15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Por lo que veía en el cine y leía en las novelas, Camargo imaginaba que sólo las mujeres sufrían las infidelidades y crueldades de los maridos hasta que éstos terminaban abandonándolas. No se le había ocurrido que los hechos de la vida pudieran suceder al revés. Tampoco a él le había importado, como al padre, que la madre anduviera con otros hombres. ¿Pero por qué se había marchado sin él, sin el hijo? ¿Qué le había hecho Camargo? Jamás se quejaba, era obediente y estudioso, se planchaba él mismo la ropa y trataba de que nadie lo viera cuando lloraba. ¿Por qué lo había dejado, entonces? Mierda, las mujeres. –Dios quiera que no sea así. Si tiene que morir, ojalá sea rápido. Voy a poner en venta la casa del lago, los muebles, las cerámicas, las cañas de pescar. ¿Quién querrá comprar esas cosas tan viejas, tan solitarias? Las chicas me han dicho que si la abuela muere, van a abrir las jaulas y soltar los pájaros. Podrías ir vos allá. Podrías ir y volver algún fin de semana. No sería la primera vez. –¿Entonces es verdad? Querés quedarte sola en Washington para salir con tu amiguito, ¿no? ¿Desde cuándo me lo estás ocultando, puta? –Fíjense en Mateo -dijo-. La segunda venida de Cristo, que en griego se llama Pamsía, debe estar precedida por guerras, hambres y terremotos. Hasta ahí el vidente podría tener razón, porque nos ha caído poco o mucho de todo eso. Pero también Mateo advierte, citando a Jesús, que habrá falsos profetas y falsos cristos creando la ilusión de la segunda venida. Sobre ese punto Mateo es muy escrupuloso. Lean con atención el capítulo 24. No hay que creer, dice, a los que anuncian que Cristo ha vuelto a predicar en los desiertos o está yendo y viniendo por las casas. Porque cuando deveras llegue, se abrirá el cielo, se llenará de luz y lo veremos todos. La epístola de san Pablo es todavía más elocuente. Sabremos que Cristo ha vuelto, dice, porque un arcángel hará sonar la trompeta de Dios, y el Señor descenderá en compañía de todos los justos resucitados. No es eso lo que ha pasado en Olivos, ¿no? Lo que el presidente vio en el limonero, si es que vio algo, fue un espejismo. O está mintiendo. O se le apareció el demonio. Cualquier aprendiz de teología puede explicar eso mejor que yo. Me extraña que no hayan protestado más obispos. O que Juan Pablo II no se haya quejado desde Roma. –Tampoco te gusta el gazpacho y el pavo tiene gusto a mierda -dijo Camargo-. Todas las mujeres que conozco tienen algún prurito con la comida. –Los muchachos, Darío -le increpé-, son un bien público, no propiedad privada. Que los tome el que quiera y los pueda pagar. ¡O qué! ¿De viejo te va a entrar la posesiva? Y mientras el taxi avanzaba por la carretera de Rionegro alejándome de él, volví a verlo como lo vi a mi regreso bajo su tienda de sábanas, esperando a que el horror de la Muerte viniera a librarlo del horror de la vida. Volví a verlo turbiamente, en mi recuerdo encharcado. No sé si entre aquellas casitas campesinas que quedaban estaba la del pesebre, o sea, quiero decir, la del pesebre más hermoso que hayan hecho los hombres desde que se estableció la costumbre de armar en diciembre nacimientos o belenes para conmemorar la llegada a esta mísera tierra a un establo, auna pesebrera, del Niño Dios. Todas las casitas campesinas de la carretera, desde que salíamos caminando de Santa Anita hacia Sabaneta tenían pesebre, y abrían las ventanas de los cuarticos que daban al corredor delantero para que lo viéramos. Pero ningún pesebre más hermoso que el de la casita que digo yo: ocupaba dos cuartos, el primero y el del fondo, llenos de maravillas: lagos con patos, rebaños, pastores, vaquitas, casitas, carreteritas, un tigre, y arriba de la montaña, en lo más alto, la pesebrera en la que el veinticuatro de diciembre iba a nacer el Niño Dios. Pero estábamos apenas a dieciséis, en que empezaba la novena y en que hacíamos los pesebres, y faltaban exactamente ocho días para el día, la noche, más feliz. Ocho días de una dicha interminable en espera. Verónica alzó una mano y la agitó suavemente junto a la cara de Esteban. –Facundito. Una maravilla de chico, y de una sensibilidad. No me mire así. Hace tapices. Lo que no me gusta es toda esa barba que se ha dejado ahora y esos pelos rulientos, no le sientan. –Darío. –¿Ellos? No sé, siempre discuten. Me hubiera gustado saber de qué se reía pero no tuve tiempo de preguntárselo, porque aquello, lo que fuera aquella cosa que se había desencadenado en alguna parte y avanzaba por la calle como un trueno negro ya estaba casi sobre mí, una masa sombría que patinó largamente sobre el empedrado con un vagido de animal mítico, una especie de brama o de relincho -… el de la Muerte, ahijadito, grandísima yegua que impide llegar con salud a la otra vereda, porque lo que estaba avecinándose ya llega, porque venimos avanzando vertiginosos, desgolletados, dejando el culerío- mientras el jujeño me toma del brazo y con brutalidad me aparta, y una hoja, volando de su carpeta, planea un instante en el airey va adar a mis manos -¡Cuidado! -y yo alcanzo a ver en la cúpula la oscilación de la campana mayor a punto de tañer la primera llamada del Oficio de las nueve y a una de las palomas que, sobresaltada, anticipándose al tañido, inicia el movimiento del vuelo en el arco del campanario, imagen que bien pudo ser… -¡Póstuma! Imagen que bien pudo ser póstuma, dulce asfódelo, porque ya hemos soltado amarras y llegamos raudos, cacofónicos, pedorreicos, tocando a la manera antigua y a los cuatro vientos una dantesca trompeta con el culo. Obsesionado con ese pájaro escurridizo e inarmónico que no se dejaba ver y que le hablaba en algo así como uraloaltaico, vivió Darío los Últimos días medio tranquilos que tuvimos: luego la sulfaguanidina dejó de funcionar, la diarrea se le declaró de nuevo, y se acabó la tregua que nos concedió la Muerte. Enel manicomioinfierno presidido por la Loca explotó el pandemónium..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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