoloteaban en la puerta del McDonald's. Ella los esquivó, subió al primer taxi que pasaba y se alejó por Corrientes hacia el este. Camargo la siguió y la siguió hasta que la luz de un semáforo lo contuvo. –Di una vuelta por la casa. Quiero preguntarte algo. Sí señor, Medellín son dos en uno: desde arriba nos ven y desde abajo los vemos, sobre todo en las noches claras cuando brillan más las luces y nos convertimos en focos. Yo propongo que se siga llamando Medellín a la ciudad de abajo, y que se deje su alias para la de arriba: Medallo. Dos nombres puesto que somos dos, o uno pero con el alma partida. ¿Y qué hace Medellín por Medallo? Nada, canchas de fútbol en terraplenes elevados, excavados en la montaña, con muy bonita vista (nosotros), panorámica, para que jueguen fútbol todo el día y se acuesten cansados y ya no piensen en matarni en la cópula. A ver si zumba así un poquito menos sobre el valle del avispero. –Voy a vestirme para la ocasión, entonces. Municipio de Medellín, Departamento de Antioquia, República de Colombia, papel sellado, firmas, sellos y estampillas, burocracias, y bajando por los ríos de la patria los decapitados: descabezados por los machetes, despanzurrados por los gallinazos, hinchados por el agua y todos, todos, todos, conservadores y liberales por igual, igualados por la Muerte, mi madrina, la verraca que es la que rubrica siempre abajo todos los sumarios. Y que vengan los loros verdes poliglotas de lengua gruesa y me digan si sí o si no. Loritos conservadores y loritos liberales, hermanos míos en Colombia la del odio, no se haganilusiones con las palabras que son bien poca cosa: torpes, imprecisas, mendicantes, incapaces de apresar la cambiante realidad que se nos escapa como un río que pretendiéramos agarrar con la mano. «¡Viva el gran partido liberal, abajo conservadores hijueputas!» pasaba gritando una bandada de loros sobre la finca de mi niñez, Santa Anita. Salíamos corriendo con una escopeta a tumbarlos. ¿Tumbarlos? Se nos iban como un polvaredón verde, dejándonos en el azul del cielo una estela de carcajadas: «jua, jua, jua, jua, juaaaa!». Más tarde pasaba otra bandada, ahora de loros conservadores, copartidarios de mi papá, y gritaba: «¡Viva el gran partido conservador, abajo los liberales!». O sea lo mismo pero al revés. ¿Y eso por qué? ¿Por qué los unos una cosa y los otros otra? Hombre, porque a los unos les daba educación doctrinaría el Directorio Liberal de Antioquia, que presidía el doctor Alberto Jaramillo Sánchez, y a los otros el Conservador, que presidía el doctor Luis Navarro Ospina, santo varón que madrugaba todos los días a misa y que tenía el pelo cortado en cepillo. ¿Pero a quién carajos le importa hoy esto? A nadie. Conservadores y liberales por igual eran una mísera roña tinterilla, leguleya, hambreada de puestos públicos, y en siglo y medio de contubernio con la iglesia se cagaron entre todos en Colombia. Que tiene, claro, componedero, yo no digo que no, pero es más fácil armar un huevo quebrado. Amanecer de sinsontes y atardecer de loros, Colombia, Colombita, palomita, te me vas..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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