15 de enero de 2025
Comentario destacado
Esl students
–¿Por qué no contestabas? -dijo Maestro-. Llevamos horas buscándote por todas partes. Sicardi fue a San Isidro y la mucama dice que no has aparecido por ahí en toda la semana. El carretillero cayó al pavimento y al soltar las riendas el caballo paró. Un carro que venía a toda verraca, ventiado, se detuvo en seco contra el carretillero estripándolo pero no lo mató: no lo mató porque ya estaba muerto. Y perdón por la palabrita que grité arriba pero es castiza: son los mismos "hideputas" que dijo Don Quijote aunque elevados a la enésima potencia. De todos modos, con perdón. Es que los animales son el amor de mi vida, son mi prójimo, no tengo otro, y su sufrimiento es mi sufrimiento y no lo puedo resistir. El examen para ver si portábamos en el torrente sanguíneo, entre tanta vitalidad desviada, el bichito solapado del sida nos lo hicimos juntos la víspera de uno de mis viajes a México, uno de tantos que he hecho entre el país de la coca y el país de la mentira, y en los que se debate desde hace mucho mi vida, de aquí para allá, de allá para acá, como pelota de pingpong, yendo y viniendo, jugando contra sí mismo mi destino. Nos lo hicimos y yo partí y se me olvidó el asunto. Recuerdo que como tantas otras veces él me acompañó al aeropuerto. –Quiero vomitar. Por favor, déjenme vomitar. Por favor, tráiganme algo para vomitar. -Pero este doctor Brodsky replicó: Nací en el año de la Nova Hércules, el 27 de marzo de 1935. Aries. Eran las ocho de la noche. Escorpio. Signo de fuego y sexo, nuevamente oh, incurable. Cuidado con los golpes en la cabeza. No le falta más que la túnica, el zodíaco atrás y esa especie de juguete enorme, el universo, con planetas y círculos. Urba. Doctor Urba. ¿Usted se golpeaba a menudo, mijito?, no lo dijo pero lo oí, y él ponía ojillos con elle, rendijas o ranuras de alcancía, muy tipo Doktor Urba Herr Proffesor und Privatdocent Urba. Y el otro, ¿quién será? Cherubini. Padre Custodio Cherubini. ¿y por qué habla de esa manera? Pero el hecho es que sí me golpeaba a menudo y que la cabeza cada día me duele más, como si me barrenaran el cráneo o como si quisieran arrancarme algo con una gran pinza de dentista, tirando hacia abajo para desarraigar una muela gigantesca y podrida. Quizá los fórceps. Salí todo machucado, mamá, resistiendo heroicamente hasta último momento, conmigo no podrán hijos de puta. Al menos te habrá dolido bastante, grandísima atorranta. Llámame tía y cuidadito con decirle nada a tu padre. Y creo que me daba cuenta, por supuesto que me daba cuenta, si ahora me doy cuenta es porque entonces ya me daba cuenta. Nadie recuerda lo que no recuerda. Complicidad infantil, protoalcahuetería. Estebancito Celestina de siete años traidor a la causa del gran Sandokán, su padre, con quien sin embargo navegaba de noche por la Rada de Batavia, recuerdo su voz profunda leyendo al abordaje mis tigres, voto a bríos, entre el tronar de los arcabuces y las espingardas, sin saber él que yo la llamaba tía y que el avión aquel me lo regaló un señor. Perdón, papá. ¿Quién será Bríos? Hace unos días soñé con ella, venía caminando de espaldas desde el fondo de un pabellón. De espaldas pero con la cabeza vuelta hacia mí. No fue un buen sueño. Tenía un guardapolvo con un número o una letra, que yo veía claramente pero que no podía leer. Un alfabeto de manicomio. Sus ojos, sobre todo. El lago del corazón del que hablaba Dante no está en el corazón, está en los ojos. Yo creo que la locura se hereda. En el fondo me gusta la idea. No seré noble pero vivan las taras familiares. Blasón no, ley de herencia. El menor peligro que se corre jugando a ser loco, llegar a serlo. Fiksler también jugaba, algún día ir a visitarlo al Neuropsiquiátrico y escribir sobre la cordura de don Jacobo. Sólo que por qué jugaba. El famoso demonio de la perversión, chueco jorobadito ladino que hace leer a Artaud, al viejo Poeta, a Nerval: hacete el loco que te queda lindo. Mi madre con sus enormes ojos opacos, como cuando de noche se sentaba de golpe en la cama y me decía Esteban, tuve un presagio. ¿Qué es presagio? Una premonición, un anuncio: ellos están cerca, vienen hacia acá, me van a llevar. Y yo pensaba quién va a hacerme el café con leche por la mañana, mamá. Pensar eso era el miedo. De mañana era buena, madre-diurna, hacía caricias, contaba historias, decía que las soñaba. Y una mañana no estaba más, zas, pensé, se la llevaron, pero mi primo Julio dijo se piante con un tipo y empezamos a rodar por el patio de baldosas, caí de cabeza pero igual le gritaba retirá lo dicho. Laura estaba mirando. Sucia carroña, gritaba yo. Me parece que uno ya viene con la literatura puesta. Anankee. Las estrellas inclinan pero no determinan. Como el materialismo histórico. Santo Tomás pensaba algo parecido, el futuro de los pecadores está bajo el dominio de los astros, sólo los pecadores tienen destino. Idea rara. Algo puede haber, sin embargo. Como la influencia de la Luna sobre las mareas, algo así; o sobre las cosechas. ¿Las mujeres? Por ejemplo. Lógico: astro lógico. Mira a van Gogh, multicolor imbécil, loco ariano desorejado babeándose gritando imposible imposible. O Baudelaire. He cultivado mi histeria con regocijo y terror, ¿cómo seguía?, y hoy nosecuánto de nosequemés de nosequéaño he sentido pasar sobre mí el viento del ala de la imbecilidad. Ahí tenés lo que se llama un presagio. Bach también de Aries, pero manso. De todas maneras uno se tiene que ir dando cuenta. Al principio debe ser algún tartamudeo. O enojarse por cualquier estupidez. O ver algo que no está. Las voces, eso es lo raro. Hace unas noches, en Rosario, en esa casa de Fisherton. Pero fue de dormir poco, y del botellón de whisky que tomamos en esa casa. Había un médico pelirrojo, pelitieso y peligroso. Parecía un fósforo recién encendido. Su apellido era fácil, significaba algo que se parecía a él, raro que no me acuerde. Nunca vi a nadie tomar tanto, creo que tenía una cuestión personal conmigo. Cantaba bien. No tan raro, ya que cuando salí de esa casa yo no sabía ni mi propio nombre. Como esta mañana. La cuestión es que lo oí claríto. Pactemos. Y me desperté, en la bañadera. Además no estaba dormido ni eran voces. Era como pensar con fuerza, como si ahora pienso: Pactemos. ¿Qué? El asunto de los pájaros ya es un poco más divertido, el cansancio hace oír pájaros. Trinos. Pajaritos en la cabeza. Signo, señal. Indicio y dato. Humo y fuego. –Si, no entiendo cómo llegaste a eso. Siento curiosidad. Y, sin saber lo que hacía, volvió a golpearlo como si no pudiera gobernar su mano, que fue y vino. Te calzaste las sandalias y entramos. –Oh, iré a casa -dije-. De vuelta con pe y eme. Se vistió a las apuradas y, mientras esperaba un taxi, se pintó los labios y se alisó el pelo, que el sueño había enredado y erizado. Pocas veces se había sentido tan hinchada, tan fea. Estaba segura de que, al llegar al diario, el jefe de personal, Sicardi, la llamaría para reprenderla y avergonzarla delante de los otras redactores, como era su costumbre. Aliviada, no lo vio caminar por los pasillos. Encontró en cambio una carta sobre su escritorio en la que Sicardi le informaba que los editores, durante la reunión de la tarde, habían decidido promoverla a jefa de un área que no existía hasta entonces, Investigaciones Especiales, y que se le duplicaría el sueldo con efecto retroactivo al 1° de julio. Para que la instruyeran sobre sus nuevas obligaciones debía presentarse a la brevedad en la oficina del doctor Camargo. Parecía no escucharme. Sin tiempo de ponerme los calzoncillos, recogí, en un bulto, la ropa y los zapatos. Alcancé a repetirle que no perdiera tiempo en vestirse y que adecentara un poco la cama. En la puerta, me di vuelta: no miraba. Y al terrible matacuras que hay en mí, descendiente rabioso de los liberales radicales colombianos del siglo XIX como Vargas Vila y Diógenes Arrieta, de la Revolución Francesa, el marqués de Sade, Renán, Voltaire, sectario, hereje, impío, ateo, apóstata, blasfemador, jacobino, le dio en aquella ocasión un ataque de ira santa que casi lo mata. Sobrevivió porque estaba escrito en el libro del destino que había de escribir éste. Y aquí me tienen, viendo a ver como le atino a la combinación mágica de palabras que produzca el cortocircuito final, el fin del mundo. Punto y aparte, señorita. Y no me le vaya a poner cursiva a nada, que las detesto. Y a propósito, lo de «alto riesgo» del curita de Boston, ¿cómo lo puso? ¿Simple, o entre comillas? Dejarse robar uno la cédula en Colombia es peor que matar a la madre. .

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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