15 de enero de 2025
Comentario destacado
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Su inteligencia no ha perdido los reflejos geniales del pasado, pero la realidad ya no le interesa: sabe que las noticias de un día serán barridas por las noticias del siguiente, y que casi ninguna se detendrá en la memoria, porque también las tragedias del mundo están condenadas a morir tarde o temprano, como los seres vivos. Ahora prefiere pasar el tiempo en la sala de videos, junto a la galería de geranios, repasando en DVD las películas de Hitchcock, Fellini, Visconti y Buñuel que nunca había podido volver a ver. Una tarde juntó fuerzas y puso en el aparato La noche del cazador, de Charles Laughton, pero aunque desde el comienzo le siguió pareciendo una obra maestra, detuvo la proyección en la escena del sermón de Robert Mitchum sobre el Amor y el Odio, y arrojó el pequeño disco a la basura. A veces prefiere leer: no pasa por alto una sola novela de la joven literatura inglesa, en especial las de Ishiguro y McEwan, y se ha aficionado a los ensayos de un filósofo francés, Gilles Deleuze, suicida y desdichado como Louis Althusser, por cuya historia criminal siente tanta fascinación. A ratos perdidos, corrige las crónicas que piensa agregar a su libro ya clásico, El abandono. –¡Socorro! No quiero explicarles, oh hermanos, qué otras horriblesvesches me obligaron avidear esa tarde. Las mentes de este doctor Brodsky y el doctor Branom y los otros de chaquetas blancas, y recuerden que estaba estadébochca manejando las llaves y mirando los medidores, deben haber sido máscalosas y sucias que cualquierprestúpnico de la propiastaja. Porque no me parece posible que a unveco se le ocurriese siquiera hacer películas con lo que me obligaban avidear, atado al sillón y losglasos abiertos a la fuerza. Loúnico que yo podía hacer eracrichar muygronco que pararan, que pararan, y así en parte ahogaba el ruido de los quedratsaban y peleaban, y también de la música que acompañaba todo. Ya se imaginan qué alivio fue cuando vi la última película y este doctor Brodsky dijo, con unagolosa aburrida y somnolienta: -Creo que es suficiente para el Día Uno, ¿no le parece, Branom? -Y se encendieron las luces, y lagolová me palpitaba como un motorbolche y grande que fabrica dolores, y tenía larota toda seca ycalosa, y la sensación de que podía vomitar hasta el último pedazo depischa que había comido, oh hermanos míos, desde el día que me destetaron.- Muy bien -dijo este doctor Brodsky-, pueden llevarlo a la cama. -Me dio unos golpecitos en el plecho y dijo: -Bien, bien. Un comienzo muy promisorio -sonriendo con todo ellitso, y se alejó seguido por el doctor Branom; pero antes de irse el doctor Branom me echó una sonrisa muydruga y simpática, como si él no tuviese nada que ver con estavesche, y lo hiciese obligado como yo. –No, no. Sólo le decía que usted, Espósito, tiene una virtud que admiro: sentido del humor. –No lo van a velar. La viuda se niega. Quiere que lo entierren cuanto antes, a mediodía si se puede. Maestro adelantó la cara y habló en voz baja, marcando las sílabas: Y fue a tomar el mando de la tropa. –Pero cómo lo contás así -dijo la gorda Austin-. Vos sos un ser imposible. –Te dejaré el desayuno en el horno. Ahora tengo que salir. -Lo cual era cierto, por esa ley según la cual los que no eran niños, o no tenían hijos pequeños o no estaban enfermos tenían que salir arabotar . Mi eme trabajaba en uno de los mercados estatales, como los llamaban, apilando en los estantes sopas y guisantes envasados, y toda esacala . Así que laslusé meter una fuente en el horno de la cocina, y después se puso los zapatos, y descolgó el abrigo colgado detrás de la puerta, y suspiró otra vez, y explicó: -Ahora me marcho, hijo. -Pero yo me dejé regresar al país de los sueños, y me adormilé realmentejoroschó , y tuve unsnito extraño y muy real, y no sé por qué pero lo cierto es que soñé con midrugo Georgie. En estesnito era mucho más viejo y muy áspero y duro, ygoboraba de disciplina y obediencia, y de que todos losmálchicos que estaban bajo susórdenes debían sometérsele sin chistar, y hacer el viejo saludo como en el ejército, y yo estaba en la línea, como los demás, diciendo sí señor y no señor, y entonces pudevidear clarito que Georgie tenía esas estrellas en losplechos y que era como un general. Y luego ordenó comparecer al viejo Lerdo con un látigo, y el Lerdo era mucho másstarrio y canoso, y le faltaban algunossubos, como se pudo ver cuandosmecó , alvidearme , y entonces midrugo Georgie me señaló y dijo: -Ese hombre tiene roña ycala en losplatis -y era cierto. Entonces me oí crichar: -No me peguen, por favor, hermanos -y eché a correr. Corría en círculos, y el Lerdo me perseguía,smecando ruidosamente y restallando el viejo látigo, y cada vez que yo recibía untolchoco verdadero yjoroschó sonaba una campanilla eléctrica muy sonora, ringringringring, y la campanilla también me hacía sufrir. Germán encendió un cigarrillo en el otro extremo del porche y le sonrió, con una mezcla de compasión y complicidad. Ella lo miró como si estuviera dentro de él y pudiera oír las destilaciones de su pensamiento. Lo oyó como si en la realidad no hubiera otro sonido que el de ese pensamiento. Cuando él la abrazó preguntándole «Jodo está bien?» y la besó en la boca con una fiebre invasora, ella lo dejó hacer. Dejó que la llevara a su cuarto y la desvistiera y la tocara. Era todo tan natural, tan fácil, que por un momento le extrañó que aquel cuerpo fuera el de ella y no el de otra, porque había dejado que su cuerpo se fuera y no imaginó que, al volver, iba a pertenecerle tanto. Hicieron el amor sobre una cama que crujía sin que les importaran los vapores calcinados de la noche, el asedio de las moscas ni nada de lo que sucedía en el mundo. Durmieron una hora y volvieron a sentir la urgencia de penetrarse y lamerse, y así habrían seguido sin darse tregua si a las seis de la mañana el gula guerrillero no los hubiera llamado para decirles que el Mono Jojoy y Tirofijo estaban esperándolos en el abismo de la selva. Y a los hechos me remito. Una semana antes de que yo llegara de México a encargarme de él se fueron todos de vacaciones a la Costa dejándolo en manos de la Loca. Si se moría, que se muriera que hartas cagadas les hizo en vida. ¡Por un moribundo de sida se iban a perder unas vacaciones en la Costa! ¡Ve! Solidarios si somos, pero no pendejos. Desde esta altatribuna a Colombia entera le aseguro que fuimos siempre una familia unida. Ejemplar. –Bien -dijo Georgie-, si quieres enterarte, entérate. Andamos por ahí,crastando negocios y cosas por el estilo, y a cada uno le toca un miserable puñado dedengo. Y ahí está Will el Inglés en elMusculoso,y dice que acepta cualquier cosa que unmálchico se atreva acrastar . Lo que brilla, el hielo -dijo, siempre con losglasos fríos clavados en mí-. En lo que dice Will el Inglés hay dinero del grande. Todos los hombres nacen con ellos; con la infección enquistada, pero defendiéndose del antropófago cangrejito con una sutil envoltura de calcio, que a veces lo apacigua. y con el genio bostezando como un querubín dentro de un huevo. Sólo habría que provocar, deliberadamente en este caso, el del querubín, la ruptura del cascarón. Contraer la enfermedad espléndida. Del mismo modo que un organismo famélico, defendiéndose del agotamiento, acaba por comerse la película que envuelve al canibalito. Además de los enemigos que les dejaron sus difuntos padres, hermanos y amigos, cada quien en las comunas se consigue por su propia cuenta los propios para heredárselos a su vez, todos sumados, a sus hijos, hermanos y amigos cuando lo maten. Es la herencia de la sangre, el río desbordado. Las comunassólo se pueden entender desenredando la trama enmarañada de estos odios. Cosa imposible e inútil. Yo no le veo a este asunto más solución ni remedio que cortar como hizo Alejandro, de un tajo, el nudo gordiano, e instaurar el fusiladero: una tapia larga, larga, encalada de blanco, que anuncie en letras grandes y negras la Urosalina, ese remedio milagroso de mi niñez que se deletreaba así, en el radio, a toda carrera: Uereoeseaeleienea. ¡Urosalina! Y que vayan cayendo los fumigados, y aterrizando sobre ellos los gallinazos..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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