15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Que eran los dos, el muchacho y su ex amigo, unos hijueputas. –¡Quién sos, gran hijueputa! -le increpé-. ¿De dónde te conozco? –¿Y ahora qué pasa, eh? –Va a coordinar a todos los editores, Reina. Es un buen tipo. Tenés la mala costumbre de juzgar a la gente antes de conocerla. Sólo quiere pedirle explicaciones, entender por qué ella lo rechaza sin considerar quién es Camargo. No cree, por supuesto, que siga atraída por el editor colombiano, porque lo ha despedido tan implacablemente como a él. Y no puede concebir que una insignificante llamada suya a los medios de Buenos Aires, insinuándoles que la proscriban, la haya ofendido como si fuera un insulto. Una vez más, la mujer olvida que el único interés de Camargo es protegerla: ¿acaso alguna vez fue tan plena y tan feliz como en El Diario? Le ha ofrecido casarse con él: ¿eso le parece poco? Si lo aceptara, sería más importante de lo que era antes de esos malditos viajes a Temuco y a Caracas. Ni siquiera necesitaría escribir una Inca más en la vida. En vez de la señorita Remis sería la señora de Camargo: ¿cómo no puede darse cuenta de la diferencia? El se lo explicará. Para eso se está tomando el trabajo de viajar más de cuarenta kilómetros hacia un haras remoto del sur. ¿Cómo puede permitir que la persona destinada a casarse con él se entretenga en oficios ruines? El viernes, sin ir más lejos, Sicardi le ha contado que la mujer va a trabajar en una agencia de resúmenes informativos. El dato lo ha llenado de indignación. La sola idea de que ella recorte y pegue lo que otros escriben en una oficina estrecha y sucia, junto a tres o cuatro aprendices babosos, le parece un ultraje a todo lo que él, Camargo, le ha inculcado: orgullo, confianza en sí misma, capacidad de asombro; sí, orgullo más que nada. De inmediato ha llamado al dueño de la agencia y le ha dicho que, si contrata a Reina Remis, hará lo que esté en sus manos para que no le quede un solo cliente. Ni siquiera ha necesitado dar explicaciones. Debió ser aún más violento con una revista electrónica que se disponía a publicar parte del ensayo sobre los mesías gemelos. El editor era un joven testarudo que ya había montado la página y estaba a punto de distribuirla. No sabe cómo, Sicardi consiguió que unas pocas decenas de suscriptores se retiraran del servicio: ése fue el fin de la aventura. –Cuando se vayan todos, quédate -dice Verónica. Y yo pienso que esta mujer no es de las que dan demasiadas vueltas cuando quieren algo. -¿Graciela dónde está? –Un río -dijiste-. El Río Suquía. ¿Todavía? ¿Todavía no? Carambadigo. Todavía no, en este caso, significa nada menos que: dame tiempo para pensarlo. Es decir, una pisada en falso. Femenina, por añadidura. Todavía no, significa: después sí. Delata una apetencia y supone un compromiso. ¿Catas? ¿Captas? Según eso, vos me estarías prometiendo algo. Seduciéndome, tentándome a mí. Lo que en cierto modo es una originalidad… Pero todas las palabras que pronuncies ante este tribunal, etcétera. Por no mencionar que también supone lo que aún no hemos empezado a discutir: mi existencia. Y está escrito que en medio del silencio se oyó una risa sarcástica, y el Espíritu, inclinándose, prometió sumisión. Las manchas que dijo el angelito eran el sarcoma de Kaposi, que tras de haberle invadido el cuerpo a Darío ahora le invadía la cara. ¿Pero qué les estaba diciendo del globo, de Sabaneta? Ah sí, que el globo subió y subió y empujado por el viento, dejando atrás y abajo los gallinazos se fue yendo hacia Sabaneta. Y nosotros que corremos al carro y ¡ran! que arrancamos, y nos vamos siguiéndolo por la carretera en el Hudson de mi abuelito. Ah no, no fue en el Hudson de mi abuelito, fue en la carcacha de mi papá. Ah sí, sí fue en el Hudson. Ya ni sé, hace tanto, ya no recuerdo… Recuerdo que íbamos de bache en bache ¡pum! ¡pum! ¡pum! por esa carreterita destartalada y el carro a toda, desbarajustándose, como se nos desbarajustó después Colombia, o mejor dicho, como se "les" desbarajustó a ellos porque a mí no, yo aquí no estaba, yo volví después, años y años, décadas, vuelto un viejo, a morir. Entramos al motel sin registrarnos, como se estila aquí. Aquí no es como en Europa donde se violan a todas horas los derechos humanos y a hotel adonde uno vaya le piden descaradamente identificación presumiendo lo que no se debe, que el ser humano es un criminal. Aquí no, aquí la confianza pública no está tan envenenada. Además aquí los moteles son de putas, y ellas y los que van con ellas no tienen identidad. Desde hace días, Camargo ha prescindido del chofer que lo llevaba de un lado a otro. Ahora maneja él mismo los automóviles del diario, para disimular sus visitas a la calle Reconquista. En verdad, podría caminar las pocas cuadras que separan su despacho del departamento. Pero, yendo a pie, no podría darsecuenta de quién lo sigue. –No, es imposible -dije. Y entonces Billyboy, elmilitso Billyboy en quien yo no podía creer, dijo al jovenmilitso que me sujetaba, y a quien yo no conocía. –Todavía tengo piernas fuertes y me basta con este bastón nudoso -dije. –Cierra la trampa, yid -queriendo decirle que se callara, pero era una cosa muy insultante. El Judío Gordo ya iba a largarle untolchoco, y el doctor dijo: Yo siempre he dicho y redicho que el sexo lo tienen los negros enquistado en la cabeza. Hay que sacárselo de allí a varillazos. O qué ¿Vamos a permitir que sigan estos desaforados desgraciando impunemente los edificios? ¡A son de qué! ¿Acaso somos candidatos demócratas? ¡Abajo Cristo! ¡Viva el racismo! ¡Muera la democracia alcahueta! –Shhhh -me callaba el radioescucha. Elmesto,starrio ycaloso, tenía dos partes, una para los libros que prestaban, y otra para leer, con atriles degasettas y revistas, y yo no recordaba haber estado allí sino cuando era unmálchicomalenco, a la edad de seis años. Losvecos, muystarrios, tenían en losplotos unvono de vejez y pobreza; estaban de pie frente a los atriles de lasgasettas, resoplando y eructando ygoborando entre dientes, y volviendo las páginas para leer con tristeza las noticias, o sentados a las mesas mirando las revistas o fingiendo leerlas, algunos dormidos y uno o dos roncando de verasgronco. Al principio casi no pude recordar qué quería, y después comprendí un poco impresionado que habíaiteado aquí buscando el modo desnufar sin dolor, así que me acerqué al estante de lasvesches de consulta. Había muchos libros, pero ninguno tenía un título, hermanos, que me sirviera realmente. Saqué un libro de medicina, pero cuando lo abrí estaba lleno de dibujos y fotografías de heridas y enfermedades horribles, y ahí nomás empecé a sentirme un poco enfermo. Así que lo devolví a su sitio y retiré el libro grande que llaman Biblia, creyendo que me haría sentir un poco mejor, como había ocurrido en los viejos tiempos de lastaja (en realidad no había pasado tanto tiempo, pero ahora me parecía que era mucho), y me acerqué vacilando a una silla. Pero lo único que encontré fueron cosas acerca de castigar setenta veces siete, y la historia de un montón de judíos que se maldecían ytolchocaban unos a otros, y todo eso me trajo náuseas otra vez. Así que casi me echo a llorar, y uncheloveco muystarrio y raído sentado enfrente me preguntó:.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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