15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Había tresdébochcas juntas frente al mostrador, pero nosotroséramos cuatromálchicos , y en general aplicábamos lo de uno para todos y todos para uno. Las pollitas también estaban vestidas a la última moda, con pelucas púrpuras, verdes y anaranjadas en lasgolovás , y calculo que cada una les habría costado por lo menos tres o cuatro semanas de salario, y un maquillaje haciendo juego (arcoiris alrededor de losglasos y larota pintada muy ancha). Llevaban vestidos largos y negros muy derechos, y en la parte de losgrudos pequeñas insignias plateadas con los nombres de distintosmálchicos . Joe, Mike y otros por el estilo. Seguramente los nombres de los diferentesmálchicos con los que se habían toqueteado antes de los catorce. Miraban para nuestro lado, y estuve a punto de decir (por supuesto, torciendo larota ) que saliéramos apolear un poco, dejando solo al pobre y viejo Lerdo. Sería suficientecuperarle un demi-Iitre de blanco, aunque esta vez con algo desynthemesco ; pero la verdad es que no habría sido juego limpio. El Lerdo era muy fiero y tal cual su nombre, pero un peleador de la gran siete, de verasjoroschó y un as de la bota. –¿Qué, entonces? -Una vez me prometiste que me acompañarías a ver a mi padre. Tengo que ir mañana. No quiero estar solo. –¿Y por qué el tío no quiere comer? ¿Y por qué está tan feo y tan flaco y con esas manchas tan horrorosas? ¿Es que se va a morir? –Vamonos, Strindberg me da miedo -te digo. Yo no, por supuesto, soy la pared que no oye, que nunca ha oído. Y me metí a bañarme en el baño grande de la casa, que tenía un calentador eléctrico. Estando bajo el chorro, de repente, ¡pum!, que se corta la electricidad y se apaga el aparato. Me acabé de bañar con agua fría, y al salir del baño volvió la luz. Entonces advertí que Cristoloco salía del garaje, donde estaban los interruptores eléctricos de la casa, y comprendí en el acto: los había apagado para que me bañara con agua fría. Darío se estaba muriendo y a este hijo de su Rendona madre lo único que se le ocurría era ponerse a molestarme apagándome un calentador. Me dio tanta risa su miseria de alma, su infantilismo Rendón, que decidí despacharlo al otro toldo de un varillazo en la testuz. Uno con una varilla que había visto en el cuarto de los trastos viejos, calculado, fraternal, cariñoso: ni tan fuerte que nos manchara el piso con el laberinto de los sesosdonde se anidaban sus rencores locos, ni tan suavecito que nos dejara al interfecto convertido en un vegetal con el que tuviéramos que cargar de por vida, alimentándolo por un tubo y limpiándole con bañitos de agua tibia el culo de nunca parar. Un «encarte» pues, como dicen en ese país tan expresivo. No. Ni tan fuerte ni tan suavecito: la nota justa en el momento justo con la intensidad justa, que es como siempre he tocado el clavecín. Volví al baño, me afeité, me peiné, y acto seguido, con decisión imparable, bajé a buscar en el cuarto de los trastos viejos la varilla: ahí estaba, en un rincón, con su empecinada dureza de hierro esperándome. La tomé y la blandí como un machete. –Usted no pensará… -dijo la señorita Etelvina. –Nadie lo sabe. ¿Cómo lo sabés vos? –Qué pasó con mi artículo? ¿Está ahí? El 20 de agosto al amanecer Pimenta llegó al haras Setti, a unos setenta kilómetros al oeste de San Pablo, donde solía descargar sus tensiones cabalgando. Allí también la familia de Sandra guardaba dos caballos. Sabía que en cualquier momento ella aparecería, como todos los domingos. Esperó hasta las dos y media de la tarde. Cuando la vio llegar, desenfundó el revólver Taurus calibre.38 que llevaba consigo y le dijo que iba a matarla y a suicidarse si insistía en abandonarlo. Sandra gritó: !No lo hagas, Pimenta! –Señor -respondí con voz cansada. No entendí muy bien de quégoboraba con ese asunto de las cuentas, porque sentirse mejor después de estarbolnoyo es asunto de uno, y nada tiene que ver con cuentas. El doctor Branom se sentó, muy amable ydrugo, en el borde de la cama, y me dijo: Todo intento de orden de parte nuestra, de comida, de limpieza, de mediana civilidad en esa casa que no era suya sino de todos, con sus manos de caos, con su espíritu anárquico, con su genio endemoniado la Loca nos lo boicoteaba. ¿Ordenábamos? Desordenaba. ¿Limpiábamos? Ensuciaba. ¿Cocinábamos? Comía. Y si le conseguíamos una sirvienta la echaba, porque ¡para qué sirvienta teniendo marido e hijos! No hacía ni dejaba hacer, no rajaba ni prestaba el hacha. Para empezar, había que subir un escalón. Y este escalón aquí para qué? ¡Maestros de obra chambones! Acto seguido le apagué el asqueroso aparato. El consabido «hijueputa» esta vez no me lo dijo ni le mandó a nadie que se lo volviera a prender: creo que por fin captó en su cabecita hueca que su marido, su sirvienta, se le estaba yendo. Yo no soy novelista de tercera persona y por lo tanto no sé qué piensan mis personajes, pero esta vez, por excepción, si les voy a decir en qué pensó la mala de la telenovela: «¿Y ahora a cuál de los que quedan voy a agarrar de sirvienta?». Eso fue lo que pensó en su almita negra la Loca, y si no que me desmienta Dios. La señorita Etelvina daba pataditas sobre la alfombra y revolvía la cabeza como una ahorcada. Sintió que Brenda trataba de apagar los sollozos que se le habían encendido, pero eran demasiados. De las cenizas de un sollozo brotaban las llamas de otro. .

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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