15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–Víctor, no hay nada que darte, ya sabés como es esto aquí. Vivimos en el permanente ayuno, en un faquirismo inveterado. ¿Vos ya desayunaste? Pues contentáte entonces con eso, hombre feliz, afortunado, que el manido verbo «comer» lo borramos nosotros desde hace mucho del diccionario por originales. Y en eso si, modestia aparte, nos podemos considerar pioneros del género humano. Hambre es lo que llevamos aguantando en esta casa desde que sentó su infame culo en el solio de Bolivar el bellaco de Samper, y lo que le espera al mundo. Por lo pronto al que no lo mate en este puto manicomio un cáncer o un sida lo mata el hambre. Después de haber leído la horrenda carta al editor colombiano, nada le gustaría tanto como ver a la mujer de la ventana de enfrente recostada en el nido de la enferma sin techo, emitiendo los mismos sonidos asmáticos, rascándose las mismas costras. Pero ahora debe esperar que ella vuelva del trabajo. Ya no puede tardar mucho. Sentado en la penumbra del cuarto que alquila en la calle Reconquista, ajustando las lentes del telescopio Bushnell, siente cómo lo va ahogando la cólera, la impotencia, qué se habrá creído esa imbécil, esa sombra de la nada, esa cagada de rata, cómo pudo hacerme eso a mí, no tiene idea de a quién está ofendiendo. Todo es la muerte. La muerte física. Te pudra la tuberculosis o te pinches el dedo con la espina de una rosa, como el bardo. Sólo que, alguna vez, es la muerte propia. Y aun suponiendo que fuera la absoluta muerte -la absoluta locura-, la última abyecta claudicación de la carne o del espíritu, para ciertas naturalezas no hay más que eso. De acuerdo con sus cálculos, para infundir un sueño profundo, de anestesia -como ha dicho el médico-, debe disolver seiscientos miligramos de la droga por cada vaso. Aunque ella beba sólo un sorbo, la dosis no debe bajar de seiscientos miligramos. Ya sabe cuál va a ser el líquido: el jugo de naranja que toma antes de acostarse. Ha estudiado con esmero esa rutina. La mujer tiene un cartón de jugo de tres cuartos y lo agita varias veces antes de servirse. Por lo que puede estimar, en el cartón queda ahora menos de un vaso. Le parece improbable que la mujer abra un cartón nuevo. En el cuarto que alquila enfrente ha probado varias veces, con un polvo inocuo, la consistencia y el sabor que tendrá el jugo cuando le abada el medicamento. No se advierte la diferencia. A veces quedan restos del polvo en el fondo pero, aunque ella viera el residuo, jamás pensaría que se trata de una droga. El doctor Cantilo es algo más ancho que Esteban, y, por alguna razón, en este momento parece también más alto. Lo lleva tomado por el hombro. Un gesto sosegado, tal vez sea excesivo agregar paternal. Un hombre capaz de decir en ese tono "me refieroa otracosa" probablemente sea capaz de crecer en la noche. Crecer en todas direcciones. –¿Y ahora qué pasa, eh? A Lucio Domizio Enobarbo, Nerón, protector de Séneca y Petronio, amante de la gramática y la retórica como yo, impulsor de una muy sabía reforma fiscal y calumniado durante dos mil años por el cristianismo difamador, le dedico las páginas que siguen de este deshilvanado recuento de verdades. ¿Qué cómo sé tanto de las comunas sin haber subido? Hombre, muy fácil, como saben los teólogos de Dios sin haberlo visto. Y los pescadores del mar por las marejadas que les manda, enfurecido, hasta la playa. Además sí subí, una tarde, en un taxi, que me cobró una fortuna porque dizque vida, rió, hay sino una y que él tenía cinco hijos. El asesino lo apagó. A veces, en la redacción, se comunicaban a través de esos intríngulis para que las secretarias y los editores no entendieran lo que estaban diciéndose. «¿Flineamos a la Caleta?», le preguntó Camargo a fines de enero, cuando la invitó a Washington, donde un informante iba a explicarle la estrategia confidencial que el Fondo Monetario pensaba aplicar en la Argentina para cobrar una deuda de catástrofe. «¿Vrané?», quiso saber ella. «Camargo», dijo Camargo, porque esa palabra también significaba mañana. HOGAR, decía, y tal vez aquí encontrase unveco que me prestara ayuda. Abrí la puerta del jardín y a los tumbos recorrí el sendero, y parecía que la lluvia se convertía en hielo, y luego llamé a la puerta con un golpe leve y patético. No vino ningúnveco, así que golpeé unmalenco más largo y más fuerte, y entonces oí elchumchum de unasnogas que se acercaban. Pero de repente¡pum! Que me cae del mango uno maduro en la cabeza y que me enciende el foco: Newton se equivocó: no hay que multiplicar las masas, cada una actúa por separado; y no hay que dividirlas por la distancia al cuadrado sino por la distancia simple. ¡O qué! ¿Es que la gravedad va y viene como pelota de pingpong? ¡Ve a estos ingleses! Después de la travesía a Colombia, la mujer ha viajado sola dos veces, a Santiago de Chile y a Caracas, con el pretexto de otra investigación confidencial sobre el tráfico de armas. Vos y ella acordaron encontrarse en Santiago: saldrías una mañana de sábado, ignorando los llamados cada vez más angustiosos de Diana desde el hospital: Ya no saben cómo bajar la fiebre, papá. No podas imaginar qué débil está, qué triste. ¿Por qué no venís, papito? Apenas se despierta, la pobre Ángela pregunta si ya has llegado». Ibas a regresar de Chile el domingo al caer la tarde, dejándolo todo sólo para estar con la mujer, pero la noche del viernes, cuando la llamaste para que supiera a qué hora debía esperarte en el aeropuerto, ya se había ido del hotel y su teléfono celular estaba desconectado. De todas maneras viajaste a Santiago, perdiste como un imbécil horas y horas rastreándola en los ministerios y en las guarniciones militares, avergonzándote ante tus amigos de El Mercurio y de La Tercera en busca de alguna pista: todo en vano. IA qué extremos de humillación te había llevado? ¿Quién habría podido imaginar que alguien como vos, al que jamás nadie osaría dejar esperando en el teléfono, iba a perder la calma por el silencio de un insecto como ella? La realidad se iba ordenando. El muchacho hablaba con Santiago y quería ser amable. Sin embargo, por su esfuerzo en aparentar indiferencia supe que lo que hubiera leído lo había entusiasmado, el jujeño, en cambio, le resultaba una molestia. De no estar la chica, este encuentro habría sido una calamidad. Miraba al jujeño sin poder disimular nada de lo que sentía. Ojos de nieta perversa. De noche, ella sacaba de un cofrecito la ajada fotografía de su apuesto abuelo y pensaba cosas chanchas. 103015.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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