15 de enero de 2025
Comentario destacado
Essays about nature
El diario, sin embargo, es lo de menos. Lo de más es la culpa que podrías sentir si te quedás. ¿No será mejor que viajés a Chicago? Maestro es ingenioso pero no organizado. Desconoce a la tropa, ignora cuál de los redactores se entera por el celular de lo que pasa en Olivos mientras almuerza en su casa con la familia. No se fía tampoco de los consejos de Sicardi. Vas a tener que darle una mano con las escaramuzas de mañana. Le sugerís que ponga a Remis tras las huellas del vice dimitente. Le dejás por escrito un detallado plan de operaciones: que a las ocho de la mañana lo encuentre en el café de la esquina de su casa, donde acostumbra tomar el desayuno; que siga paso a paso la escritura de la renuncia, el llanto de la esposa, las llamadas infructuosas desde Olivos tratando de disuadirlo, la conferencia de prensa en la que se despide, la soledad del hogar y la congoja de la gente. ¿Remis?, se extraña Maestro. ¿No estamos por echarla? Sí, y eso qué importa?, respondes. Lleva meses trabajando con negligencia y además robándonos. Mañana démosle la oportunidad de devolver lo que nos debe. Ocupate de que cumpla. Que Sicardi confirme de tanto en tanto si está en su puesto. Y no la dejés irse hasta que no hayas enviado al taller el último punto y aparte de la historia. Vos la quedas, Camargo, se atreve a decir Maestro. Hasta hace poco la seguías queriendo. Por eso mismo, contestás. Nunca permito que los sentimientos se mezclen con el trabajo. Todavía es útil. Sabe narrar con la destreza de Victoria Ocampo y es tan insidiosa como Patricia Highsmith. También es dañina. Había llegado instantáneamente, como a través de un sueño. Un sueño exasperado y barroco, uno de esos sueños poblados de imágenes indescifrables que se olvidan súbitamente al despertar. "Una señorita preguntó por usted." Como un perro que al salir del agua se sacude frenéticamente en todas direcciones, al ver la cara regordeta del hotelero traté de organizar este nuevo aspecto del mundo a mi alrededor. Este hombre se llamaba Ripul. Era bajito y tenía manos de bebé enorme. Usaba unos pantalones extraordinarios, muy anchos en la cintura. Lo que unido al hecho de sujetárselos con tiradores causaba la molesta impresión de imaginarlo colgado. O de que alguien lo hiciera flotar tironeándolo desde arriba con un mecanismo sujeto a la entrepierna. Daba un poco de miedo. Como si Humpty Dumpty estuviera a punto do transformarse en Peter Lorre. Susurraba. "Una señorita preguntó por usted", dijo. Como si acabara de almorzar algodón. Una señorita, por mí. Hacía unos minutos que nos habíamos separado en la esquina del Colegio Monserrat. Era imposible, o por lo menos bastante improbable, que hubieras venido a buscarme a un hotel que no conocías. Bueno, hermanos, lo queél había escrito era una cosa muy larga y dolorida, y mientras la leía yo lo sentía mucho por el pobremálchico quegoboraba de sus sufrimientos y de cómo el gobierno le había carcomido la voluntad, y de que todos losliudos no debían permitir que un gobierno tan podrido y perverso gobernase de nuevo, y entonces, claro, comprendí que ese pobre y dolientemálchico era nada menos que Vuestro Humilde Narrador. -Muy bueno -dije-. De verasjoroschó. Bien escrito, oh señor. -Y entonces elveco volvió a mirarme con mucho cuidado y dijo: »Sí sí sí -dijo-. Hay ciertos hombres que quisieron utilizarte, sí, utilizarte con fines políticos. Les hubiera alegrado, sí, alegrado que murieses, y le habrían echado la culpa de todo al gobierno. Creo que sabes quiénes son esos hombres. Estaban pues los dos hermanitos juntos, conversando, en la hamaca que colgaba del mango y del ciruelo en el jardín, bajo una sábana blanca que los protegía del sol del cielo, y con la Muerte al lado, para la que no existe protección. ¿O si? ¿Un condón? Póngaselo entonces cuando comulgue, en la lengua, no le vaya a contagiar el santo cura un sida con los dedos al ir repartiendo de boca en boca al Cordero. Se iban abriendo bocas e iban saliendo lenguas en el comulgatorio de la iglesita del Sufragio de mis recuerdos, como se iban abriendo braguetas e iban saliendo sexos en el orinal del burdel. Lenguas y sexos estúpidos que después volvían a entrar saciados, y se cerraban bocas y braguetas. Saliendo de la iglesita que dije de comulgar en paz (allá en los tiempos idílicos de mi niñez remota cuando éramos pocos en esta ciudad y este mundo), a nuestro vecino Arturo Morales, vendedor de los Seguros Patria, se lo despachó al otro toldo un carro borracho. –No tenemos tanto tiempo -dijo Camargo-. Cuando el Papa hable, si habla, ya el presidente se habrá embolsado dos o tres millones de votos candorosos. Va a ganar la elección que viene. Vamos a seguir nadando en la corrupción. Y constataba con dolor que el tiempo infame aún no las había tumbado sólo para burlarse de mí, para recordarme lo que yo había sido un día, y conmigo Colombia entera, unos niños locos, que ya no seríamos más porque habíamos envejecido y perdido, para siempre, la inocencia, y con la inocencia la esperanza. Las ilusiones las fuimos dejando regadas por el camino, y las últimas que nos quedaban las quemamos ayer en una gran hoguera que encendimos en el patio. Camargo encendió los televisores y ordenó a los editores que se fueran. –No hay día en que no descubra cosas, Darío: Cristoloco es como la oveja Dolly: salió clonado. A la formalidad. Perder la formalidad y el recato, la peineta, el pudor.Anchela cabeza, llegado el caso. Pero sobre todo perder la formalidad. Y, como habíamos convenido, tutearme. Tutearme de vos. –Cómo se llama este lugar -pregunté. Yo no soy hijo de nadie. No reconozco la paternidad ni la maternidad de ninguno ni de ninguna. Yo soy hijo de mí mismo, de mi espíritu, pero como el espíritu es una elucubración de filósofos confundidores, entonces haga de cuenta usted un ventarrón, un ventarrón del campo que va por el terregal sin ton ni son ni rumbo levantando tierra y polvo y ahuyentando pollos. ¡Ay Vargas Vila, indito feo y rebelde y lujurioso, buen hijo de tu mamá pero apátrida, qué olvidado te tiene la desmemoriada Colombia! Pero si no es ella, ¿quién te va a recordar? –¿Está solo? -preguntó Reina. –Ya no llueve -dijiste, mirando hacia la calle. El resto son voces e imágenes indistintas. El nítido recuerdo de un ladrido que llegó desde la calle, un relámpago amarillo que saltó sobre mí al abrirse una carpeta, el temor de que empezara a dolerme la cabeza, y como si la realidad se rearmara súbitamente desde otro centro, la presencia amenazadora de Bastían.Estaba ahí, en el otro extremo de la mesa, mirándome con el mentón apoyado en el revés de la mano. Recuerdo su cara fascinante y atormentada, sus gestos vagamente fetales, la fijeza irónica de sus ojos, y recuerdo que a partir de nuestra primera mirada me odió (y yo a él, sobre todo yo a él), como si me odiara desde mucho tiempo atrás. Pero tal vez esto sucederá al día siguiente, en el pabellón España, acaso esa misma noche, en cualquier otro lugar. Da lo mismo. La memoria impone un orden que excede las leyes del tiempo y su lógica. El atardecer en el puente de piedra, la muertede Santiago, la mirada de Bastían, mi grotesca aventura en el alto recodo de la escalera desde donde se ve el cementerio de las Catalinas, la fiesta en el cerro, las Máquinas que Cantan, todo eso está ocurriendoahoraen una ciudad paralela aésta, hecha de palabras, ciudad que también se llama Córdoba y en la que hay también un Paraninfo donde Bastián me está mirando como desde un espejo que me odiara. Por fin oí un estruendo, que resultó ser un aplauso, y nos pusimos de pie. Vi, casi a mi lado, a la muchacha que me había hecho recordar una estampa en un libro. En ese momento estuvo a punto de ocurrir algo, lo sé; pero una voz dijo "Inés", ella se dio vuelta y el dibujo que comenzaba a formarse se deshizo o se armó para siempre en otra figura. "Ahí la tiene", dijo a mi oído la señorita Cavarozzi. Miré hacia cualquier lado y ella me dio un tironcito de la manga. "Ahí", repitió. Te vi acercarte, lenta y sombría como un álamo. Tan hermosa que pensé caramba… F. Alexander se aferró al borde de la mesa y dijo, apretando lossubos,calosos y todos manchados con el humo de loscancrillos: -Alguien tiene que luchar. Hay que defender las grandes tradiciones libertarias. No soy hombre de partido, pero si veo la infamia procuro destruirla. Los partidos nada significan. La tradición de libertad es lo más importante. La gente común está dispuesta a tolerarlo todo, sí. Es capaz de vender la libertad por un poco de tranquilidad. Por eso debemos aguijonearla,pincharla…-Y aquí, hermanos, elveco aferró un tenedor y descargó dos o trestolchocos sobre la pared, de modo que el tenedor se dobló todo. Después, lo arrojó al suelo. Con voz bondadosa dijo:- Come bien, pobre muchacho, pobre víctima del mundo moderno -y pudevidear bastante claro que lagolová no le funcionaba muy bien-. Come, come. Puedes comerte también mi huevo. -Pero yo dije: –Pero de dónde salen. ¿Monja? ¿Europa? ¿Darío? -llamé angustiado, pero no me contestó..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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