15 de enero de 2025
Comentario destacado
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¡Qué! ¿Así de pobres son ustedes que no tienen muebles? No, es que somos ascéticos. Es más, desde hace años no comemos, y la ropa que lava una lavadora la plancha el viento que la seca. La loza se quedaba sin lavar días y días porque la Loca la iba acumulando para economizar agua y electricidad hasta que se le llenaba un enorme lavaplatos automático que sólo entonces prendía. ¿Y por qué tanta loza sucia si no comían? He ahí una aparente contradicción: es que la Loca era especialista en ensuciar loza aun sin comer. Tal era su vocación de caos. y te di la paz y la victoria. –No sé si me interesa. ¿Y tu marido? -pregunto casi sin darme cuenta, mientras veo que los grupos se disgregan y que ya casi no queda nadie en la casa. Uno Dormir, eras increíble. Iba a preguntarte si no te dabas cuenta de lo que significaba para nosotros perder una hora o siquiera diez minutos en algo tan insensato como dormir, cuando, sorpresivamente, el jujeño (o algo, o alguien) se puso a hablar conmigo en esa mesa. Sonreía como si estuviera contando una historia de hadas y, como desde lejos, como si en su voz se abriera paso la voz distante de otro, decía que la imposibilidad espiritual de soportar la materialidad de la existencia es uno de los factores que deben tenerse en cuenta como fuente de locura en numerosos artistas y poetas, pero, dijo o pareció decir al mismo tiempo que se tomaba de un trago la ginebra y le hacía señas al mozo para que le trajera otra, pero no el único factor. Junto a esa fuente brotan otras. Y acá entran, con permiso, el alcohol y los tóxicos. Gracias, mozo. Buscar deliberadamente en las sensaciones lo que tienen de extraño, de dudoso, de equívoco, de ambiguo, cortejar las pesadillas, sacarse los pantalones de lo real y, a falta de lo que Natura non dio, enterrarse hasta las negras verijas en los pantanos del sueño, he ahí el jardín del infierno de muchas naturalezas purísimas. No hay sueños impunes. Ymucho menos si se sueñan cuando estamos despiertos. En esos parques ilusorios no sólo crecen flores, sino plantas anómalas, yerbas parasitarias y venenosas; en esas arboledas se oyen no sólo ruiseñores, sino desafinaciones repugnantes. Trataré de ser claro. Otra igual, mozo. Toda sustancia, mejor deje la botella, toda sustancia artificial que ejerce una acción electiva sobre los centros nerviosos superiores, simula arcoíris de felicidad, pájaros de fuego, mermeladas de inteligencia, siempre hay una primavera inicial en la que la Mariposa o, con perdón de la palabra, el alma, lejos de deambular andrajosa y derrengada, está como borracha de alegría y forrada de divinidad, pero se sabe que a la larga los Castigos son inexorables. Algo acabará por romper un día el frágil salterio de Israfel, que no está en el corazón, como decía el hermano Poe, sino en la cabeza. Ahondemosun poco el problema, mientras Oribe habla en voz baja por teléfono; dicho sea de paso, qué manera de telefonear la de esa chica. La inspiración a secas, la vieja inspiración sin culpa y en estado puro, el salterio intacto sin aleación de la menor cápsula o botellón ajenos a su naturaleza inocente, qué es en sí misma, qué es sino el resultado de una inhibición o estupor de la parte racional de la Mariposa. Las tropillas de imágenes desaforadas, la hiperlucidez, el caos fulgurante de las ideas en el que parece imposible introducir una pausa, qué son, qué fueron nunca sino una forma de parálisis: parálisis del elemento superior o yegua madrina, parálisis de la conciencia vigilante y serena que juzga, corrige, sosiega, y que, cuando anda bien del hígado, escoge los materiales más nobles de donde quiere y como le conviene, para usarlos según la divina proporción. La creación estética ya es en sí misma un amago de locura. Paralizadas las facultades de primer orden, las otras suben de las profundidades, se abandonan a su libertad y producen, sin que nadie sepa por qué, los efectos más misteriosos e inesperados de este mundo, cuadros, música, versos, novelas. Elarte, el arte y si me apuran ciertas formas superiores del pensamiento son el producto de una enfermedad del alma. No hace falta que compartas esta idea, no hace falta que nadie la comparta, basta con que yo no me la siga callando. Son rupturas del equilibrio espiritual. La pregunta es qué pasa cuando un hombre violenta deliberadamente ese equilibrio. El hombre nació para ser feliz, no para sufrir y hacer sufrir con la excusa de la poesía y la belleza: el secreto de la vida es sentarse a tomar mate con la mujer y los hijos a la sombra de una parra. Pero admitamos que hay o hubo alguna vez un arte bueno, sereno, natural como un gatito que se despereza. ¿Eso es lo que buscamos? No es lo que buscamos ni es lo que podemos. Y qué pasa, entonces, qué pasa cuando se ha llegado voluntariamente a este manicomio en el que estamos metidos. Santiago, en silencio, se sirvió ginebra y se quedó mirando el vaso, pensativo. Pasa lo que llamamos el arte contemporáneo. O mejor, lo que podríamos llamar el alma del artista contemporáneo. Una mariposa en escombros. Incapaz de sentir nada, de amar nada, de crear nada sin apelar a frasquitos y botellones. Una mascarita. Uno de esos disfrazadosdel último baile de carnaval. Una mascarita de final de corso que camina absorta por las calles de una ciudad vacía, dijo Santiago, suponiendo que Santiago o alguien hablara. Hombre vea, yo le digo, vivir en Medellín es ir uno rebotando por esta vida muerto. Yo no inventé esta realidad, es ella la que me está inventando a mí. Y así vamos por sus calles los muertos vivos hablando de robos, de atracos, de otros muertos, fantasmas a la deriva arrastrando nuestras precarias existencias, nuestras inútiles vidas, sumidos en el desastre. Puedo establecer, con precisión, en qué momento me convertí en un muerto vivo. Fue un anochecer, bajo las lluvias de noviembre, yendo con Alexis a lo largo de una avenida del barrio Belén por cuyo centro corría una quebrada descubierta, uno de esos arroyos de Medellín otrora cristalinos y hoy convertidos en alcantarillas que es en lo que acaban todos, arrastrando en sus pobres aguas la porquería de la porquería humana. Cuentan que poco antes de mi regreso a Medellín pasó por esta ciudad destornillada un loco que iba inyectando en los buses cianuro a cuanta perra humana embarazada encontraba y a sus retoños. ¿Un loco? ¿Llamáis "loco" a un santo? ¡Desventurados! Dejádmelo conocer para darle más de lo dicho y un diploma al mérito que lo acredite comomiembro activo de la Orden del Santo Rey. Ah, y una buena provisión de jeringas desechables, no se le vayan a infectar sus pacientes. –Eso que dijo hace un momento. Lo dijo a quemarropa. Como si preguntara si yo era comunista o ex presidiario, pero sin preguntarlo. Me detestaba, muy cierto. No respondí de inmediato. Saqué los Particulares y le ofrecí. Él aceptó. –Imaginó por un momento que soy nadie -le decís-. Este nadie fue la única persona que te ha llamado por teléfono en tu semana de desgracia. Soy el único que ha ido hasta tu puerta para ofrecerte amor o lo que quieras. A otro nadie le darías una explicación. ¿Por qué me la negás a mí? Y entonces qué. La parturienta profesional, la bestia proliferante, la Mona Lisa plácida con la inteligencia de un pájaro y la placenta de un mamífero, iba pariendo alegremente hijos como San Pedro llueve y truena cuando se desfonda el cielo. He de vivir, lo juro, hasta escribirme una monografía sobre este espécimen de la fauna humana para el Zoological Journal. O si se me dan las luces y se me enciende el foco, un Tratado de la Maldad Pura dedicado, in memoriam, a Tomás de Aquino y Duns Scotto, teólogos. ¿Ya te acostumbraste a tu departamento nuevo? -le preguntás. –Cómo una fiesta, en qué Cerro. –No, Mandolina. Bajá y decile vos -le contestaba yo, que me iba. Un gentío se agolpaba afuera contra la valla de alambre de gallinero que cercaba el lote esperando entrar. Yo pasé ante los guardias de la caseta de entrada sin mirar, volviéndome a mi esencia, a lo que soy, el hombre invisible. Seguí a una antesala. Por sobre el llanto de los vivos y el silencio de los muertos, un tecleo obstinado de máquinas de escribir: era Colombia la oficiosa en su frenesí burocrático, su papeleo, su expedienteo, levantando actas de necropsias, de entradas y salidas, solícita, aplicada, diligente, con su alma irredenta de cagatintas. Mis ojos de hombre invisible se posaron sobre las "Observaciones" de una de esas actas de levantamiento de cadáver, que habían dejado sobre un escritorio: "Al parecer fue por robarle los tenis -decía-, pero de los hechos y de los autores nada se conoce". Y pasaba a hablar de heridas de la vena cava y paro cardiorespiratorio tras elshock hipovolémico causado por la herida de arma cortopunzante. La casa de Verónica, en la ciudad. Tres plantas. Muebles coloniales, paredes blanquísimas. Madonas bizantinas y batallas de Cándido López en las paredes. Un Miró casi demasiado auténtico. Whisky escocés. Gulley Jimson tiene razón, lo bueno de la gente verdaderamente rica es el trato igualitario y la atmósfera cristiana. Comparten todo porque tienen de todo y no se molestan si uno les quema la alfombra. Son bien pasadas las tres de la tarde. Pienso en Jimson porque me he puesto a hojear las carpetas de dibujos y acuarelas de Verónica. No están mal, tampoco están bien. No están nada. En algún lugar de la casa, el padre Cherubini, a grandes gritos y entre grandes carcajadas, discute en varios idiomas y en alguna lengua muerta con el profesor Urba sobre la naturaleza luminosa del Empíreo. O eso creo. La señorita Cavarozzi y un pequeño grupo de muchachas rodean a Lalo, que está contando la historia del abuelo Laureano. Inés me mira, o por lo menos mira algo que está en mi dirección. Tiene un libro en la mano. Sus ojos como dos estrellas fijas, pienso con la colaboración de Poe. Santiago y Verónica hablan en el jardín, se ve que hablan en voz muy baja. Verónica ha puesto su mano sobre el brazo del jujeño; el jujeño retira con suavidad el brazo y repite que no con la cabeza. Por favor, pareció haber dicho ella y él vuelve a negarse. Por tercera vez. Me gustaría saber a qué. "Cazzo di Dio!", prorrumpe el padre Custodio, "merde alors, te digo que esplendía, era proprio la plenitudine luminosa del refolgimiento!" Soltó un puñetazo que hizo retumbar la mesa y se sonó la nariz como un trueno. Tengo la sensación de que sólo yo percibo que hablan. El doctor Urba dice no recordar que esplendiera y sonríe, con las cortas piernas cruzadas hacia adelante y las manos apoyadas beatíficamente sobre la barriga. "Mentís, sotreta! Esplendía. Ego vide todo clarito y cara a cara, no per speculum et in asnigmate, cum toda esta gentuza…, et tú, Urbanito, vos mesmo non l'ai guárdalo en su Original brightness, como dixiti il bardo cegatone? Entonces en qué quedamos. Esplendía."Original brightness!,pregunta riendo el profesor Urba, y dice que, en ciertas esferas, eso se llamaría un acto fallido. "Lo qué?", pregunta el padre Cherubini. El profesor Urba dice que el verso habla del Otro, y dice:…his form had yet not lostall her Original brightness, nor appear'dless then ArchÁngel ruin'd… De los oscuros rincones del recinto, acudiendo a mi llamado iban surgiendo. Venían de sus moradas de desdicha, las humildes alcantarillas del subsuelo adonde llega la mierda humana pero no la misericordia de Dios. ¿A qué venían? A verme, a saludarme, a quererme. Religiosamente, equitativamente, sin permitir que me armaran tumultos, guardando el orden, arrodillado en el suelo, les iba repartiendo el arroz granito por granito, que les iba dando en las bocas (y oigan que dije «bocas», no «hocicos»), de las que iban saliendo lenguas: las lengüitas húmedas de mis comulgantes a recibir la Divina Forma. Y cierta noche en que estaba en esto, una que se distinguía porlo cariñosa, Maruquita, que se sube, para quedar a mi altura, a la base de hormigón armado sobre la que descansaba Sam, y que se pone a lamerme la mejilla. Los editores volvieron de sus almuerzos sin la más leve luz sobre el suicidio de Valenti. Todas las fuentes estaban selladas, los hermanos del difunto no contestaban el teléfono, y nadie tenía el menor rastro de una carta final que quizá ni existía. Estaban desanimados y los estragos de la batalla se dibujaban en sus caras..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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