15 de enero de 2025
Comentario destacado
Essays in existentialism
A veces les llevás latas de carne y de sopa. La sin techo sabe decir gracias, porque la has oído pronunciar torpemente esa palabra cuando alguien le arroja una moneda, pero a vos re mira con encono y, cuando re detenés a conversar, se dirige a su compañero repitiéndole Bassmo zedni. Por lo que has ido adivinando, la frase significa ido que tenemos es sed„ o algo por el estilo. Que te rechace podría estorbar la relación que has ido tejiendo con el hombre: tratás de ser cortés con ella, de vencer su desconfianza, de pasar por alto sus groserías. No es fácil, porque verla re resulta cada vez más repugnante. Cuando se incorpora del jergón tiene una melena erizada, con nudos de medusa. La hediondez que despide es insoportable. Al menos no se molesta cuando te alejás caminando una o dos cuadras con su compañero, aunque los sigue todo el tiempo con la mirada y fingiría un ataque si los perdiera. No te podés explicar en qué consiste la dependencia que se ha creado entre esos dos. No puede ser física, porque el hombre es todavía fuerte y, si no fuera por los dientes, hasta sería atractivo, en tanto que ella ya se ha deformado por completo, con sus costras y sus enfermedades de pesadilla. –Pero por supuesto, doctor. Total y definitivamente de acuerdo. Yo también creo, es más, afirmo, y hasta me atrevería a desafiar a que alguien me desmintiera, que este país es un cachivache. –¿Y ahora qué pasa, eh? No bien se fue el curita reconfortador (todo suavidad, dulzura, sinuosidades jesuíticas de raso) tuve una ríspida discusión con mi hermano porque consideré un insulto a su inteligencia que permitiera que a esas alturas del partido viniera a hacernos la puñeta semejante embaucador con cara de culo o de Pablo VI. Y en mi desesperación a los gritos mandaba de un trancazo el caldo de pollo o de lo que fuera al diablo. Se rió. Y la risa le iluminó la cara, lo que quedaba de la cara. Nunca pensé que pudiera reírse la Muerte. Ahí estaba, la Muerte, riéndose, en la hamaca, compenetrándose de él. –Pero -pregunté- ¿qué hay de esa horrible inyección que me dan todas las mañanas? -Hermanos, la novedad me tenía muy sorprendido, porque ellos habían mostrado mucho interés en meterme lavesche de Ludovico, como la llamaban.-¿No volverán a inyectarme esa podrida sustancia en la pobreruca dolorida?, –¿Él? –Deberías venir más seguido a San Isidro. Ahí nada cambia. Sólo el olor del río, a veces. –Si nació en 1975, entonces es el mismo. Mira Alexis: Yo tenía entonces ocho años y parado en el corredor de esa casita, ante la ventana de barrotes, viendo el pesebre, me vi de viejo y vi entera mi vida. Y fue tanto mi terror que sacudí la cabeza y me alejé. No pude soportar de golpe, de una, la caída en el abismo. –Ya sé que se llamaEl boulevard de la Desilusión. Déjame escuchar. Pero bien sabía él que no, que papi ya no tenía mañana. Lo había dicho para que papi oyera y creyera que iba a seguir viviendo. Y hacía bien. Mientras uno no se dé cuenta de que se muere, bendita sea la Muerte. Hasta que la mujer no despertara no podía moverse de allí: ésa era su mayor tragedia. En el departamento guardaba botellas de whisky, queso y galletas, pero no tenia sed ni otro deseo que acercar la mirada al lente del telescopio y ver la respiración de la mujer: arriba, abajo, arriba, abajo. A veces notaba que las aletas de la nariz se le abrían un poco más, algo casi imperceptible que tal vez fuera un suspiro. Trataba de verificarlo observando el pecho, que también debía expandirse, pero atender a un movimiento le hacia perder el otro: eran transformaciones demasiado sutiles, que la distancia confundía. Todo el tiempo sentía la tentación de cruzar la calle y sentarse junto a la cama de la mujer, para poder concentrarse mejor en ella y darle un poco de agua de vez en cuando, pero no podía arriesgarse a que se despertara de golpe y, al verlo, se diera cuenta de todo. A la vez, tenía miedo de que, en el rápido tránsito de un departamento a otro, alguien lo reconociera. Si al menos hubiera podido averiguar cuánto duraba el efecto del fenobarbital, estaría más tranquilo. ¿No se le habría ido la mano? Quizá la mujer había entrado en un coma del que no saldría. De pronto, sintió terror. El no era un criminal. No había querido hacerle más daño del que se merecía Quizá debía buscar un teléfono público y hacer una denuncia anónima. Pero en ese caso, la mujer yaciendo entre manchas de sangre se convertía en un escándalo policial. Estaba oscuro y se estaba levantando un viento afilado como unnocho, y muy muy pocosliudos fuera. Por las calles circulaban coches patrulla cargados de brutales ras ras, y de cuando en cuando podíavidearse en alguna esquina una pareja demilitsos muy jóvenes que pateaban el suelo para defenderse del frío malévolo y exhalaban un aliento de vapor al aire invernal, oh hermanos míos. Supongo que en verdad se estaban acabando los tiempos de la ultraviolencia y elcrastar, pues los ras ras trataban con brutalidad a quienes atrapaban, aunque se había convertido más bien en una especie de guerra entrenadsats desobedientes y ras ras, que podían ser másscorros con elnocho y labritba y con el bastón e incluso la pistola. Pero lo que me ocurría en aquellos tiempos era que eso no me importaba mucho. Era como si algo suave estuviese colándoseme dentro y noponimaba por qué. Momir se inquieta cuando recibe los documentos. El pasaporte para una y el pasaje para otro son inútiles por sí solos. Así no era el trato, te dice, o suponés que te dice. Así son todos los tratos, le respondés: voy a darte el resto cuando cumplas con tu parte. Estás oyendo el cuarteto en re mayor de César Franck. Cuando el allegro final cesa de atravesar tormentas y arrancar árboles, la melodía se despereza en una larga llanura. Esas ráfagas de melancolía te sosiegan, pero la mujer, con sus ademanes triunfales, parece decidida a sacarte de quicio. Se ha parado ante el espejo y vuelve a mecerse. Agita las tetas insignificantes y procaces como si buscara algún recuerdo. Deja encendidas las luces y se exhibe ante la ventana, ¿no es increíble todo ese descaro? No le importa que alguien la esté observando, como vos en este instante, asfixiado porel deseo. –No sé cómo son las otras mujeres. Yo soy cuidadosa con lo que me meto en el cuerpo..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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