15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Nada. Una especie de puntada en la nuca. Alcancé a agregar dos o tres proverbios y oí por fin el timbre de llamada para la última parte deLa Danza Macabra,de Strindberg. Ignoro qué ocurrió con exactitud mientras hablaba o cuál era la expresión del doctor Roque Cantilo. Y en cuanto a esto, mejor que lo ignore. Tampoco sé qué hizo Santiago ni por qué vos tardaste tanto en hablar por teléfono. Me acuerdo mejor de tus ojos, afantasmándose entre el humo, y de cómo, más tarde, Verónica no apartó su brazo cuando, en un movimiento casual, su brazo quedó junto al mío en la oscuridad. Verónica, que ahora, con los codos apoyados sobre la mesa y el rostro entre las palmas de las manos, como dentro de un tulipán abierto en dos, y mirándome desde un fiordo noruego, está preguntando de qué conversábamos, con tanta animación. –Cómo qué más. Te parece poco un elefante. –Nadie niega haberle dado algunos golpecitos suaves -comentó el doctor-, para enseñarle una lección, por así decirlo, pero es evidente que tú, querido muchacho, con el vigor y aún diría la irresponsabilidad de la juventud, le diste el cup de gras. Qué lástima. –Estás cambiando de tema. Y, además, a quién necesitas; no a mí, sino a un perfecto desconocido que llegó anoche, a un tipo que a lo mejor no tiene nada que ver conmigo. El mundo helénico, según el profesor Urba, o mejor, la Casa universal que los griegos habían construido para el hombre, comenzó a rajarse desde adentro. Y el padre Cherubini dejó en suspenso el acto de sonarse la nariz cuando el astrólogo agregó que la había rajado el Mal. "II male o il Malo?", preguntó el padre Cherubini. "Vos la rajaste?" El Mal, repitió el astrólogo. La noción del Mal. Para Sócrates, la idea del Mal era un puro concepto negativo, no era nada; era la estupidez pura o la ignorancia. Con el judeocristianismo, con nosotros, dijo enigmático y sonriente el astrólogo, el Mal comenzó a ser una fuerza espiritual activa, un componente esencial del alma del hombre concreto. "Ecco", dijo el padre Cherubini, y se sonó. De cualquier modo, aun en los orígenes del cristianismo, el armónico ámbito de las esferas tolemaicas y sus números y su música, es decir, el viejo hogar construido hacía siglos por Pitágoras, Platón y Aristóteles, seguía siendo habitable; cabían en él el hombre y su alma doble, aunque en ella ya combatieran el ángel bueno y el otro. Al decir estas palabras, el astrólogo señaló al padre Cherubini, tocándole con un dedo la barriga, y luegose señaló. "Negó!", tronó el padre Cherubini, "Vos et yo sernos la mesma substancia, sernos la dual epiphanía de uno solo spíritu. Ego son la epiphanía positiva et non poluta y tú venís a resultar la antistrofa, la contradanza. O non evocas lo libro de fob?" El profesor Urba, pacientemente, dijo que ésa era otra cuestión y que por favor no lo interrumpiera o no iba a terminar nunca. "Oyó silente", dijo sumiso el padre Cherubini. "Trai el boteyón." Un nuevo crujido estremeció la Casa en el siglo IV. San Agustín, aunque consiguió tapar aquella primera grieta e incorporar el Mal a la concepción metafísica del hombre de la Edad Media, tuvo la premonición de que la morada se estaba rajando también por el lado de afuera. Y aunque no vió el Espacio, sintió el Tiempo. Porque la otra grieta fue el Tiempo. Había algo, algo inquietante en el Tiempo de su tiempo, que lo alarmaba y desconcertaba. Sínema ex me quaerat, scio-, si quaerenti explican velim, nescio.Si no se lo preguntaban, lo sabía; si quería explicarlo… "No me ofendas traduciendo", dijo el padre Cherubini y agregó de corrido Quid est enim tempus? Quis hoc facile breviterque explicaverit? Quis hoc ad verbum de illo referendum vel cogitatione comprehenderit? y dijo que ahora sí se quedaba callado aunque no sin antes agregar chúpate esta mandarina. Sí, quién podría, pensaba Agustín, explicarlo fácil y brevemente; quién podía comprender el tiempo en el pensamiento para hablar luego de él. Y por eso Agustín fue el primer hombre que planteó, en primera persona, el problema del Mal y del pecado, y el primero que sintió el Tiempo como el ámbito problemático de la existencia. Para el mundo antiguo, para el mundo precristiano, la verdad, las ideas morales, la belleza estaban por encima del tiempo, eransub specie aeternitatis, yla eternidad era la perfección del tiempo. El tiempo era una degradación de lo eterno, más o menos como el hombre era los escombros de Adán. Una caída. Una imagen móvil y evanescente de lo Absoluto. En cuanto al Espacio, no era nada. O casi nada. Era el sitio que ocupaba la mansión, lo finito, el borde que dibujaba lo real. El hombre, acostumbrado a ver las montañas sobre el fondo de la luz, el ábside de los templos contra el azul del cielo, sólo concebía el lugar donde aparecían, netas y claras, las obras de Dios y sus propias obras. Lo infinito era lo imperfecto, tan imperfecto como el Mal. La grieta en elespacio apareció después. Antes, se oyó el crujido del primer milenio. La Iglesia, mi santa madre¡"Tu agüela", murmuró haciéndose el distraído el padre Cherubini) ya había conseguido poner, a su manera, la casa en orden. El Mal era una necesidad del Bien, la Tierra, redonda y quieta, era como un plato que flotaba sobre un mar inmóvil; las estrellas resplandecían sobre nuestras cabezas para que recordáramos la grandeza decorativa del Creador. Y el Tiempo, el angustioso tiempo de Agustín, se articulaba por fin con la eternidad: si el Papa era Vicario de Dios, que es lo eterno, y era soberano del mundo, que es lo temporal, podíamos dedicarnos a la quietud, a la contemplación, a iluminar los libros que guardaban para siempre todo el saber, y a estudiar, en la lengua incorruptible, las artes liberales. "E a descogotarnos en los torneos, apestarnos con la Peste, et expoliar a los poveros campesinitos, pa no fablar de los ostrogodos y otros raudos caualleros vandálicos", dijosin poder contenerse el padre Cherubini, a lo que el profesor Urba, asintiendo con una sonrisa, respondió que por el momento sólo le interesaba la superestructura espiritual del problema. "Ma", dijo el padre Cherubini, "non érades marxista?" En cierto modo, dijo el profesor Urba. "Ego te absolvo, pichón", dijo el padre Cherubini. Y fue justamente ahí, fue en ese milenario instante de casi perfecta quietud, cuando, sin saber lo que hacía, un pequeño monje benedictino quiso rematar la alta cúpula de la casa de la Fe y demostrar, con la razón, lo indemostrable. "San Anselmito!", prorrumpió exultante el padre Cherubini. "Largomento ontológico: ese cristalito diamantino con il cuale le pusimo la tapa a lo Insensato et probamos, urbi et orbi, la existencia de Tata Dios." Exacto, convino el astrólogo. "Anhelas que te lo recite?", preguntó el padre Cherubini y antes de que el astrólogo pudiera impedirlo lo recitó en latín y en pancocoliche, pidió más vino y se dispuso a seguir escuchando. El argumento ontológico, sí, dijo casi con melancolía el profesor Urba, argumento que fue, en rigor, la primera noticia que tuvieron los hombres de la muerte de Dios. "Ma, qué dice la Bestia?", se escandalizó el padre Cherubini. Digo que te calles, Custodio, y digo que en el momento preciso en que Dios necesitó ser demostrado por la razón, como si fuera un teorema, como si fuera un cálculo matemático, en ese mismo momento se oyó en lo alto del cielo un gemido de agonía que conmovió las estrellas, la casa volvió a crujir, y el mundo, que más o menos habían recompuesto la teología, el papado y la espada de los príncipes, comenzó a ser este mundo. En ese momento, que duró tres siglos, apareció el espacio. Y apareció por los cuatro costados de la casa. Los viajes, las cruzadas, la construcción de las ciudades, según el profesor Urba, hicieron del atemporal e inmóvil mundo medieval un mundo cambiante y sometido a las leyes de la historia, y el espacio plano, la tierra, dejó de ser el lugar que ocupaban las cosas para transformarse en el medio por elque se desplazaban los hombres y las cosas. Bastó, una noche, alzar la mirada y contemplar el cielo, para sentir la angustia y el esplendor del espacio. La noción de inmensidad, el terror y la fascinación de lo infinitamente extenso, conmovieron la casa hasta sus cimientos. Y eso fue el Renacimiento. La infinita divinidad de Nicolás de Cusa, el sistema de Copérnico, los inagotables orbes fulgurantes de Giordano Bruno, iban por fin, a dilatar el mundo en todas direcciones. El arte, como siempre, intuyó mucho antes esa transformación, y creyendo contar un descenso al Infierno o inventar la perspectiva, cantó y pintó el drama de su tiempo: la rajadura que se abría en el techo, en el piso, en las paredes de la casa del hombre. A esa conclusión llegué yo, llegamos todos, y antes que todos mi pobre padre que era el mismo suyo, que le perdió la paciencia y que le dejó de hablar. –Tengo el invierno en el cuerpo -dijo. Tropezó en la oscuridad y volvió a reír. Me tomó del brazo. –La teja de tu cabeza, irresponsable, cabrón, que la tenés corrida. –Alargá la mano y apagála vos, que no sos manca. Entonces estallaba en una explosión de odio, y en cumplimiento de lo único que sabía hacer, mandar, me mandaba a la puta mierda. Sólo abría la boca para mandar, pero la mantenía abierta. ¡Pobres cuerdas vocales las suyas, qué agotamiento! Por ese solo concepto de ese solo agotamiento de sus solas cuerdas vocales se nos iba a ir al cielo. Por lo pronto que me iba a desheredar. –Sí -contesté-, y quégrasño mundovonoso. -Cerré fuerte losglasos, como si me dolieran, y dije:- Ahora váyanse. Pensaré en eso de volver. Pero las cosas tendrán que ser muy distintas. Nos levantamos de la banca del parque y dimos una somera vuelta por detrás de la iglesia tras despedirnos, por supuesto, del Difunto. Al regresar ahí estaban: bajándose de una moto, en el atrio, pensando que estábamos adentro pero no, estábamos afuera, y detrás de ellos. Sin muchas averiguaciones, ipso facto, en plena calle, Alexis les hizo lo mismito que otros le habían hecho al Difunto en el salón de billares: los encendió a bala. Estos difuntos, sin embargo, hasta donde yo sé, no regresaron nunca de su oscuro reino. Ahí están todavía esperándome, a mí con mis dudosos lectores. –No fue exactamente así -dijo Santiago-. Tampoco le presenté a ningún padre Cherubini. –Tiene que firmar. Hermanos, no podía creer a mis propios oídos. Me parecía que había estado en esemestovonoso toda una vida, y que me lo pasaría allí eternamente. Pero siempre había sido una quincena, y ahora decían que la quincena casi había terminado. Darío había vivido tan egoístamente que le importaban un comino los vivos y los muertos. Y ahora que se iba a morir empezaba a darse cuenta de que los vivos por más vivos que estemos al final nos morimos..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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