15 de enero de 2025
Comentario destacado
Essay writing
Qué alivio al fin. Ya te has quitado de encima el malestar que no te dejaba en paz. Apenas tengas un respiro vas a llamar a los directores de El Heraldo, de los canales de televisión, de las agencias de noticias y a todas las radios que se re vengan a la cabeza para advertirles que Reina te ha traicionado y que darle un empleo equivale a declararte la guerra. Deberla servirte de lección, Camargo. La llevaste demasiado lejos, hasta alturas donde sólo seres como vos saben respirar sin intoxicarse. Le ofrendaste tu intimidad, le duplicaste el sueldo por lo menos dos veces. Ganaba casi tanto como Maestro. Por ella, sólo por ella, te separaste de Brenda y te alejaste de las mellizas, aunque quizá tarde o temprano lo habrías hecho. Y mirá cómo te ha pagado: corrompiéndose. No necesitás comprobar si, además de pasajes, ha recibido cheques de la compañía aérea. Te basta con leer loque ha publicado para favorecerla. No vas a perdonarla, Camargo, aunque te lo suplique de rodillas. Has aprendido esa lección de Dios, que es misericordioso, pero jamás perdona. La hoja manuscrita voló de la carpeta y quedó en mis manos, hoja de la que sólo alcancé a ver el título (escrito con nítidas letras mayúsculas en el centro de la página), y que por la disposición de su escritura, como si fueran versículos, me pareció un poema, pero, según comprobé mucho más tarde al encontrármela en el bolsillo, era, para darle algún nombre, un compendio de la Historia del Mundo en los últimos dos milenios, o al menos de una zona de esa historia, enfocada desde el punto de vista de cierta actividad del Espíritu, dicho sea con mayúscula y sin ironía alguna. –Pero -pregunté- ¿qué hay de esa horrible inyección que me dan todas las mañanas? -Hermanos, la novedad me tenía muy sorprendido, porque ellos habían mostrado mucho interés en meterme lavesche de Ludovico, como la llamaban.-¿No volverán a inyectarme esa podrida sustancia en la pobreruca dolorida?, –¿Qué ves? -me preguntó mientras yo miraba a trasluz una de esas porquerías. –Crecí. Entiendo por qué no pudiste venir. Entiendo codo. –Sí sí sí, continúa. El relato aumentó las ventas de El Diario y desató un sinfín de polémicas entre los lectores. Otra vez Sicardi llamó a Reina para anunciarle que le duplicaban el sueldo: la empresa quería disuadir así a las radios y canales de televisión que seguían tentándola con ofertas fastuosas. Habían pasado apenasdos años desde el incidente en el monasterio de Los Toldos y ya era una de las diez personas mejor pagadas de la redacción. El Diario (o Camargo, daba igual) le había asignado un equipo propio, que incluía al resignado Insiarte y a otros dos cronistas impacientes por alcanzar la misma gloria rápida de la jefa. Reina se aficionó a dar órdenes. Jamás había pensado que ese ejercicio pudiera ser tan placentero, y lo perfeccionaba volviéndose cada día más implacable y exigente. Adoptó la costumbre de poner los pies sobre el escritorio y reclinar el asiento hacia atrás, como Camargo, sosteniendo la nuca con las manos. Algunos pensaban que era una parodia, pero Reina lo hacía sin pensar, creyendo que ese gesto desaliñado indicaba un cierto poder, de la misma manera que había fumado cigarrillos a los quince años para sentirse adulta. La Historia Argentina, para Lalo, se reducía más o menos a una década. Empezaba hacia 1813 y terminaba en el invierno de 1821, cuando degollaron al abuelo Laureano en los pantanos del sur. Después era todavía hoy, un perfecto quilombo. Si quieren, les cuento cómo degollaron al abuelo, es una historia de amor, dijo Lalo, y la señorita Etelvina y las chicas reunidas junto a la mesita de campaña. del fraile Aldao dijeron que sí. Pero antes tengo que explicarles cómo eran los argentinos de antes. Esa gente, dijo Lalo, tenía ideas y propósitos formidables. Había que independizarse de España y crear un continente, y dentro deese continente una Nación, qué te parece Cholito. El problema es que cada uno quería crearlo a su manera, más o menos como ahora, con la única diferencia, a favor de aquéllos, de que en ese tiempo nadie pensaba en negociados ni se llevaba la plata a Suiza. No te rías, Etelvina, que estoy hablando muy en serio. Por un lado armaban ejércitos libertadores para correr a los españoles, y por el otro juraban por Fernando Séptimo o querían traer al infante de Paula para proclamar un rey propio, casar a alguien con la de Braganza o coronar a un descendiente de los incas. Sólo que tambiénquerían una república centralista unitaria y una confederación democrática, y no es solamente que unos quisieran esto y otros aquello, sino que querían esto y aquello más o menos al mismo tiempo y más o menos los mismos próceres. Te pongo el ejemplo de Belgrano. "Ah, no", dijo la señorita Etelvina, "no te voy a permitir que te metas con Belgrano". Pero si ya sé que es el más grande y conmovedor tipo humano que dio este país, Ethel, y que hizo la bandera, dijo Lalo, además viene a ser antepasado político de la parte putativa de mi rama materna, sin contar que es de los pocos próceres a los que tengo cariño, por aquello de que daba órdenes espeluznantes con vocecita de seminarista pero, mal que mal, se mandó un campañón militar para el que se necesitaba tener los huevos del tamaño de un rancho, con perdón de las chicas y sobre todo de la nena del librito, que parece al borde de algo. Sabes lo que yo creo, Ethel, yo creo que esa parte de la historia argentina debió ser escrita en verso. Esos tipos como Belgrano que no ganaban nunca una batalla o cuando la ganaban volvían a perderla por dejar libres bajo palabra a los realistas, como nos pasó después de Salta, a mí no me digas que no están por encima de los historiadores nacionales. Vilcapugio, Ayohuma. Mira qué nombres. Uno dice Vilcapugio o Ayohuma y siente una cosa acá, después te enteras de que nos derrotaron pero la impresión no cambia. Te darás cuenta de que eso no es historia, es poesía. Pensá en laIlíada.Héctor, Patroclo, mismo el iracundo Aquiles. Terminaron hechos bolsa, y por eso son interesantes. Agamenón o Menclao, en cambio, quién los conoce, salvo por el hecho de ser cornudos. "¿Y Ulises?", dijo una chica. No me interrumpas con pavadas, nena, dijo Lalo. De qué estaba hablando, de la gesta nacional y de la muerte del abuelo. Muy bien, por un lado los ejércitos libertadores cruzando los Andes, custodiando las fronteras, arrasando godos, y por el otro los caudillos, Artigas, Güemes, el abuelo, que en la mayoría de los casos pertenecían a estos mismos ejércitos. Galopando la patria para todas partes, degollando portugueses, peleándose entre ellos y tratando de no dejarse exterminar por Buenos Aires. Y en algún lugar, Buenos Aires, que mandaba a pelear a esos ejércitos o los llamaba para que invadieran las provincias y la protegieran de esos mismos caudillos. Todo esto, chicas, no eran muchas cosas distintas y contradictorias. Todo era una misma cosa. Por eso nadie entiende a los argentinos. Yo les juro que todos esos hombres, Belgrano, Artigas, Güemes, el abuelo y hasta el tirifilo demente de Rivadavia, más o menos hasta el año 21, pongamos hasta el 22 que fue cuando San Martín dijo adiós patria y se terminó todo, esos hombres querían exactamente lo mismo. Ser libres, independientes y estar unidos. Mira qué fácil. –¿De veras? Dormir, eras increíble. Iba a preguntarte si no te dabas cuenta de lo que significaba para nosotros perder una hora o siquiera diez minutos en algo tan insensato como dormir, cuando, sorpresivamente, el jujeño (o algo, o alguien) se puso a hablar conmigo en esa mesa. Sonreía como si estuviera contando una historia de hadas y, como desde lejos, como si en su voz se abriera paso la voz distante de otro, decía que la imposibilidad espiritual de soportar la materialidad de la existencia es uno de los factores que deben tenerse en cuenta como fuente de locura en numerosos artistas y poetas, pero, dijo o pareció decir al mismo tiempo que se tomaba de un trago la ginebra y le hacía señas al mozo para que le trajera otra, pero no el único factor. Junto a esa fuente brotan otras. Y acá entran, con permiso, el alcohol y los tóxicos. Gracias, mozo. Buscar deliberadamente en las sensaciones lo que tienen de extraño, de dudoso, de equívoco, de ambiguo, cortejar las pesadillas, sacarse los pantalones de lo real y, a falta de lo que Natura non dio, enterrarse hasta las negras verijas en los pantanos del sueño, he ahí el jardín del infierno de muchas naturalezas purísimas. No hay sueños impunes. Ymucho menos si se sueñan cuando estamos despiertos. En esos parques ilusorios no sólo crecen flores, sino plantas anómalas, yerbas parasitarias y venenosas; en esas arboledas se oyen no sólo ruiseñores, sino desafinaciones repugnantes. Trataré de ser claro. Otra igual, mozo. Toda sustancia, mejor deje la botella, toda sustancia artificial que ejerce una acción electiva sobre los centros nerviosos superiores, simula arcoíris de felicidad, pájaros de fuego, mermeladas de inteligencia, siempre hay una primavera inicial en la que la Mariposa o, con perdón de la palabra, el alma, lejos de deambular andrajosa y derrengada, está como borracha de alegría y forrada de divinidad, pero se sabe que a la larga los Castigos son inexorables. Algo acabará por romper un día el frágil salterio de Israfel, que no está en el corazón, como decía el hermano Poe, sino en la cabeza. Ahondemosun poco el problema, mientras Oribe habla en voz baja por teléfono; dicho sea de paso, qué manera de telefonear la de esa chica. La inspiración a secas, la vieja inspiración sin culpa y en estado puro, el salterio intacto sin aleación de la menor cápsula o botellón ajenos a su naturaleza inocente, qué es en sí misma, qué es sino el resultado de una inhibición o estupor de la parte racional de la Mariposa. Las tropillas de imágenes desaforadas, la hiperlucidez, el caos fulgurante de las ideas en el que parece imposible introducir una pausa, qué son, qué fueron nunca sino una forma de parálisis: parálisis del elemento superior o yegua madrina, parálisis de la conciencia vigilante y serena que juzga, corrige, sosiega, y que, cuando anda bien del hígado, escoge los materiales más nobles de donde quiere y como le conviene, para usarlos según la divina proporción. La creación estética ya es en sí misma un amago de locura. Paralizadas las facultades de primer orden, las otras suben de las profundidades, se abandonan a su libertad y producen, sin que nadie sepa por qué, los efectos más misteriosos e inesperados de este mundo, cuadros, música, versos, novelas. Elarte, el arte y si me apuran ciertas formas superiores del pensamiento son el producto de una enfermedad del alma. No hace falta que compartas esta idea, no hace falta que nadie la comparta, basta con que yo no me la siga callando. Son rupturas del equilibrio espiritual. La pregunta es qué pasa cuando un hombre violenta deliberadamente ese equilibrio. El hombre nació para ser feliz, no para sufrir y hacer sufrir con la excusa de la poesía y la belleza: el secreto de la vida es sentarse a tomar mate con la mujer y los hijos a la sombra de una parra. Pero admitamos que hay o hubo alguna vez un arte bueno, sereno, natural como un gatito que se despereza. ¿Eso es lo que buscamos? No es lo que buscamos ni es lo que podemos. Y qué pasa, entonces, qué pasa cuando se ha llegado voluntariamente a este manicomio en el que estamos metidos. Santiago, en silencio, se sirvió ginebra y se quedó mirando el vaso, pensativo. Pasa lo que llamamos el arte contemporáneo. O mejor, lo que podríamos llamar el alma del artista contemporáneo. Una mariposa en escombros. Incapaz de sentir nada, de amar nada, de crear nada sin apelar a frasquitos y botellones. Una mascarita. Uno de esos disfrazadosdel último baile de carnaval. Una mascarita de final de corso que camina absorta por las calles de una ciudad vacía, dijo Santiago, suponiendo que Santiago o alguien hablara. –Me gustaría saber qué hay allí. ¿Qué habrá en esas cosas? –¿Cómo? -Ahora me interesaba que pe hubiese soñado conmigo. Tenía la impresión de que yo también había soñado, pero no podía recordar bien qué.- ¿Sí? -dije, dejando de masticar mi pastel pegajoso. –En este caso tiene que ir ella o nadie. –¡Qué va! El que se va a morir es este siglo que está muy viejo. Yo no. Pienso enterrar al milenio y vivir hasta los ciento quince años. O más. Doblé por cualquier parte. Tomé un taxi y a las tres cuadras me salió al paso el edificio de la vieja Terminal. Me recuerdo discutiendo por un pasaje que no quería utilizar y volviendo al hotel por una vereda junto a la que se alzaba un paredón de piedra en el que vi una puerta con la siguiente inscripción:Casa de Dios y Puerta del Cielo.Hoy sé que era el paredón de la Compañía de Jesús, entonces no lo sabía. ¿Qué pasará si entro?, me limité a pensar. Antes hay como una laguna, una zona imprecisa y ambigua donde, estoy seguro, ocurrieron las cosas definitivas. Una moneda que se me cayó de las manos. O la aparición de la sirenita. Hechos pequeñísimos de los que recuerdo la forma, pero cuyo significado real se me escapa como si mi memoria fuese exactamente una laguna, como si todo lo ocurrido aquellos dos días fuera eso, un agua caótica donde yo trato inútilmente de recoger matices, cifras, sombras, con una red demasiado tosca por donde se escurre lo que de veras importa. La señorita mayor, por ejemplo, o el color del cielo, un cielo que repentinamente se vuelve plomizo y hostil y que en aquel momento me pareció un signo anunciador de algo. Una palabra oída al pasar, que influyó quizá en mi ánimo, que tuvo sentido, que tal vez fue la verdadera causa de mi decisión de comprar aquel pasaje. Iba hacia la terminal y era como si la ciudad se borrara y en su lugar comenzara a construirse el fantasma de otra, otra que ahora es ésta, en la que no siempre las calles corren en la dirección exacta ni los monumentos o las plazas están en el punto que marcan los planos, mi ciudad, donde las paralelas se cortan y una misma ochava española puede estar en dos esquinas distintas. Era poco más de mediodía; pero parecía el atardecer. Cine General Paz, leí desde el taxi,Hace un año, en Marienbad,y pensé que si fuera de verdad el atardecer me habría gustado dar una vuelta por la Plaza Martín para ver la llegada de los tordos. Negros, cayendo como la tormenta sobre los robles y los plátanos, si no chillasen tanto serían un espectáculo alucinante, pensé. El último sombrío cuadro de van Gogh, claro que allá son cuervos. Y además no fue el último. –Por qué estás haciendo esto. La mirada matriarcal y antiquísima. Murmuré violentamente:.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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