15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Todos los personajes y lugares de esta novela, aun los que parecen tomados de la realidad, corresponden al orden de la ficción. Leerlos de otro modo violentaría su naturaleza. Él de bucles rubios con un abrigo, yo detrás de él con una camisa a rayas abrazándolo. Espósito trató de no acusar el impacto. Alguien pasó con una bandeja. Se puso de pie. Dejando el Salón Versalles que de Versalles no tiene un aplique, un carajo, tomando por Junín abajo rumbo a ninguna parte se soltó a llover. Estábamos frente a la iglesia de San Antonio, que no conocía. ¿O sí? ¿No la había visto pues en sueños con Alexis vuelta un cementerio en brumas? Le dije a Alexis, perdón, a Wílmar que entráramos. «Pobre Valenti», dijo el presidente en voz alta. «Qué injusticia se ha cometido con ese hombre.» Llevaba alzado el cuello del sobretodo y respondía a los abrazos y apretones de manos sin interés, la mirada vacía, como si estuviera con nadie. Sólo pareció animarse cuando se le acercó Camargo. Lo tomó del brazo y lo llevó aparte: –Callate, chango -me interrumpió Santiago-. Voy a confesarte que este hombre acá es mejor de lo que parece. Me levanté de la cama y me dirigí a un rincón del cuarto donde no me pudiera ver. Allí saqué la jeringa del bolsillo y le quité el protector a la aguja. Luego regresé a su lado y a la botella de suero: sus ojos vidriosos, perdidos, miraban al techo. Entonces hundí la aguja en el tubo de plástico, presioné el émbolo, y con la última gotica de suero que caía empezó a entrar el Eutanal. –Será que estoy pareciéndome a tu jefe, como el país entero. No voy a darles la mano a esos dos ladrones, Enzo. No puedo. Me da asco. -Entonces, tampoco me la des a mí. Yo estoy en el mismo baile. Al Sumo Pontífice o capo de los capos o gran capo, para protegerlo de sus enemigos, los otros capos, esta ocurrencia que tenemos de presidente le construyó una fortaleza con almenas llamada La Catedral, y pagó para que lo cuidaran, con dinero público (o sea tuyo y mío, que lo sudamos), un batallón de guardias del pueblo de Envigado que el gran capo escogió: "Quiero a éste, a aquél, a aquel otro. A ese de más allá no lo quiero porque no le tengo confianza". Con disimulo te quité el lápiz, pegué con él un golpecito sobre la mesa y volví a dártelo, en la mano derecha. Laureano no la miró. Habló con mucha lentitud. –Que los echen -pero otra vez salió er er er. En fin, los tresvecos políticos se marcharon. Y yo también me fui, pero de regreso a mi mundo, a la oscuridad total que se interrumpía únicamente con sueños raros que yo no sabía si eran sueños o no, oh hermanos míos. Por ejemplo, se me ocurrió que todo mi cuerpo oploto se vaciaba de algo que era como agua sucia, y que después lo llenaban con agua limpia. Y después tenía sueños realmente hermosos yjoroschós, y estaba en el auto de unveco que yo habíacrastado, y recorría el mundoodinoco, atropellandoliudos y oyéndoloscrichar que se morían, y yo no sentía náuseas ni dolor. Y también otros sueños en que les hacía el viejo unodós a lasdébochcas, obligándolas a tirarse en el suelo y que me la aguantaran bien, y todos alrededor mirando, golpeando lasrucas y vivando comobesuños. Y ahí me desperté otra vez y eran mi pe y mi eme que venían avidear al hijo enfermo, y mi eme hacía bujú realmentejoroschó. Yo ya podíagoborar mucho mejor, y les dije: –¡Darío, carajo, dónde está el jabón! –Yo también te quiero, Reina, pero nunca he dependido de los deseos de nadie. Nunca, desde que me fui de mi casa a los diecinueve años. –Trato. Pero antes necesito preguntarte algo, no lo tomes a mal. Necesito saber qué es el píloro. La noche fue siniestra. Lloviendo el cielo alienado la noche entera sin parar. El río Medellín se desbordó y con él sus ciento ochenta quebradas. Las unas, las subterráneas, que habíamos metido en cintura en atanores bajo las calles entubándolas a costa de tanto sudor y peculado, se abrían iracundas sus camisas de fuerza, rompían el pavimento y frenéticas, maniáticas, lunáticas, se salían como locas descamisadas a arrastrar carros y a hacer estragos. Las otras, sus hermanas libres -arroyos risueños en tiempos de cordura, mansas palomas- saltaban ahora vueltas trombas rugientes, endemoniadas, de las montañas, a volcarse sobre nosotros, a inundarnos, a ahogarnos, a desvariarme y hacerme subir la fiebre. Y desventrado el cielo, desbordado el río, desquiciadas las quebradas, se empezaron a alborotar las alcantarillas, a rebosarse, a salir a borbotones, y a subir, a subir, a subir hacia mis balcones el inmenso mar de mierda. Conste. Lo advertí. Que íbamosa acabar en eso. Además estos charlatanes de los laboratorios son unos zorros. Para no desbarrar y saber qué le ponen después a uno en el resultado, empiezan a tantear, a preguntar, como quien no quiere la cosa. –¿Qué? -dijo Esteban. Estás oyendo el cuarteto en re mayor de César Franck. Cuando el allegro final cesa de atravesar tormentas y arrancar árboles, la melodía se despereza en una larga llanura. Esas ráfagas de melancolía te sosiegan, pero la mujer, con sus ademanes triunfales, parece decidida a sacarte de quicio. Se ha parado ante el espejo y vuelve a mecerse. Agita las tetas insignificantes y procaces como si buscara algún recuerdo. Deja encendidas las luces y se exhibe ante la ventana, ¿no es increíble todo ese descaro? No le importa que alguien la esté observando, como vos en este instante, asfixiado porel deseo. –Bien -dijo el Encargado de Egresos-, lo dejaremos así. Lo importante es que tengas dónde vivir. Bueno, está también el problema del trabajo ¿no? -y me mostró una larga lista de empleos posibles, pero yo pensé que para eso había tiempo de sobra. Primero un lindo ymalenco descanso. Podía buscarme unacrastada apenas saliera y llenarme así loscarmanos, pero tendría que hacerlo con mucho cuidado y completamenteodinoco. Ya no confiaba en los supuestosdrugos. Así que le dije a esteveco que dejáramos estar un poco la cosa, y que ya volveríamos agoborarla. Elveco dijo bien bien bien y se preparó para salir. Descubrí que era un tipo muy raro deveco, pues en ese momento soltó una risita y luego dijo: -¿Te gustaría darme un puñetazo en la cara, antes que me vaya? -Me pareció que yo no habíaslusado bien, y le pregunté:.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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