15 de enero de 2025
Comentario destacado
Critical means
–No sé si te entiendo. –¿Ustedes ya no tienen escrúpulos? Conspiran contra la democracia, se meten con la familia del presidente. El gobierno espera críticas sanas, no periodismo amarillo. –Pío -me pareció que dijo. –¿Es urgente? -dice. Con la mano libre, acerca el telescopio y observa. –Eh, venga a ver esta noticia -dijo la chica, sin levantar la vista de la pantalla-. Fíjese quién ha muerto. Robert Mitchum. Cómo me gustaría escribir sobre eso. El abuelo está junto a la chica. Le grita que monte en las ancas del moro. Ella no contesta, parece no escucharlo, mira como enajenada a la yegua quebrada, el blanco demencial de los ojos de la yegua es de un horror intolerable. No hay nada más espantoso que el dolor inexpresivo de los animales. Laureano ve acercarse a los treinta. Ya no hay tiempo para nada, piensa. Desmonta y habla con suavidad. "Cierre los ojos", dice, "voy a matarla." La chica cierra los ojos, él le pasa un brazo por sobre el hombro y cuando ella apoya la cara en su pecho le dispara un balazo en el corazón. Vuelve a cargar la pistola y sacrifica a la yegua. Después monta en el moro y carga contra los treinta. La última cosa que vio en este mundo fue su propio cuerpo, de pie, entre un montón de muertos y de hombres gritones que lo sableaban a mansalva; sin comprender lo que veía, vio desde el suelo su propio cuerpo decapitado, vio su brazo que todavía sostenía el sable, vio en el cielo una franja colorada que le pareció el amanecer. Hematólogos, hepatólogos, cardiólogos, neurólogos, gastroenterólogos, radiólogos chutándose la pelota de papi unos a otros, eso fue lo que encontré cuando llegué. No les quedaba faltando sino su compinche el sepulturero para meter el gol. Y ahora Nora me mostraba las radiografías, tomografías, sonografías, esofagoscopias, colonoscopias, toda la estafa, toda la infamia. –No me lo preguntó. Además no entiendo mucho de esas cosas. Años hace que no venía a esta catedral al Oficio de Difuntos, a rezar por Medellín y su muerte, pero ahora Alexis, mi niño, me acompaña. He dejado de ser uno y somos dos: uno solo inseparable en dos personas distintas. Es mi nueva teología de la Dualidad, opuesta a la de la Trinidad: dos personas que son las que se necesitan para el amor; tres ya empieza a ser orgía. Viniendo de la catedral, en el parque de Bolívar donde Junín desemboca a éste, en ese Centro Comercial de ladrillo que construyeron sobre el sitio mismo en que se levantaban, siglos ha, arqueológicamente, las dos cantinas de mi juventud, el Metropol y el Miami, ahí presenciamos la escena: un gamincito sucio y grosero insultaba llorando a un policía: "¡Gonorrea! -le decía-. ¡Por qué me pegaste, gonorrea!" Y tres de los espectadores del corrillo defendiéndolo. Son esos defensores de los "derechos humanos", o sea los de los delincuentes, que aquí surgen por todas partes espontáneamente para sumársele al "defensor del pueblo" que instituyó la nueva Constitución que convocó el bobo marica. Yo no sé por qué le pegaría el policía y si le pegó, pero la palabra en boca de ese niño era la más cargada de rencor y de odio que he oído en mi vida. ¡Y miren que he vivido! "¡Gonorrea!" El infierno entero concentrado en un taco de dinamita. "Si este hijueputica -pensé yo- se comporta así de alzado con la autoridad a los siete años, ¿qué va a ser cuando crezca? Éste es el que me va a matar".Pero no, mi señora Muerte tenía dispuesto para esta criaturita otra cosa esa tarde. El policía, uno de esos jovencitos bachilleres que están reclutando ahora para lanzarlos, sin armas y atados de manos por las alcahueterías de la ley, al foso de los leones, no sabía qué hacer, qué decir. Y los tres defensores enfurecidos, abogando por el minúsculo delincuente y cacariando, amparados desde la valentía cobarde de la turbamulta, que dizque estaban dispuestos que dizque a hacerse matar, que dizque si fuera necesario, del que no tenía armas. Pues se hicieron pero del que sí: sacó el Ángel Exterminador su espada de fuego, su "tote", su "fierro", su juguete, y de un relámpago para cada uno en la frente los fulminó. ¿A los tres? No bobito, a los cuatro. Al gamincito también, claro que sí, por supuesto, no faltaba más hombre. A esta gonorreíta tierna también le puso en el susodicho sitio su cruz de ceniza y lo curó, para siempre, del mal de la existencia que aquí a tantos aqueja. –Bastián -dijo, apretándole las muñecas-. Ignacio. Eso, hermanos míos, era lo que me preguntaba a la mañana siguiente, de pie fuera del edificio blanco que estaba como encajado en la viejastaja, vestido con misplatis nocturnos de dos años antes, a la luz gris del amanecer, con unamalenca bolsa donde tenía mis pocasvesches personales y algo de dinero amablemente donado por lasvonosas Autoridades para ayudarme a empezar la nueva vida. Y noté que acababa de interrumpirlo diciéndole, nada menos, que hay modos idénticos, formas de la mañana que se arquetipan para siempre. Santiago levantó las cejas. Como de cualquier manera ya no tenía remedio continué: Si.¡Muévanse, mulas! ¡Llévense en mil quinientas cargas toda la basura de mis recuerdos! La mujer ha vuelto a ponerse de pie frente al espejo del dormitorio y ahora mueve la cabeza de un lado a otro. Tal vez esté también oyendo música, U2, REM o cualquiera de esos sonidos que a él lo desesperan. El pelo largo y oscuro de la mujer, rozándole los hombros, es un viajero desorientado en el mar de ninguna parte, y las ubres indefensas de corderita alzan los pezones en busca de aire fresco, marcadas por las estrías largas que él ha observado más de una vez. ¿Cómo unos pechos tan escuetos pueden tener estrías? –No fue conmigo, fue con vos y ahí están -replicaba yo y le señalaba el llavero sobre un arrume de papeles y basura. –Y yo no puedo cambiar de planes. Llevo dos meses detrás de esa entrevista. No me la van a postergar. Tampoco quiero que la posterguen. Pero no me contestó. Lo sentí perdido. Para no tener que subir siguió con timidez a la sala. A la sala de esa casa ajena que sin embargo era la de su amigo del alma. ¿Y por qué ajena? En sus muchos años de amistad con papi, que abarcaban la vida mía, no recuerdo haberlo visto más que unas cuantas veces en micasa, y sólo en la sala. La presencia de la Loca lo excluía. Para los que no fuéramos su marido y sus hijos la Loca había levantado en torno de mi casa una muralla de intimidad polvosa insalvable. ¿Pero de mi casa, digo? ¡Su manicomio, idiota! El manicomio donde reinaba esta mujer desquiciadacon el engendro que tras de nosotros parió. En cuanto a éste, silbaba por donde iba como si fuera un pájaro: era su forma de respirar. ¿O estaría cortejando a alguien? ¿A una gallina? –No me gusta..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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