15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Bajá y hacéme un jugo de naranja. –¿Y qué podríamos hacer, entonces, si descubrimos a un redactor corrupto? Lo preguntaste haciendo un esfuerzo por sonreír, por salir de algo. Como quien se obliga a abrir las persianas en una habitación a oscuras. Verónica lo miraba como si lo viese por primera vez. –¡Cuidado! -dijo Santiago. –¡Mayiya! -le gritábamos-. ¡Mayiya brava! Envolviendo con su manto las altas paredes de la biblioteca, la Muerte se reía desde el techo. –¿Con el bien o sin el bien, no te suena eso, Norita, como a redundancia? Para eso han estado siempre los médicos, para desbarrancarnos, con la bendición del cura, en el despeñadero de la eternidad. De escalón en escalón por la escalera del sótano, juntando esfuerzos, Darío y yo, a duras penas si lográbamos subir entre los dos a la calle, para que las recogiera el carro de la basura con una grúa, cada una de esas bolsitas. Herniados, derrengados, rengos, con la columna vertebral rota, regresábamos entonces a nuestro apartamento del primer piso, el del «super», a fumar marihuana y a esperar, a ver qué muchacho del Central Park nos caía: si blanco, negro, amarillo o cobrizo. –Mirá, Leonel -le expliqué-, no les hagás caso a los médicos que vos ya no tenés remedio. El caso tuyo está más perdido que el hijo de Lindbergh. Mañana voy a venir con una tira para medir el azúcar, una botella de aguardiente y una ampolleta de insulina, y vas a ver si podés tomar o no. ¿Que el aguardiente te sube el azúcar? Te inyecto insulina y te la bajo. ¿Que la insulina te la baja? Te doy más aguardiente y te la subo. Y así, cayéndose y parándose Cristo vas a ver que llegás al Calvario. –Tres veces en dos días -dijiste sin levantar la cabeza-. Y que a los ocho años leíste al padre Damián. –Me parece que esta conversación ya la tuvimos -dijo Verónica. –Como quieras. Pero pensar mucho y ser mujer siempre es malo. Hay cierta clase de tipos a quienes les causan horror las mujeres como vos. Para eso el buen Dios los hizo a ellos, para pensar. -Verónica encendió otro cigarrillo; después lo acercó a mi boca. Yo no estaba muy seguro de que aquello tuviera gusto a tabaco. Seguimos fumando así. -Y, con un ser racional en la casa, sobra. Te imaginas, pero no, qué se van a imaginar ustedes. De dónde sacaste estos cigarrillos, parecen brillantina, tienen un dejo a pachulí. Te imaginas la tortura, la desesperación de un pobre sujeto al quela mujer, en vez de adorarlo como naturalmente se merece, lo juzga tal como es. O, en vez de aterrorizarse porque él quiere partirse la cara contra las paredes, se pone a redactar un ensayo patográfico. Por favor. Además, sé franca, vos no podrías vivir seis meses con un tipo así. Qué digo seis meses: dos semanas. O acaba estrangulándote o lo ves en calzoncillos y porque tiene el culo torcido empezás a despreciarlo. Sí, señor, a despreciarlo. Qué me vienen a mí con cosas raras. Pensá, pero pensá en serio, vos sos pintora: imagínatelo a Botticelli metiéndose el dedo en la nariz, haciendo una pelotita de… –Sí -dije con amargura-. Como un par degrudos artificiales. -Elveco que leía la revista dijo «Shhhh» otra vez, pero ahora levantó losglasos y algo nos hizo clic en lasgolovás.Videé quién era. Y el otro dijo con voz muygronca: –¡Cuántos aviones no estarán en estos instantes surcando en este mundo el cielo! -pensé. Y cuántos hombres y animales no estarán naciendo. O muriendo. ¿Y total para qué? ¿Para qué tanto ajetreo, como diría la abuela? ¿Para cumplir el plan de Dios? Si, abuela, para eso, para cumplir el plan del Monstruo. Y entonces me sentí de verasschuto y tonto, porque todo había sido teatro, y ladébochca sonrió y se inclinó ante el público, y salió con paso ágil y elegante, y las luces se encendieron y se oyeron algunos aplausos. Y losglasos de algunos de losstarriosvecos del público se les salían de las órbitas al mirar a esta jovendébochca, y sevideaba en ellos el deseo sucio e impío, oh hermanos míos. –¿Germán se llama? -gritás ahora. La garganta se te ha secado. La sangre te sube a la cabeza como una lava. Acostado sobre el frió piso de cemento me dejo invadir por la oscuridad. Y en el acto, confluyendo en ese sótano ciego, corazón de la Tierra, de los humildes socavones del subsuelo van surgiendo mis hermanas las ratas que vienen a olfatearme, a lamerme con sus lengüitas húmedas, y en el hálito de sus respiraciones pausadas siento el don de sus almas. Nos amamos, gústele o no le guste a este Papa. A esta travestida polaca y a sus esbirros del Opus De¡ y de la Compañía de Jesús, que Nuestro Señor Satanás acoja sin dilaciones en su caldero hirviendo. ¡O qué! ¿Va a dejar este Diablo idiota que se nos vaya impune a cantar al cielo semejante pandilla internacional de mafiosos? Si hay Dios tiene que haber un Diablo que cobre las cuentas sucias de este mundo y nos investigue de paso las de los bancos vaticanos, a ver si las encuentra tan católicas. Dios si existe pero anda coludido con cuanto delincuente hay de cuello blanco en el planeta. Este viejo es como los presidentes colombianos: un alcahueta del delito, un desvergonzado, un indigno. O como Luxemburgo, Llechtenstein, las Islas Caimán, Suiza: un paraíso fiscal con lavadero de dólares. Mientras Él exista existirán siempre aquí abajo, en este desventurado valle de lágrimas, el ecumenismo o globalización, la corrupción, la impunidad, la coima. El único que puede acabar con los cuatro jinetes del Apocalipsis es el Diablo. Bien, a la mañana siguiente tuve que decirle adiós a la viejastaja, y me sentí unmalenco triste, como siempre le ocurre a uno cuando tiene que irse de un lugar al que ya se acostumbró. Pero no fui muy lejos, oh hermanos míos. A puñetazos y puntapiés me llevaron al nuevo edificio blanco que se levantaba después del patio donde hacíamos ejercicio. Era una construcción muy nueva y tenía un olor nuevo, pegajoso y frío que lo estremecía a uno. Me quedé de pie en el horrible ybolche vestíbulo desnudo y mi sensiblecluvo olfateó otrosvonos nuevos. Eran comovonos de hospital, y elcheloveco a quien me entregaron loschasos tenía puesta una chaqueta blanca, como un empleado de hospital. Firmó el recibo por mí, y uno de loschasos brutales que me había llevado dijo: -Cuidado con éste, señor. Un bruto bastardo ha sido y será, pese a todos los halagos y lisonjas al capellán de la prisión y la lectura de la Biblia. -Pero este nuevocheloveco teníaglasos azulesjoroschó que reían cuandogoboraba..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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