15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Pero después todos se dieron el gusto, arrojándome de uno al otro como si yo hubiera sido una condenada pelota, muy gastada, oh hermanos míos, y me dieron puñetazos en losyarblocos y larota y la barriga, y me largaron puntapiés, y al fin tuve que vomitar en el suelo, y hasta dije como si yo fuera un auténticobesuño: -Disculpen disculpen disculpen. -Pero ellos me dieron pedazosstarrios degasetta y me hicieron limpiar, y después me hicieron trabajar con el aserrín. Y después dijeron, casi como si hubieran sido viejos y queridosdrugos, que yo debía sentarme para tener una tranquilagoborada. En eso entró P. R. Deltoid paravidear un poco, como que tenía el despacho en el mismo edificio; y parecía muy cansado ygrasño , y empezó diciendo: -Así que ocurrió, Alex querido, ¿sí? Lo que yo presentía. Querido querido querido, sí. -Luego se volvió hacia losmilitsos y continuó: -Buenas noches, inspector. Buenas, sargento. Buenas, buenas a todos. Bien, aquí termino yo, sí. Querido, este chico no está muy bien, ¿verdad? Mírenle un poco el aspecto. –Apolologías -dije, cauto-. Me dolía lagolová, de modo que tuve que dormir. No me despertaron cuando ordené. En fin, aquí estamos todos juntos, listos para lo que ofrezca la viejanaito,¿sí? -Parecía habérseme pegado ese ¿sí? de P. R. Deltoid, mi consejero postcorreccional. Muy raro. La otra vez, cuando volvía de Suiza, vi a un cristiano bajando a pie por una de esas carreteras como si anduviera en Grecia en una playa nudista, o sea como Dios lo echó al mundo a funcionar. Mi taxista no lo quiso recoger no fuera a ser un gancho para robarle el taxi. ¡Y yo convencido de que los taxistas eran los atracadores! No señor, o sí señor, aquí la vida humana no vale nada. –Pues apuráte que ya no me lo aguanto. Va, viene, sube, baja, sale, entra, se cree el loco Cristóforo. –No voy a subir, señora, no vine a verla. Como la Loca, trato de no subir ni bajar escaleras y andar siempre en plano. Y mientras vuelvo cuídese y me cuida de paso la maleta, que en este país de ladrones en un descuido le roban a uno los calzoncillos y a la Muerte la hoz. Y dejé a la desdentada cuidando y seguí hacía el patio. Allí estaba, en una hamaca que había colgado del mango y del ciruelo, y bajo una sábana extendida sobre los alambres de secar ropa que lo protegía del sol. –De mi abuela materna. Era brasileña. Se llamaba Regina Maria da Gloria. A mí casi me ponen Reina Isabel. Se contuvieron justo a tiempo. Amanecimos en un charco de vómito: eran los demonios de Medellín, la ciudad maldita, que habíamos agarrado al andar por sus calles y se nos habían adentrado por los ojos, por los oídos, por la nariz, por la boca. –¡Qué bueno que descansó! -comentaba la Loca cuando se enteraba de la muerte de alguno. –De madera, sí, largo. -Te entusiasmaste, (de noche se oía el agua, no se la veía) –Que se vayan, Darío, los hijueputas, cada quien con cada quien. Pero donde vaya ahora, oh hermanos míos, tengo queitearodinoco, no podéis acompañarme. Mañana es todo como dulces flores y la tierravonosa que gira, y allá arriba las estrellas y la vieja luna, y vuestro viejodrugo Alex buscandoodinoco una compañera. Y toda esacala. Un mundograsño yvonoso, realmente terrible, oh hermanos míos. Y por eso, un adiós de vuestrodruguito. Y para todos los demás en esta historia, un profundochumchum de música de labios: brrrrr. Y pueden besarme losscharros. Pero vosotros, oh hermanos míos, recordad alguna vez a vuestro pequeño Alex que fue. Amén. Y toda esacala. Antes de qué. –Lo mismo que en Nueva York, ni más ni menos, hacé de cuenta el tramo elevado de Queens. ¿Si te acordás de las fiestas que armábamos con Salvador en Queens, en su burdel de muchachos? –Nadie te quiere manejar, Darío -le decíamos suavecito, tratando de apaciguarlo. –Te enamorabas de una tal Beatriz -dije yo. El mozo dejó sobre la mesa un especial de salame y queso. Eso era lo que contestaba como si tuviera enfrente un espejo. Elcheloveco que estaba sentado a mi lado -porque había esos asientos largos, de felpa, pegados a las tres paredes- tenía una expresión perdida, con losglasos vidriosos y mascullandoslovos , como«De las insípidas obras de Aristóteles, que producen ciclámenes, brotan elegantes formaniníferos». Por supuesto, estaba en otro mundo, en órbita, y yo sabía cómo era eso, porque lo había probado como todos los demás, pero en ese momento me puse a pensar, oh hermanos, que era unavesche bastante cobarde. Te estabas ahí después de beber elmoloco , y se te ocurría elmeselo de que las cosas de alrededor pertenecían al pasado. Todo lovideabas clarísimo -las mesas, el estéreo, las luces, las niñas y losmálchicos– pero era como unavesche que solía estar allí y ya no estaba. Y te quedabas hipnotizado por la bota, o el zapato o la uña de un dedo, según el caso, y al mismo tiempo era como si te agarraran del pescuezo y te sacudieran igual que a un gato. Te sacudían sin parar hasta vaciarte. Perdías el nombre y el cuerpo, y te perdías tú mismo, y esperabas hasta que la bota o la uña del dedo se te ponían amarillas. cada vez más amarillas. Después, las luces comenzaban a restallar como átomos, y la bota o la uña del dedo, o quizás una mota de polvo en los fundillos de los pantalones se convertían en unmesto enorme, grandísimo, más grande que el mundo, y ya te iban a presentar al viejoBogo o Dios, y entonces todo concluía. Gimoteando volvías al presente, con larota preparada para llorar a grito pelado. Todo muy lindo, pero muy cobarde. No hemos venido a esta tierra para estar en contacto con Dios. Esas cosas pueden liquidar toda la fuerza y la bondad de uncheloveco . Entonces yocriché: -Eso fue hace más de dos años. Después me castigaron y he aprendido la lección. Vean allí… mi foto está en los diarios. Ya durante las incomodidades del proceso por un homicidio del que no es culpable, como ahora todos lo admiten, se le presentaron los síntomas de una enfermedad rarísima, que los médicos diagnosticaron con nombres impronunciables: polineuritis idiopática aguda o polirradículoneuritis, a la que también se conoce como síndrome de Guillain Barré..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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