15 de enero de 2025
Comentario destacado
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El aguardiente se aprovechó pues de mi hermano viéndolo tan desforzado de voluntad. Débil del cuerpo, sin embargo, no estaba: era un roble seco. Y el roble seco se subía a pie sin paradas las cuatro cuadras de escalera del Planetario, la pendiente de la Veintisiete y los cinco pisos de su apartamento. Al llegar, sin quele faltara el aire, como si nada, se prendía un cigarrito de marihuana, un «vareto», que se escribe con «v» o con «b», aún no se sabe porque aún no lo ha aceptado la Academia. 3 –Sobre todo si la mujer se ha sacado los zapatos. Te agachaste a recoger tus sandalias. Tuve la sospecha de que ibas a entrar en el aula llevándolas en la mano. El final de este libro es necesariamente imposible. Con los años, Espósito recordaría las últimas horas de aquella larga noche como un hombre que trata de reconstruir un sueño ajeno, sabiendo que nada de lo que imagina corresponde esencialmente a lo que el otro intenta contarle; sabiendo, sobre todo, que la verdad de los sueños ni siquiera puede ser comprendida por el que ha soñado, porque esas imágenes absurdas, esos rostros vagamente familiares, esas situaciones imposibles, sólo tienen significado en el ámbito y en los paisajes del sueño, según otras leyes, que están más allá de nuestra razón y con un lenguaje que no es el de la vigilia. Nada de esto está sucediendo ahora, pensó al volver del planetario; y también: Hace años que me fui de esta casa. Dos ideas que no significaban nada y que, sin embargo, en aquel momento, tuvieron la solidez de una certeza que no exige ni admite la menor demostración. También pensó que si esto era lo que se llama estar borracho no resultaba muy agradable. La casa y la poca gente que quedaba parecían ir diluyéndose, como una acuarela bajo el agua. Todo era un poco más lento, más apagado, más incierto de lo debido. De tanto en tanto, un sector de la realidad parecía destacarse imperiosamente, como si algo gritara desde allí. Las manos de Graciela, por ejemplo. Ella había dicho que debía hablar con Mariano pero estaba hablando con Patricio. Esteban vio el movimiento circular, lento, con que los dedos de Graciela acariciaban el camafeo sobre su pecho. Duró un segundo. Ella giró la cabeza y desde allá miró a Esteban. Apartó la mano, le sonrió. La forma de una hoja puede servir para reconstruir un árbol y hasta una especie entera, o, un hueso mínimo, un animal extinguido hace milenios. Ciertos gestos casi imperceptibles son algo así. –Virgo? Jua, jua, jua, jua. Como usted comprenderá nunca volvimos. Eso de que se vuelve al sitio son pendejadas de Dostoievsky. Volvería él cuando mató a la vieja, yo no. ¿Para qué? ¿Habiendo tanta cafetería en Medellín y tan atentas? –Terrible -dije-. De veras terrible. ¿y dónde está ahora el pobre chico? –Diecisiete. No, claro que no. Me sentí humillada por lo que había pasado en el colegio. Decidí que iba a volver algún día a esa clase de religión para echarle en cara a la hermana superiora toda su ignorancia. Me dediqué a leer como una poseída. Descubrí los evangelios apócrifos en una edición española publicada en el peor momento del régimen de Franco, con todos los imprimatur y nihil obstat que usted se puede imaginar. Allí fui a dar con las Narraciones sobre la infancia del Señor escritas por Tomás Israelita en el siglo. Leí ese libro con curiosidad, porque los evangelios canónicos omiten todo lo que pasa entre el nacimiento y los doce años de Jesús. El niño que se describe ahí es iracundo y vengativo. Cierta vez, cuando atravesaba un pueblo, alguien pasó corriendo y lo empujó desde atrás, sin querer. Jesús se enfureció y le dijo: «Ahora vas a quedarte duro para siempre». Y así fue. Le hizo lo mismo al hijito de un escriba que le rompió una cesta de mimbre. La situación se volvió tan grave que san José, en el capítulo 14 de esas Narraciones, tiene que pedirle a Maria que no deje salir a Jesús de la casa, porque todos los que se enojan con él mueren al instante. Leí muchas historias como ésas, escritas por hombres piadosos a los que se acusaba de herejes. Aprendí que en tiempos de Jesús hubo otros magos y profetas como él, que se alzaron contra el poder de Roma y contra la hipocresía de los sacerdotes judíos. No lo quiero abrumar, doctor Camargo. Fíjese qué hora es. Usted termine su té. Yo me voy a dormir. El pecho le subía y le bajaba al ritmo de sus palpitaciones como una mar enfurecida en marejadas convulsas. Y el corazón como un motor fallando, a punto de pararse, de eyacular. Yo a mi vez me convulsionaba de risa. ¡Lo que pueden las palabras, la sola palabra «Mayiya»! ¡Quién lo iba a decir! Tomen nota los lingüistas. Antes de despuntar el sol, con la luna colorada todavía encima de los cerros, mandó formar a sus hombres en una línea larga que abarcaba casi toda la base de la A invertida. Luego, en medio de un silencio en el que sólo parece oírse la respiración de Dios, comienza a galopar de una punta a la otra ante esos tres mil paisanos inmóviles sobre sus caballos como jinetes de piedra, y así va y viene durante un rato muy largo, arengándolos al galope con palabras que apenas se entienden porque en realidad casi no son palabras, ni hace falta que lo sean, son gritos, insultos fragmentos de algo que cada cual articula y completa con los latidos de su sangre. –Me tenés harta -dijo Verónica. Esteban se reía. Supongamos por lo tanto que dentro de este (poréste) vehículo voy a perderme y a perderte, Graciela Oribe alta lunar enemiga de la serpiente, supongamos, teniendo en cuenta mis tres últimas noches sin dormir, el efecto paradojal de la Benzedrina y mi natural propensión a la fiebre por aquello de las meninges, supongamos que en este ómnibusestá ocurriendo lo que al parecer ocurre. Qué es, veamos, lo que ocurre. –Un río -dijiste-. El Río Suquía. –Pero cómo lo contás así -dijo la gorda Austin-. Vos sos un ser imposible. –Lo importante era el puente -dije-. No el club. Tenés que haberlo visto. Un poco más allá de la estatua, entre los árboles. Largo, angosto. Sobre el brazo del arroyo..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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