15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–¿Por ejemplo? –Cuánto hace que la empresa lucha contra la corrupción, señorita Remis? –Olavarría -dijiste de golpe, abriendo los ojos con incredulidad-. Yo pasé un día y una noche en Olavarría, ese mismo año. Volvíamos con Patricio de la casa del faro y paramos en Olavarría. Había unas calles anchísimas y una iglesia amarilla en una plaza. Enfrente de la plaza había uncine. Me acuerdo de un club, grande. Con un lago. Tenía una isla y una estatua. Hubo una pausa formidable. El muchacho se vio en la obligación de aclarar que no, que sobrino no era su parentesco con alguien sino su apellido, y yo, de no sentirme tan preocupado en averiguar de qué quería olvidarme, habría soltado una carcajada. Porque la pregunta no la había hecho yo, sino el jujeño. –Todavía no estás curado. Falta mucho por hacer. Sólo cuando tu cuerpo reaccione pronta y violentamente a la violencia, como si estuviera frente a una víbora, sin ayuda nuestra, sin medicinas, entonces podremos… –Y también salíamos a escarmentar. –De veras, muchachos. Claro que los vimos siempre ahí. Dios los bendiga, chicos -y seguían dándole al trago. Reina trató de no pensar en nada durante la comida, pero una desazón oscura la devoraba por dentro. Junto a Camargo había recorrido medio mundo, desde la galería de los Uffizi en Florencia, donde se besaron ante el Nacimiento de Venus de Botticelli restaurado con amarillos y verdes que les parecieron demasiado estrepitosos para una obra que ya tenía más de quinientos años, hasta los templos musicales de Kioto, donde se situaban a cien metros uno del otro para oír cómo la más sigilosa de las pisadas resonaba en cada extremo. Durante esos largos meses había sido casi feliz. Tal vez habría llegado a amarlo -lo que ella entendía por amor y había sentido sólo una vez, en la adolescencia, cuando dejó al músico de rock que la desvirgó en brazos de una rival invencible, la cocaína-, si Camargo no la hubiera sometido a cambios de humor que la descolocaban, asaltos de pasión demencial yluego semanas de indomable indiferencia, sin que aun en los momentos de mayor intimidad y entrega él le prometiera nada ni ella tampoco pidiera: casi no hablaban del porvenir. Mañana era, para ellos, literalmente el día de mañana. Sin embargo, Reina había ido acostumbrándose a su compañía, a las errancias de su sexualidad; disfrutaba de su conversación sentenciosa y de sus modales anticuados. Ahora, en Washington, lo desconocía. No imaginaba cuál ignorada llaga de sus sentimientos podía haber tocado por imprudencia. La comida le resultó tan insoportable que, al despedirse, equivocó el único saludo que sabía decir en inglés: «nice to meet you, Bob». Camargo, siempre feroz con esos deslices, se mostró por una vez indulgente. Cuando regresaban al hotel, le pasó las manos sobre los hombros y le dijo: Por los días en que Darío se moría terminaron el Metro, de suerte que a mi regreso, después de diez años de gestación en la panza del presupuesto, ya volaba el gusano veloz, elevado, recién inaugurado, por sobre las ruinas de mis recuerdos. La gran ilusión de Darío, la última, era viajar en él. ¿Pero cómo iba a permitir yo que saliera, que saliera a exponerse a la conmiseración de la turba un cadáver, un Señor Caído, un Divino Rostro? –Georgina -dijo Pete-. Georgina también trabaja. De mecanógrafa, ¿sabes? Nos las arreglamos, nos las arreglamos. -Hermanos, no podía apartar losglasos deél, de verdad. Había crecido y teníagolosa de hombre crecido también.- Tienes que venir a vernos alguna vez -dijo Pete-. Sigues pareciendo muy joven a pesar de tus terribles experiencias. Sí sí, sí lo leímos todo. Pero, por supuesto, aún eres muy joven. Las comunas son, como he dicho, tremendas. Pero no me crean mucho que sólo las conozco por referencias, por las malas lenguas: casas y casas y casas, feas, feas, feas, encaramadas obscenamente las unas sobre las otras, ensordeciéndose con sus radios, día y noche, noche y día a ver cuál puede más, tronando en cada casa, en cada cuarto, desgañitándose en vallenatos y partidos de fútbol, música salsa y rock, sin parar la carraca. ¿Cómo le hacía la humanidad para respirar antes de inventar el radio? Yo no sé, pero el maldito loro convirtió el paraíso terrenal en un infierno: el infierno. No la plancha ardiente, no el caldero hirviendo: el tormento del infierno es el ruido. El ruido es la quemazón de las almas. Hubo una pausa. Yla Gran Alborada, la edad de oro, el asado con cuero de los Magos, mucha gente excesiva no obstante, pero en agua revuelta cuchillo de palo,íncubos, súcubos, posesos, monjitas como mariposas a las que el amor hace trepar por las paredes, pactos a rajabonete, embrujamientos al paso, maleficios, filtros, insurrección simbólica y ritual, pócimas. Bebe, bebe este nepente. Rabelais. Ya asoma en el horizonte la filosofía, entre las carcajadas de Gargantúa y Pantagruel, y aquí no descubro mi secreto. –Está bien, está bien -dijo el director, cansado y desinflado-. Te reformarán, 6655321, mañana irás a ver a este Brodsky. Creen que podrás dejar la custodia en poco más de una quincena. Luego saldrás otra vez a recorrer el mundo ancho y libre, y ya no serás un número. Supongo -dijo como rezongando- que la idea te agrada… -No le contesté, y el jefe de loschasoscrichó:.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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