15 de enero de 2025
Comentario destacado
Comparative essay sample
–¡Cómo! ¿Ustedes todavía ahí, no las han tumbado? –¿Ellos? No sé, siempre discuten. santiago se mató esa noche. El balazo le abrió el cráneo en cuatro, como un gran huevo, y la explosión le saltó un ojo. La idea, aproximadamente, es ésta: un huevo a medio empollar, porque es necesario imaginarse un huevo con cierta consistencia interna, partido en cuatro. El pollito, formado a medias y conese aire de ambigüedad gelatinosa que adoptan las criaturas de Dios antes de llegar al mundo, entre la putrefacción y la vida, vendría a ser, derramándose pesadamente por las grietas, la masa encefálica del jujeño. Yo no lo vi, puesto que a esa hora, Graciela, deambulaba buscándote entre loscantos y la tormenta, en el Cerro de las Rosas; pero igual me acuerdo. Sólo tengo alguna dificultad para pensar el ojo. El ojo de Santiago, aparte, con el iris de un verde tenue, ligeramente traslúcido; solo sobre la mesa o quizá aún más lejos, caído en el suelo. Intacto. Mi error consiste, supongo, en que no puedo imaginarme a Santiago desde ningún ángulo del cuarto, como no sea de allí, desde el ojo. –¿Por qué digo que es raro? -Me mirabas, divertida. Tu volubilidad era un poco desconcertante, suponiendo que se tratara de un rasgo de carácter y no de que hubiésemos caminado lo suficiente como para que todo volviera a ser normal. -Vamos a ver. ¿Por qué puedo decir que algo raro es raro? XVI Y yo inmóvil y él durmiendo y así empezaron a correr las horas y el revólver no venía solo hacia mí volando por el aire ni mi brazo se me alargaba a tomarlo. Entonces descubrí lo que no sabía, que estaba infinitamente cansado, que me importaba un carajo el honor, que me daba lo mismo la impunidad que el castigo, y que la venganza era demasiada carga para mis años. Ahora, dos o tres veces por semana se quedaba a dormir en San Isidro, junto a la galería de geranios. Camargo no se había tomado la molestia de mover los retratos y las lencerías de lugar, de manera que Reina se acostaba de cara a un pasado donde las mellizas tocaban la viola y la esposa la saludaba en vestido de fiesta desde fotografías en marcos de plata. Aunque Brenda ya no viviría más allí, su ropa interior y sus vestidos de verano estaban todavía alineados en los armarios, y junto al dormitorio seguía intacto el pequeño gabinete donde se refugiaba a leer y a escribir cartas, entre paisajes del lago Torch y fotografías de la madre junto a nubes de pájaros. En el auto, mientras la oprimían la llanura y la noche, sintió que nada de lo que había pasado durante aquel largo día le importaba. No le importaba la crónica que había escrito sobre los sucesos del convento, porque eso ya era pasado y olvido. Lo único que le importaba era, quizá -su vida era una repetición de quizás-, el interés con que había imaginado el viaje de Camargo por la ruta en tinieblas, siguiéndolo desde Luján al manicomio de Open Door y a los maizales de Chacabuco, imaginando lo que decía y lo que pensaba, pero, sobre todo, sintiendo el desplazamiento de su cuerpo a través de las lucecitas perdidas del camino. Garza real, Selena, larga hoja de palmera, María la egipcíaca a la que no vio desnuda el eremita Zózimo y cuyo cuerpo muerto protegió un león, típica adolescente cordobesa producida por una remota cruza entre conquistadores españoles e indias comechingones, Teresa descalza de pie árabe, joven puta aunque enigmática, niña de familia, álamo sombrío, realmente te parecías a demasiadas cosas. Otra vez la espadaña de las Teresas, el Monserrat, las putas frente al Seminario Mayor y el volcán en erupción, el corazón de Nápoles en el centro de Córdoba. Señalaste el cielo y yo dije quesí,la tormenta, pero resultó que me estabas señalando una estrella, la única que podía verse en todo el cielo, ínfima entre los nubarrones. Caminábamos hacia el centro de la ciudad y ya había anochecido. Dijiste que esa estrella debía tener un nombre. O un número, dije yo. Vos dijiste que si podía verse entre tantonubarrón tenía que ser una estrella importante, una estrella con nombre. Algo hermoso como Aldebarán o Ave del Paraíso. Yo dije que Ave del Paraíso es una constelación, no una estrella, y que debía de estar más bien a nuestra espalda, invisible no sólo a causa de los nubarrones sino de unos cuantos edificios, demasiado modernos para mi gusto, y que para ver Aldebarán este mes ibas a tener que viajar a Europa. "Tal vez vuelva a hacerlo", dijiste en voz baja, y yo me pregunté qué me pasaba y en qué momento del trayecto entre el puente y esta calle había comenzado a detestarte. Un humor malsano, aparentemente sin causa pero tejido de innumerables babas sombrías, me rodeaba el cuerpo como una tenue malla eléctrica. El sueño, tal vez, o la irresolución de la hora, su ambigüedad entre el crepúsculo sin color y la noche que no llegaba nunca. Cuando se desencadenara la tormenta, pensé mientras cruzábamos una galería comercial, mi cabeza iba a hacer pararrayos. Demasiado vidrio, pensé. Eso es lo que pasa. Hay demasiado vidrio en Córdoba. Tanta fragilidad junto a la solidez de esas piedras es una combinación maligna. Una metáfora casi demasiado obvia. Lo pensé y me oí riendo por lo bajo, pero desagradablemente, con una risita seca y sin alegría. Vos, sin mirarme, murmuraste que también estabas contenta, que yo te hacía bien. Salimos. Enfrente otra galería, a medio construir. Dos tablones cruz condenaban la boca de salida. próximamente: trattoria el calamar. Una disonancia como para helarle la sangre a Patrick Geddes. Otro de esos adefesios que, como un morbo subcutáneo, se enquistan dentro de la ciudad en galerías que la recorren como venas y amenazan barrenarla hasta que se venga al suelo, mientras la van plagando secretamente con su infección de alfajores, calzones, televisores, ollas a presión, perfumes y grasientas jaleas de rejuvenecimiento para hembras espantosas que, huyendo de las calles por esos túneles de ratas, desembocan por fin en una iglesia y van a oír misa ante un altar de cedro paraguayo bajo una bóveda labrada que encegueció a un tallista hace trescientos años. Lo dije y me miraste con curiosidad. Y dije que uno de estos días iba a aparecer un bidet en el pulpito de San Roque o en el sagrario de la Capilla Doméstica, un bidet floreado, y los chicos serían bautizados en palanganas de plástico. Y que no alcanzaba a comprender por qué curiosa razón los cordobeses (ustedes, dije) se enorgullecían de tener en porcentaje más galerías comerciales que Buenos Aires. Cuál era el mérito, por favor. Vos me mirabas en silencio con La misma expresión de la noche anterior, en la Cañada, o de esa misma mañana cuando dijiste que tenías hambre. Yo agregué que este dato, el de las galerías y el vidrio, sumado al de la contienda entre rosarinos y cordobeses por ser la segunda ciudad del país, explicaba muchas más cosas de la Argentina y del famoso ser nacional que todo lo hablado en la Universidad hacía unas horas. Lo mismo que los cartelitos del teatro Arlequín, anoche. La segunda ciudad de la República, qué quiere decir eso. Yo no veía cómo nadie normal puede disputar el segundo puesto de algo. La segunda ciudad. Viene a ser, en esencia, enorgullecerse de no haber llegado primero. Te miré. No cambiaste de expresión. Dijiste algo inverosímil; dijiste: "Si querés molestarme, estás aviado." Y te reías. Creo que perdí el mal humor pensando en la palabra aviado y en que eras una actriz genial o realmente no entendías en absoluto a qué venía todo esto de ser o no el primero, el único, suponiendo que yo mismo lo supiera. Su inocencia es legítima, pensé. Su inocencia es legítima como su alegría, o finge con tanta convicción que casi da lo mismo. Misterio o matiz que pensaba develar esa misma noche en la quinta, a menos que fueras realmente una actriz genial. De cualquier modo en ese momento perdí el malhumor y, en la galería de enfrente, me pareció ver a Santiago. –Perdón -dije-. Aunque no entiendo por qué tengo que pedir perdón yo… Las rebanadas de pan te las comías vos -me oí decir-. Contame lo del pelo. –Por esa ventana. -Me doy vuelta y señalo una pared donde, al menos ahora, no hay ninguna ventana. Pienso que acaso es cierto, he bebido un poco de más. O dormido un poco de menos. -O a lo mejor veo a través de las paredes -digo-. O estaba en otro lugar de la casa. –Martes -contestó la Loca. –Su mamá -nos pronosticaba un cabrón médico de la Clínica Soma para podernos seguir aumentando la kilométrica cuenta- se va a tirar por el balcón. Hay que mantenerla hospitalizada bajo vigilancia médica. El viento llevaba y traía colillas desfloradas por la humedad. En el atrio del cementerio, Camargo se detuvo ante el gran tarjetero donde los visitantes anotaban sus nombres para indicar que habían asistido al funeral. De reojo, vio que Enzo Maestro trotaba hacia él y se hizo el distraído. Enzo no había estado en laceremonia. ¿Qué querría? En 1982 tenían escritorios contiguos en la redacción del diario y mantenían un espaciado ritual de almuerzos a solas que era lo más cercano a lo que Camargo entendía por amistad, pero ahora Maestro se había convertido en un perro servicial del presidente, el secretario privado, y prefería hablar con él sólo cuando no tenía más remedio. .

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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