15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Al pasar frente a esa tumba mi niño y yo meditando (meditando sobre los sinsabores de esta vida terrena y las incertidumbres humanas comparadas con lo seguro de la eternidad), el guardián de la tumba, un muchacho, una belleza, se disgustó porque sin querer miramos. "¡Qué! -dijo todo malgeniado-. ¿Se les perdió algo?" Y luego, en voz baja, como rumiando, con uno de esos odios suavecitos que me producen por lo intensos una especie de excitación sexual nerviosa que me recorre el espinazo musitó: "Malparidos…" Te gustada confiarle tus tribulaciones con la mujer, porque Maestro sabría darte un consejo certero, pero ése es un secreto que no podés entregar a nadie, Se lo dirías a tu madre, eso sí, derramarías en ella todo lo que llevás por dentro si volvieras a verla, pero aunque la esperanza siga en pie, hace tiempo que has dejado de buscarla, Camargo: tu madre se ha ido ya del reino de este mundo. Como el chofer se tardó unos segundos más de la cuenta en abrirnos la puerta, cuando la acabó de abrir, también, piró: difuntico. ¡Y quedaban dos chumbimbas en el tote para el que no le gustó la cosa! El radio, sin dueño, siguió cantando por él, en su memoria, los vallenatos, que aquí se están volviendo ritmo de muertos. En esos meses leí casi todos los cuentos de Cortázar, dos novelas horribles de Barbara Cartland, los poemas completos de Benedetti que me habían regalado para mi cumpleaños, las antimemorias de Malraux, y también leí los cuatro evangelios, de punta a punta. Fíjese qué mescolanza. Los evangelios eran una asignatura pendiente que me quedaba de las misas de los domingos, donde los curas los explicaban en una dirección y yo los entendía en otra. Veía sinsentidos donde nadie más los veía, aunque en esa época a los sinsentidos yo los llamaba misterios. Teníamos clases de religión con la hermana superiora y allí cometí un error fatal. El día anterior había estado distrayéndome con la genealogía de Jesús que está al comienzo del Evangelio de san Mateo y cuando la monja dijo que, de acuerdo con las sagradas escrituras, el mesías debía descender en línea directa del rey David, uno de esos sinsentidos me saltó a la mente. Según san Mateo, Abraham es el padre de Isaac, y éste es padre de Jacob. La sucesión familiar llega en línea recta al rey David. Después hay otros veintidós varones que se van transmitiendo el sagrado linaje masculino hasta un punto que todavía recuerdo de memoria: «Nathan engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo». Levanté la mano, sin pensar en lo que estaba por decir. «Profesora: David es antepasado de José, ¿verdad?» «Así es como debe ser», respondió ella, impaciente. «2Cómo es posible entonces», dije, «que Jesús descienda de David si es hijo de Maria, no de José?». La monja alzó los ojos al techo y suspiró: «La fe sigue caminos que no conocemos, Reina. No hay que discutir ni averiguar. Hay que aceptar». En ese momento tendría que haberme sentado con cara de sumisión. Pero seguí de pie y dije: «En el evangelio está clarísimo, hermana. O Jesús era hijo de José y la virgen no era virgen, o Jesús no era el mesías». Esa blasfemia la sacó de quicio. Me dejaron encerrada en la dirección hasta que mi padre fue a buscarme. La superiora creía que me había vuelto loca. Si quiere seguir en este colegio, dijo, tiene que copiar mil veces en el cuaderno la frase «Nuestro Señor Jesucristo es el mesías hijo de una virgen inmaculada y descendiente directo del rey David». Pasé la tarde llorando mientras escribía mi penitencia. La habré copiado cuarenta, cincuenta veces, hasta que me di cuenta que era una injusticia atroz y no quise seguir adelante. Preferí que me expulsaran. Mi padre me golpeó, mi madre fue a la iglesia a rezar por la salvación de mi alma, pero no di el brazo a torcer. Tuve que estudiar el quinto año libre, en mi casa. –Ca co cu, terrorcito de mi alma. -Y ahí empezó todo, pero con cierta extraña discreción, porque nadie elevaba mucho lagolosa. Al principio el nuevopleniocrichó un poco, pero la Pared le daba puñetazos en larota mientras el Judío Gordo lo sostenía contra los barrotes, para que pudieranvidearlo a lamalenca luz roja que venía del pasillo, y él decía oh oh oh. No tenía mucha fuerza, y lostolchocos que devolvía eran muy débiles, y supongo que eso le venía de hacer muchochumchum con lagolosa y de darse aires. De todos modos, al ver el viejocrobo colorado que le brotaba a la luz roja, sentí que la vieja alegría se me movía subiendo por lasquischcas , y dije: –¡Remis! -llamó con energía, apenas traspuso la puerta-. ¡Reina Remis! ¡Vení a celebrar! ¡El presidente mandó al carajo las visiones místicas! Detesto la samba. La samba es lo más feo que parió la tierra después de Wojtyla, el cura Papa, esta alimaña, gusano blanco viscoso, tortuoso, engañoso. ¡Ay, zapaticos blancos, mediecitas blancas, sotanita blanca, capita pluvial blanca, solideíto blanco! ¿No te da vergüenza, viejo marica, andar todo el tiempo travestido como si fueras a un desfile gay? En esas fachas te va a agarrar un día la Muerte. Las sambas del Gran Güevón envenenaban el aire y me enturbiaban el alma. Apoyaste los codos en la mesa, pusiste las manos abiertas una a cada lado de mi cara, y me obligaste a mirarte a los ojos. –Tampoco le sienta el sexo -dice, distraído. –Camargo? -le dijo. Parece mojigato e ingenuo negar que mi intención al escribir la novela era excitar las peores inclinaciones de mis lectores. Mi saludable herencia de pecado original se exterioriza en el libro y disfruto violando y destruyendo por poderes. Es la cobardía innata del novelista, que delega en personajes imaginarios los pecados que él tiene la prudencia de no cometer. Pero el libro también guarda una lección moral, la tradicional repetición de la importancia de la elección moral. Es precisamente el hecho de que esa lección destaca tanto la que me hace menospreciar a vecesLa naranja mecánicacomo una obra demasiado didáctica para ser artística. No es misión del novelista predicar, sino mostrar. Yo he mostrado suficiente, aunque a veces lo oculta la cortina de un idioma inventado; otro aspecto de mi cobardía. El nadsat, una versión rusificada del inglés, fue concebido para amortiguar la cruda respuesta que se espera de la pornografía. Convierte el libro en una aventura lingüística. La gente prefiere la película porque el lenguaje los asusta, y con razón. Por lo pronto Dios no existe, este Papa es un cerdo y Colombia un matadero y aquí voy rodando a oscuras montado en la Tierra estúpida. Ay abuela, si vivieras, si tus ojos verdes desvaídos volvieran a alumbrarme el alma… Y trataba de dormirme contando muertos. ¿La abuela? Muerta. ¿El abuelo? Muerto. ¿Mi tía abuela Elenita? Muerta. ¿Mi tío Iván? Muerto. ¿Mi primo Mario? Muerto. ¿Mi hermano Silvio? Muerto. ¿Y yo? ¿Muerto? Muertos y más muertos y más muertos y en la calle Colombia suelta matando más. ¡Qué bueno! ¡Ánimo, país verraco, que aquí no hacen falta escuelas, universidades, hospitales, carreteras, puentes! Aquí lo que sobra es hijueputas. Hay que empezar a fumigar. ¿Cómo se pueden llamar, musicalmente hablando, las ráfagas de una metralleta? ¿Trino? ¿O trémolo? Hermanos cerdos, cochinitos, marranitos: perdón por mi comparación con la alimaña vaticana, pero es que me giró muy rápido el globo terráqueo y se me barrió la cabeza. No ha parido la puta Tierra en cinco mil millones de años que lleva girando a ciegas mayor engendro que ése. II Veinticinco operaciones le conté antes de perder la cuenta. Batió en operaciones su marca en hijos. Al dentista le hizo ver su suerte, al psiquiatra lo dejó de psiquiatra, y al cardiólogo le contagió las palpitaciones. Yo odio a los médicos, pero como para mandarles una alhajita de éstas, tanto no. Que hágame, doctor, otro electrocardiograma para confirmar..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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