15 de enero de 2025
Comentario destacado
Cousework
–Hay algo en la cabeza, o tal vez en el estómago, que se llama píloro. Si nos conociéramos desde hace seis o siete años no me mirarías así. No saber algo, o saberlo a medias, puede matarme. Veo en tu cara que no podes ayudarme en esta emergencia. En ese momento, uno de los celulares de Camargo suena en el bolsillo de su abrigo. No hay teléfonos en el departamento de la calle Reconquista, pero él siempre lleva consigo dos celulares para las emergencias. Uno le permite comunicarse con los editores del diario cuando está fuera de la ciudad o sucede algo inaplazable. El otro está reservado sólo para las hijas y para las personas de la mayor intimidad. Camargo es padre de mellizas. Ambas viven en Chicago y una de ellas está enferma de cáncer. La lejanía de las hijas no lo aflige. Lo aflige la sensación de que su sangre sufre y brama y se pudre en otro lado, y esa tormenta distante viene tal vez a llover sobre su cuerpo. Pero esta vez quien llama es el editor nocturno. Camargo oye con decepción la voz áspera, sumisa, mientras la mujer, delante de la ventana, se quita la falda y se inclina, ávida, sobre las piernas. Le has pasado un dedo por la rodilla al amante titánico de la Eva culona. Como dejar un mensaje invisible en un código secreto escrito para nadie. Yo extraje del fondo de mi alma mi cara más impenetrablemente idiota y pregunté con fría brutalidad: –Usted no pensará… -dijo la señorita Etelvina. –Si no te gusta lo que hice, y no quieres repetirlo, ya sabes lo que te conviene, hermanito. -Y entonces habló Georgie, con una voz áspera y rara. Camargo repitió la historia con medias palabras secas y distantes, disimulando el sollozo de perro que tenía atascado en la garganta. Después se quedó mirando por la ventana el tránsito sin sonidos de la calle M, temeroso de que Reina hablara porque, si lo hacia, se le iban a desprender todas las lágrimas que jamás había llorado. Estuvieron en silencio más de una hora, mientras se alzaba el sol transparente de la mañana, hasta que él se volvió y le dijo con el tono pausado de siempre: –Virgo? Jua, jua, jua, jua. –Alguna vez fui critico de cine, Reina. He leído decenas de notas sobre Mitchum. La tuya no está mal, pero casi todo lo que escribiste no le interesa a nadie. La gente compra los diarios para enterarse en dos minutos de lo que pasa. No quiere perder el tiempo con los detalles. Con eso de los mesías gemelos te fuiste por las ramas. –Nada. Te nombro. –Vos mismo me lo dijiste. Y acto seguido, en tantoél acababa de armar el cigarrillo de marihuana y se lo empezaba a fumar con la naturalidad de la beata que comulga todos los días, le fui explicando el plan mío que constaba de los siguientes cinco puntos geniales: Uno, pararle la diarrea con un remedio para la diarrea de las vacas, la sulfaguanidina, que nunca se había usado en humanos pero que a mí se me ocurrió dado que no es tanta la diferencia entre la humanidad y los bovinos como no sea que las mujeres producen con dos tetas menos leche que las vacas con cinco o seis. Dos, sacarle la próstata. Tres, volverle a dar la fluoximesterona. Cuatro, publicar en El Colombiano, el periódico de Medellín, el consabido anuncio de «Gracias Espíritu Santo por los favores recibidos». Y quinto, irnos de rumba a la C'Ote d'Azur. –Adiós, querida -dijo la chica que descendía de Bustos. –Oh, sólo avidear que sucede en el gran exterior -dije. Pero por alguna razón, hermanos míos, me sentí enormemente aburrido y algo desesperado, y esos días me había sentido así a menudo. De modo que me volví alcheloveco sentado junto a mí en el largo asiento de felpa que corría alrededor delmesto, uncheloveco somnoliento que barboteaba, y le aticé unos puñetazos en el estómago, ac ac ac, realmentescorro. Peroél ni los sintió, hermanos, y barbotó: «Carretea la virtud, ¿dónde en el extremo de las colas yacen las palopalomitas?» Así que nos largamos a la gran noche invernal. Y ahora unveco de chaqueta blanca me ató lagolová a una especie de apoyo, y todo el tiempo cantaba unavonosa ycalosa canción pop. -¿Para qué es esto? -pregunté. Y el veco replicó, interrumpiendo un instante la canción, que era para mantenerme fija lagolová y obligarme a mirar la pantalla-. Pero -dije- yoquieromirar la pantalla. Me trajeron aquí paravidear películas, y eso es lo que haré. -Y entonces el otroveco de chaqueta blanca (eran tres, uno de ellos unadébochca sentada frente al banco, moviendo las llaves) mediosmecó al oír eso, y dijo: JEANPAUL SARTRE Lalo dijo que, históricamente hablando, eso fue lo que pasó. Si queríamos detalles, podíamos imaginar los refuciles, la inminencia del amanecer entre los nubarrones, la vegetación de la zona, es decir, la vegetación de aquel tiempo, porque entre la erosión eólica y la civilización, el paisaje se había alterado muy mucho. La paja de las vizcacheras, el pasto crespo, la cola de zorro, el té pampa y el penachito blanco serían el fondo vegetal de esa carrera hacia los bañados. También algún aguaribay, algún ceibo que por algo es nuestra flor nacional y sobre todo acacias, ya que la acacia es un árbol sagrado, el árbol del amor y la fidelidad. Fauna lacustre, naturalmente. Patos salvajes y zambullidores. Y un revuelo de chuñas y bandurrias negras, sobresaltadas por el galope de los caballos. Laureano y Aasta van a la muerte como si remontaran la historia argentina hacia la edad de los saurios y los batracios. Tal vez hay por ahí grandes escuerzos, ampalaguas, ranas flautas, y en cuanto a los insectos, teníamos para elegir cien variedades de abejas, ochenta de avispas, ciento diez de sanjorges, mil de coleópteros, incluidas veinticinco especies de luciérnagas, algunas de tipo fétido como la célebre Juanita, por no hablar del bicho moro, que es una cantárida, del gorgojo y de la chinche de agua. Eso en cuanto al mundo llamado visible, dijo Lalo, ahora que si queríamos el paisaje interior, los horrores y ciénagas del alma, él podía contarnos lo que pensaba de lo que realmente pasó. Es muy probable que el abuelo, veterano en disparadas largas, le hubiera dicho a la chica algo así como que no apurase a la yegua, que la llevara levantada sobre la rienda. Sabía que aquellos cordobeses no tenían caballos como el moro y la yegua, sabía que a ese paso y con la ventajaque llevaban no había quien los alcanzara. Lo que no sabía es que cuando dijo eso, iba hablando con nadie. Aasta, que venía atrás siguiendo la huella que le marcaba Laureano, había rodado y estaba allá, como a dos cuadras, sola en medio de la noche junto a la yegua caída. No había gritado ni lo había llamado. Cuando el abuelo se dio cuenta, empezó la historia de amor más hermosa de la historia argentina. Pongan atención e imaginen exactamente lo que digo. La situación es ésta. Allá, en mitad de la noche, la chica, viendo que el abuelo da vuelta la cabeza y sofrena el caballo. Los relámpagos que permiten ver todo. Ella haciéndole señas de que siga solo, o quizá gritándolo entre los truenos. Más atrás, los treinta jinetes del capitán de Bustos. Y acá, el abuelo. Volver y enfrentarse con los treinta no era nada extraordinario. Como les dije, Ramírez peleó a cincuenta. Bastaba no pensar en nada para hacerlo, y lo que yo creo es que Laureano pensó. No puedo concebir que, entre las muchas cosas que en ese instante pensó, no haya pensado en su hijo, en salvarse solo, en la posibilidad de llegar a San Luis y de ahí subir a Salta o Jujuy y armar otro ejército,no se imaginan la cantidad de cosas que puede pensar un hombre en un segundo cuando de un lado está la muerte y del otro la vida. Si Laureano no pensó en todas estas cosas, entonces no hay historia de amor ni historia épica. Hay un jujeño bruto sin conciencia nacional, sin amor a la vida, sin miedo a la muerte, sin sentimientos humanos. Lo imponente de ese segundo no es que Laureano haya vuelto, sino que volvió sabiendo que lo perdí todo. Todo, hasta la mujer; porque lo que aquella gente buscaba no era matar a la chica. Al fin de cuentas, él fue quien la asesinó. Supongamos que el abuelo no se vuelve. Consigue armar un ejército, cambia la historia del país y hasta salva la vida de ella. Tal vez la habrían violado un poco, no me aparto, pero si el cojer matara a las mujeres, todas ustedes serían fantasmas, dijo Lalo. ¿Le anunciás vos que me voy de viaje? ¿O preferís que lo haga yo?.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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