15 de enero de 2025
Comentario destacado
Case studies as a research method
–Quisiera -dije- estar otra vez en la prisión. La vieja y queridastaja. Ahora me marcho. No volverán avidearme. Seguiré mi propio camino, muchas gracias. y que les pese en la conciencia. –No lo estés -casi suspiró el director-. Esto no es una recompensa. Está muy lejos de serIo. Ahora bien, tienes que firmar este formulario. Dice que estás dispuesto a aceptar la conmutación del resto de tu condena sometiéndote a lo que aquí llaman, qué expresión ridícula, Tratamiento de Recuperación. ¿Firmarás? Mis conciudadanos padecen de una vileza congénita, crónica. Ésta es una raza ventajosa, envidiosa, rencorosa, embustera, traicionera, ladrona: la peste humana en su más extrema ruindad. ¿La solución para acabar con la juventud delincuente? Exterminen la niñez. –Así que ahora -dije- ustedes quieren que yo vuelva a casa, y que todo quede como antes. Aquí el almuerzo era a las doce, pero con este cambio de las costumbres se ha ido pasando para la una y media. Alexis se guardó el revólver y seguimos caminando como si nada. Es lo mejor en estos casos: como si nada. Correr es malo. El que corre pierde la dignidad y se cae y lo agarran. Además, aquí desde hace mucho, pero mucho es mucho, ya nadie persigue ladrones. En mi niñez, recuerdo, los transeúntes viles, amparados por la dizque ley, solían correr tras el ladrón. Hoy nadie. El que lo alcance se muere, y el alma colectiva, gregaria, ruin, la jauría cobarde y maricona ya lo sabe. ¿Muchas ganas de perseguir? Se queda quietecito y nada vio, si quiere seguir viendo. Policías en torno no había y mejor para ellos: tres tiros le quedaban a mi niño en el fierro para ponerles a otros tantos en la frente su cruz de ceniza. Para morir nacimos. De súbito presencié la escena: un perro moribundo había ido a caer al arroyo. Hubiera querido seguir y no ver, no saber, pero el perro con una llamada muda, angustiada, ineludible me llamaba arrastrándome hacia su muerte. Resbalando, bajo el aguacero, bajé con Alexis al caño: era uno de esos perros criollos callejeros, corrientes, que en Bogotá llaman "gozques" y en Medellín no sé como, o sí, perros "chandosos". Y dos, que nos "pisáramos" que nos venían a matar y que con balas rezadas y que esta vez era en serio. –Mañana? Siempre me ha parecido ridícula esa palabra. Mañana es nunca. –Por Dios, nunca olvido una forma. Jamás olvido la forma de nada. Por Dios, cerdo inmundo. Ahora te tengo. -Sí, cristalografía. Eso era lo que había retirado de la biblio aquella vez. Los dientes postizos aplastados verdaderamentejoroschó. Losplatis desgarrados. Los librosrasreceados, y todos eran de cristalografía. Hermanos, se me ocurrió que lo mejor era salir de allí realmentescorro. Pero elstarrio y viejocheloveco se había puesto de pie,crichando comobesuño a todos losstarrios y viejos tosedores que miraban lasgasettas frente a la pared, y a los que dormitaban sobre las revistas en las mesas.- Lo tenemos -crichó-. El cerdo perverso que destruyó los libros de cristalografía, obras raras, obras que es imposible conseguir de nuevo. -Y todo lo decía con unchumchum realmente enloquecido, como si el viejoveco hubiese perdido de veras lagolová.- Un ejemplar especial de esas bandas de jóvenes bestias cobardes -crichó-. Aquí, entre nosotros, y en nuestro poder. Él y sus amigos me golpearon, me patearon y derribaron. Me desnudaron y destrozaron la dentadura. Se rieron viendo cómo yo sangraba y gemía. Y me despidieron a patadas, mareado y desnudo. -Como ustedes saben, hermanos, eso no era del todo cierto. Le dejamos algunosplatis, y no estaba completamentenago. –Santiago y yo no discutíamos. Por qué te interesa tanto Santiago. De pronto, Reina empezó a sentir unas enloquecedoras punzadas en la cabeza cada vez que iba a pasar la noche en la casa de geranios. Pensaba que sería el polen, o el olor a podredumbre que llegaba del río, o el vapor sulfúrico que despedían las cagadas de pájaros en el jardín. Ni una sola vez se le ocurrió que podía ser el tedio de las horas hipnóticas que pasaba junto a Camargo ante el televisor de la casa, y el desgano que se le escurría por todo el cuerpo cuando iban a la cama. No podía decir que lo amaba menos, porque sus sentimientos seguían sin tener forma ni medida; sólo se atrevía a decir -sólo a veces, sólo así misma-que cuando estaba lejos no lo extrañaba y cuando lo tenía cerca no concebía el modo de separarse. –Muchachitas, me voy, hasta más tarde. A las diez viene una belleza del Central Park a visitarnos. ¡Y dejen la pichadera que ya no caben y se acabó el arroz! Que sí, que se le antojaba. Esteban observaba fascinado los reflejos del hielo entre las marejadas de aquel líquido untuoso. –Con Beatriz -dije yo. Cortina musical de Sibelius; cuento hasta diez y empiezo, lo juro. No, querido, ya, sobre la marcha dirás vine a Córdoba huyéndole a dos cosas que son la misma, a la espantosa angustia de no ser ya adolescente, nunca más serlo, jamás volver a serlo ni cantar Osolé míopor las galerías del Colegio Nacional de San Pedro, pase Espósito, no estudié, y Julieta Capuleto mirándote entre orgullosa y seguramente alarmada pensando él no estudió porque sufre. Voy a matarme ahora mismo, ahí está. Lo único que me falta es el gato de Pavese. Pero nunca voy a matarme, capaz que allá no hay nada. La cara torcida, además, toda llena de sangre; los sesos amarillos contra las paredes. La fealdad es innoble. ¿Cómo?, ¿qué? Lo otro, querido alfeñique de cuarenta y cinco kilos convertido para siempre en Charles Atlas, lo otro, la otra parte de las dos cosas que son una, la parte donde se narra por fin la decisión impostergable de quien huyendo a Córdoba se encontró con la sorpresa de no ser ya adolescente y va a tener que aceptarlo. ¿Conforme, ahora? Me llamo Esteban Espósito. Ni nombre de escritor tengo. –Es que no como -dijo Santiago y lo apuró al mozo-. Lo escucho, chango. Oyendo ahora el silencio frente a una pared vacía, veo subir al techo las espirales de humo de estas varitas de incienso que de unos meses para acá me ha dado por encender obsesivamente para evocar a Darío. Me paso las horas y las horas viéndolas consumirse, yéndome tras sus aros de humo en busca de su recuerdo. En un principio no sabía la razón de mi manía. Un día por asociación de humos la descubrí. Es que las varitas de incienso me recordaban las que él prendía en su apartamento, de una madera aromática que traía de la Amazonía y que se llamaba ¿cómo?.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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