15 de enero de 2025
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–¿Adónde se supone que vamos? –Quién es Patricio. –¿Por qué digo que es raro? -Me mirabas, divertida. Tu volubilidad era un poco desconcertante, suponiendo que se tratara de un rasgo de carácter y no de que hubiésemos caminado lo suficiente como para que todo volviera a ser normal. -Vamos a ver. ¿Por qué puedo decir que algo raro es raro? –Por puerco -dijo sonriente Verónica-. Te sacaste un año por puerco, para hacerme sentir mayor. Decí que. no. –Es mejor que tengas razón. Vas a darle al presidente el disgusto de su vida. Cuando se lo conté, se le aguaron los ojos. Conociéndolo como lo conozco, sé que te va a llevar a juicio por calumnias, Camargo. Está frenético. Que las veía cuando cerraba los ojos. De cualquier modo, a Santiago ya no le importaba qué había dicho anoche. Lo único que le importaba era lo que estaba diciendo ahora. Y ahora estaba diciendo que sí, que el verdadero sentido de la belleza está en su forma. Y que, por favor, no lo interrumpiéramos.Hamlet,por ejemplo,¿ustedes creen que escrito de otro modo o mal escrito, seríaHamlet?Sería otra cosa o sería un bodrio. ¿O imaginábamos que pensar "ser o no ser" es una idea tan formidable ahora o hace cuatro siglos? Él mismo, que era un payaso ¿creíamos que él no sabía que "ser o no ser" es el único dilema de la condición humana, el dilema que mata? Por supuesto que lo sabía. Y Bastían también lo sabe, y lo sabe el doctor Cantilo. Y vos, chango, ¿lo sabes?, dijo de golpe mirándome con una frialdad que no me gusta recordar; pero dé inmediato sonrió como si no lo hubiera dicho y agregó que ése era el pequeño inconveniente formal: que cada uno lo sabía deotraforma. La gente busca verdades, y hace bien. Hace bien pero las busca mal. Los versos, la pintura, la música no pueden darle más que destellos, ecos, resplandores de algo superior, y hasta superior a la verdad, si gustan, pero que no tiene nada que ver con la verdad. Nos pedía perdón por lo que iba a decir, pero el arte verdadero nunca se preocupó por la verdad. Las falsas verdades del arte sonsu verdad.La Divina Comedia, yyo que me la paso nombrándola, hace setecientos años que está de pie, lo más oronda, mientras que a su alrededor se derrumbó toda la concepción del mundo que le dio origen y hasta materialmente se derrumbó el mundo, con sus catedrales y sus coliseos y sus acueductos, con su idea de Dios y sus esferas ptolemaicas, con su moral cotidiana y sus grandes principios éticos, con sus virtudes teologales y caseras. Todo al carajo. Pero ahí está ella, encuadernada en rústica, más intacta que las montañas y más sonora que el agua. Y por qué, vamos a ver. ¿O imaginábamos que lo que Dante dijo del cielo y del infierno es la cartografía de los rutas de ultratumba, suponiendo que Dante creyera, de verdad creyera, la milésima parte de los disparates que contaba? Y aun las verdades en las que sí creía ¿no son todas falsas? ¿Qué tiene que ver el armatoste a cuerda de Tolomeo con el universo de Copérnico, al que tampoco le queda nada de real, para qué vamos a engañárnoslo con el del sonriente doctor Einstein, que dicho sea al pasar ya ha comenzado a agujerearse por los cuatro costados? ¿Y el amor? Mi padre, ni Dante creía en la idea del amor de Dante. Dante era un degenerado, un corruptor o un violador en potencia que estaba obsesionado con las niñas florentinas de nueve años, y que, para evitarse problemas con el cura, armó ese guiso entre la menor de las Portinari, la virgen María y el color verde. Pero por qué esa Comedia sigue ahí, y hasta ascendió a Divina, íbamos a tener que disculparlo otra vez, pero era sólo por los versos. Que son como si dijéramos la formita de la Forma, dijo Santiago dibujando una gran F en el aire y agregó que yo también me callara. Vos también calláte, chango, que desde hoy te veo cara de interrumpir y yo ni he empezado a hablar, eso es lo malo que tiene ser silencioso. Uno abre la boca y ya no puede parar nunca. Lo que iba a decir, nos dijo, era elemental, pero había que tener en cuenta que ésta era una conversación, que estábamos en la calle y que el atardecer se había detenido para escucharlo pero que eso no podía durar toda la vida. Iba a decirnos queLa Divina Comedia,como todo el mundo sabe, tiene tres cánticos de treinta y tres cantos de a tres versos. El Infierno tiene un vestíbulo y nueve círculos; el Purgatorio, dos antesalas y siete cornisas a más de un jardín terrestre; el Paraíso, nueve cielos concéntricos y un Empíreo, donde nuestro viajero puede, por fin, alcanzar la contemplación de la Rosa Mística. Tres es la Trinidad, la cantidad de miembros del silogismo aristotélico y la tercera parte de nueve que, fuera de otros símbolos ya descubiertos por los sabios que se han ocupado antes que yo del tema, es la edad de Beatriz en el momento en el que Dante la ve por primera vez. Y como un día me lo explicó don Jacobo, dijo Santiago, como se lo había explicado don Jacobo Fiksler antes de que lo recluyeran en el manicomio de Ingeniero Cabred donde aún sigue encerrado por cosas como ésta, diez, o sea la suma de nueve más uno, o sea los lugares visitados en cada cántico, diez, es el número perfecto. La suma de los cantos, más la parte aquella de la selva oscuraChe non lasció giammai persona vivada diez veces diez. Todo esto se aprende en primero inferior, pero lo que yo les pregunto, dijo Santiago, lo que yo me pregunto a mí mismo desde que dejé de escribir, es lo siguiente: si la verdad del arte no es su belleza, y si la belleza no es una cuestión de proporciones y de forma, de armados y combinatorias, por favor, ¿qué es? No, no me lo contesten porque yo sé perfectamente qué es. Y no porque lo haya dicho anoche y ahora me acuerde. Otra que acordarme, lo que hago es tratar de olvidármelo. Pero lo repito, y lo repito, y lo repito. Lo repito, murmuró por cuarta vez y yo tuve miedo de que ya no pudiera parar. Vivimos repitiéndonos, dijo. Como locos trepando una escalera redonda. Como esas ratas que corren dentro de una rueda. Y el verdadero problema, dijo Santiago y se interrumpió. Para qué necesitábamos conocer nosotros cuál era el verdadero problema. –Hipnopedia profunda -o algún otroslovo por el estilo, dijo uno de los dosvecos-. Parece que está curado. El hecho de que jamás haya podido pasármela sin mujeres, la conjetura razonable de que tal vez no lo consiga nunca, no significa que, en el fondo, no les tema. Me dan miedo, sí. Hay algo siniestro en las mujeres, como en ciertas flores, esas flores extravagantes, no se sabe si bellísimas u horrendas, que crecen sombríamente junto a las ciénagas en el corazón de la selva, o esas hembras vampiro, como la del escorpión, que decapita al macho en el instante mismo de la cópula y sigue gozando con las convulsiones del cadáver descabezado, al que luego, cuando por fin queda inerte, sencillamente se lo come. O para no llegar a esos suburbios del espanto, hembras más pastoriles, la dulce y rubia abeja, que se desposa en pleno vuelo con el macho más dorado y poderoso de cuantos bajo el sol la persiguen, sólo con ése porque la ha alcanzado humillando a los otros; sólo con ése, al que luego, junto conel órgano sexual, le arranca las entrañas. Hay algo inhumano en las mujeres. Eso quiero decir. No sé de qué se trata, pero es algo que no tiene nada que ver con nuestra especie. En realidad, pertenecen a otra especie. No me extraña que alguna vez se haya discutido con seriedad si tienen alma inmortal o no. Es difícil aceptar, conociendo a estos seres extraordinarios y misteriosos, crueles, versátiles, ambiguos, casi absolutamente incapaces de pensamiento lógico o poseedores de una clarividencia paralógica más bien perteneciente al sueño, a la adivinación, que tengan un alma en el sentido masculino de la palabra. Salvo que la lleven al revés, por fuera. Salvo que el alma de la mujer sea lo que llamamos su belleza. Amo profundamente la belleza. Considerada a la luz de la Estética, la mujer adquiere sentido metafísico: justifica y engrandece a la Creación. La belleza, y ninguna otra cosa, es la dirección del universo y, si me lo permiten, es casi la única virtud que hace necesarias, dignas de ser amadas y de que vayamos al manicomio o a la cárcel por ellas, que vuelve insustituibles y morales a las mujeres. ¿La maternidad?, ¿el instinto maternal? No me impresionan. Maternidad e instinto maternal son nociones vinculadas a la reproducción, no al amor. La primera es una función; el segundo, un hábito, un perfeccionamiento de la mecánica que tiende a proteger la descendencia. Cuando no son necesarios, no aparecen en los seres vivos. Ni siquiera aparece el instinto sexual, dicho sea de paso. La procreación de la vida es perfectamente posible sin ninguna clase de instinto maternal, sin sexualidad y hasta sin fecundación. Los bacterios se escinden, y a otra cosa. A veces es suficiente un fragmento o un brote para que un individuo se reproduzca. Como las estrellas de mar. Como las papas. Basta pensar en los vegetales para darse cuenta de que la mayoría de los seres vivos no necesita de ningún instinto maternal ni sexual para cumplir con los designios de la vida. La vida sencillamente sucede. Si la misión trascendental del hombre fuera perpetuarse, no haría falta que la mujer fuese bella. Bastaría cortarle un dedo y plantarlo. O cortarse uno mismo algo. O masturbarse a la intemperie y esperar que una corriente atmosférica favorable fecundara a una vecina. Como el caso no es éste, tengo derecho a pensar que la belleza física de la mujer es en realidad una cualidad del espíritu, un alma exterior, destinada a producir ciertos efectos poéticos en el alma del varón. Todo lo que no sea esto pertenece a la biología, a los propósitos zoológicos de la especie, y es lo que a mí personalmente me da miedo. Ustedes me preguntarán qué pienso entonces de la mujer fea. Es una buena pregunta, pero no puedo responderla. No pienso nada. En cuanto a la fealdad del varón, no tiene ninguna importancia. Un hombre feo, un hombre repelente, si tiene un poco de suerte puede llegar a ser Esopo, Sócrates o Stendhal, y cabe suponer sin escándalo que una hermosa mujer, enamorada de su espíritu, lo acepte con moderación en su cama. Casanova, dicen, era verrugoso. Por lo demás, esas fechorías se perpetran en las sombras, de noche, en los rincones, con los ojos cerrados, durante ese acto ilusorio en que la mujer crea en el varón la hipóstasis de Cyrano con don Juan. La inversa, el avasallamiento por parte de un Sócrates hembra, no ya de la cama de un caballero apuesto, sino de cualquier cama, es un puro acto maligno. Y lo que importa más: es una idea maligna. Clea, entregándose por amor o por piedad a Esopo, Tripetta a Hop-Frog, son ideas espantosas pero nobles. Por eso resulta lamentable que Esmeralda se ande haciendo la loca detrás del papanatas de Phoebus en vez de acostarse, como todo el mundo reclama, con el interesante aunque jorobado Cuasimodo. Y por eso una arpía tuerta despatarrándose debajo de un adolescente de Donatello, aunque fuera una arpía genial, injuria a la Poesía y a la naturaleza. Esto es tan cierto que ni un ibseniano de principios de siglo se atrevería a negarlo. También es cruel, de acuerdo. Pero la verdad no tiene por qué ser agradable o piadosa. Nada de esto, lo repito, tiene que ver con la genética. Si la misteriosa razón o el azar misterioso que rigen el encuentro de un hombre con una mujer se explicaran biológicamente, la fecundación se llevaría a cabo con el ejemplar de sexo opuesto más a mano, nadie viajaría ochocientos kilómetros para enamorarse de una mujer tal vez inadecuada, todo se resolvería siguiendo la ley del menor esfuerzo, y no sé si las cosas no andarían mucho mejor -dijo una voz. En Manrique (y lo digo por mis lectores japoneses y servocróatas) es donde se acaba Medellín y donde empiezan las comunas o viceversa. Es como quien dice la puerta del infierno aunque no se sepa si es de entrada o de salida, si el infierno es el que está p'allá o el que está p'acá, subiendo o bajando. Subiendo o bajando, de todos modos la Muerte, mi comadre, anda por esas faldas entregada a su trabajo sin ponerle mala cara a nadie. Es como yo, su ahijado, que carezco de reparos idiomáticos. Todo me gusta. Y los mandé a jugar al patio. Qué ingenuo papi creer que iba a seguir viviendo en mí. Eso era como embarcar un tesoro para salvarlo en un barco que se estaba hundiendo. –Y eso, esa especie de pis de gato que corre ahí abajo, de qué torrente se trata. Una mañana me despertó el sol, que entraba por las terrazas y los balcones a raudales, llamándome. Y una vez más, obediente, obsecuente, le hice caso a su llamado y me dejé engañar. Me levanté, me bañé, me afeité y salí a la calle. Camino al parque del barrio de La América por la Avenida San Juan, en una cafetería que tenía el radio prendido me tomé un café. ¿Cuántos meses habrían pasado, cuántos años? Semanas si acaso porque seguía el mismo presidente, la misma lora gárrula leyendo con su vocecita inarmónica los mismos discursos zalameros, embusteros, que le hicieron. Repitiéndose, como si se hubiera detenido el tiempo. Cuando paró de retransmitirse el pajarraco deslenguado, el radio, reconfortante como un café caliente, oficioso y mañanero, pasó a darnos las noticias de la noche que acababa y las cifras de los muertos. Que anoche no habían sido sino tantos… La vida seguía pues. –Yo no fui -dijo Verónica-. Habrás visto la fecha. –La única oportunidad entonces son los rezos de Vísperas: los salmos, la lectura de una epístola, el canto del Magnificat y del Salve Regina. ¿A qué hora es eso, según el horario?.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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