15 de enero de 2025
Comentario destacado
Cover letter best
–Para despertarme -dijo Espósito. –Viste el mal humor del presidente, Camargo? Le tiran pálidas de todos lados. ¿Te parece que con tanto bajoneo el país puede tener algún arreglo? Cuando las cosas salen bien, nos quejamos porque no salieron mejor. Lo que le hicieron al pobre Valenti me pegó en el alma. Me llamo Esteban Espósito, no es un buen nombre. Y le cuelga. –Joroschó es la palabra, amigo. Unajoroschó de horrores. -Y ahí nomás me pusieron un casquete sobre lagolová, y pudevidear toda clase de cables que salían del casquete, y luego me aplicaron como una ventosa en la barriga, y otra en el viejo tic-tac, y también de las ventosas salían cables. Entonces se oyó elchumchum de una puerta al abrirse, y era que llegaba uncheloveco muy importante, pues sevideó que los otrosvecos de chaqueta blanca se ponían muy tiesos. Eso fue cuando conocí a este doctor Brodsky. Era unvecomalenco , muy gordo, de pelo todo rizado, y unosochicos muy gruesos sobre la nariz carnuda. Alcancé avidear que llevaba un traje realmentejoroschó , del todo a laúltima moda, y despedía unvono delicado y sutil como de sala de operación. Con él estaba el doctor Branom, sonriéndome, como para darme confianza.- ¿Todo listo? -preguntó el doctor Brodsky congolosa muy profunda. Entonces pudeslusar unas voces que decían listo listo listo desde cierta distancia, después más cerca, y se oyó un discretochumchum de zumbido, como si hubiesen encendido algo. Y entonces se apagaron las luces, y ahí estaba Vuestro Humilde Narrador y Amigo sentado solo en la oscuridad, incapaz de mover ni cerrar losglasos, ni ninguna otra cosa. Y entonces, hermanos míos, comenzó la función con una música muygronca para dar atmósfera; venía de los altavoces áspera y muy discordante. Y sobre la pantalla comenzó la película, pero sin título ni indicaciones. Todo sucedía en una calle, y podía haber sido cualquier calle de cualquier ciudad, y era unanaito de veras oscura, y los faroles estaban encendidos. Era cine muy bueno, profesional, y nada de esos pestañeos y cortes que unovidea en esas películas sucias que pasan en la casa de alguien, en una calle apartada. La música no paraba, bump bump bump, y la atmósfera era siniestra. En eso apareció un viejo bajando por la calle, muystarrio, y sobre este vecostarrio saltaron dosmálchicos vestidos a laúltima moda, lo que se usaba entonces (todavía los pantalones estrechos, pero ya no corbatín, sino más bien una verdadera corbata), y empezaron a divertirse. Seslusaban bien los gritos y los gemidos delveco, con mucho realismo, y también la respiración pesada y el jadeo de los dosmálchicos que lotolchocaban. Hicieron una verdadera pasta con estevecostarrio, crac crac crac con lasrucas cerradas, y le arrancaron losplatis y acabaron pateándole elplotonago (que yacía colorado decrobo en elgrasño barro del albañal) y después escaparon muyscorro. Entonces apareció en primer plano lagolová delvecostarrio castigado, y elcrobo le brotaba con un hermoso color colorado. Es raro que los colores del mundo real parezcan reales de verdad sólo cuando se los ve en la pantalla. –Siete de la tarde -informó el editor de Política. Vi, allá enfrente, la cúpula de mosaicos de la basílica de Santo Domingo. Estábamos a punto de cruzar la calle. Seis Sintió ganas de arrancarse el vestido y echarse en la cama a llorar. O marcharse y dejar que la noche se cayera a pedazos. Pero tenia que mirarlo a la cara para detener su ira o, al menos, para unir la imagen de esa ira con la de aquel hombre al que había amado hasta hacía sólo un instante, aunque amar quizá no era la palabra. A Camargo le extrañó que ella no estuviera en la cama cuando despertó. Por la sucia luz de invierno que entraba por la ventana dedujo que serian más de las siete. El horizonte era una raya gris y el calor seguía allí, contrariando las estaciones. No estaban las ropas de Reina ni su bolso de viaje ni la computadora portátil en la que había escrito el artículo sobre la herejía. Incrédulo, empezó a vestirse. No le incomodaba tanto que se hubiera marchado sin dejar siquiera una nota sino que lo hubiera espiado, tal vez, mientras dormía. Debía ser propio de las mujeres como ella: espiarlo, tener todo bajo control. Lo habría visto con la boca desencajada, las piernas desnudas y varicosas, el abdomen blando y desvalido. Lo habría sorprendido en estado de indefensión y se habría llevado esa imagen consigo, sin darle tiempo a él para corregirla. Salió a la galería en busca de la casera y la encontró cubierta por tules de mosquitero, cargando un cuenco lleno de miel. La mujer se quitó los tules en señal de respeto. Tenía los cachetes arrebatados, partidos por la sequedad. Y conforme iba diciendo iba haciendo, tirando medía farmacopea del siglo XX a un bote de basura. Sobre el nochero, sobre la cómoda, en el piso, aquí y allá, impúdicas colillas de marihuana dejadas a la buena de Dios y a la vista de todos como condones flácidos recién usados, recién tirados, con mil millones de hijueputas potenciales muertos adentro. –Oh -dijo Toro-, de veras que lo siento. -Pero se levideaba un brillo en losglasos, porque esanaitoél podría llevar la batuta. Poder, poder, todos quieren poder.- Podemos posponer para mañana lo que teníamos en mente -dijo Toro-, esacrastada en las tiendas de la calle Gagarin. Diversión de película y dinero todo junto,drugo. –¿Cómo? -dijo Cantilo. Les hablaba en colombiano. Tan viejo me vería el asesino, tan jodido, tan desamparado, que en vez de matarme lo apagó. Al que se quiera suicidar un consejo: pare un taxi en cualquier calle de Colombia, el primero que pase, el que sea; súbase y no bien arranque pídale al chofer lo que le pedí al de arriba. Y santo remedio para los malesde esta vida con despachada expedita a la otra. Aunque lo que si no sé es con qué. Si con un cuchillo, con un machete, con un revólver, una varilla de hierro o un piolet. ¿No sabe qué es un piolet? ¡Qué importa! No va a necesitar buscarlo en el diccionario: lo va a ver. No me interesaban las historias con tortas de manzanas. Me interesaban las Malvinas. Camargo empezó a pensar entonces que ella tampoco debía de tocar al padre, aunque ambos compartían el dormitorio y la cama. Cada vez que los había visto dormidos, estaban yaciendo de costado, en extremos opuestos, separados por una colcha enrollada. En aquellos primeros años a Camargo le interesaba poco elpadre porque tampoco él pasaba mucho tiempo en la casa. Era técnico de sonidos y tenía un taller en la radio donde fabricaba los efectos especiales que se oían en las novelas. Usaba cocos partidos en dos para imitar el galope de los caballos, y cubiletes llenos de sal gruesa que, al ser agitados, evocaban los pasos de los amantes sobre las hojas secas del otoño. Delante de la madre se pavoneaba diciéndole que ningún sonido era para él imposible de reproducir: el roce de las [alas, el suspiro de la brisa entre los árboles, un desfile militar, un partido de tenis. –¿Y ahora qué pasa, eh? IV.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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