15 de enero de 2025
Comentario destacado
Ba dissertation
Una reflexión de Gilles Deleuze que ha leído en Diálogos lo estimula a tomar apuntes para su proyecto. Deleuze dice allí que la sustancia de toda novela, desde Chrétien de Troyes a Samuel Beckett, es un antihéroe: un ser absurdo, entraño y desorientado, que no cesa de errar de acá para allá, sordo y ciego. La definición le parece demasiado simple, tal vez porque es demasiado horizontal. Para él, una novela es una abeja reina que vuela hacia las alturas, a ciegas, apoderándose de todo lo que encuentra en su ascenso, sin piedad ni remordimiento, porque ha venido a este mundo sólo para ese vuelo. Volar hacia el vacío es su único orgullo, y también es su condena. –El director de la película. En esa época, los actores podían improvisar muy poco durante la filmación. 1955. No tenés la más pálida idea de lo que era Hollywood en esos tiempos. –Quisiera estar con vos ahora, papá-dijo Diana-. Quisiera estar allá y acá. –La Cañada. Momento en que apareció entre los árboles el padre Cherubini y dijo que aguaitaba, en obsequio nostro, poder asujetar la sua flammigera et mutabile naturaleza angélica. Onduló su formidable corpachón de un lado a otro, agitó el farolito y lanzó una carcajada capaz de deshojar un bosque. Agregó que, para la ocasión, era una especie de Fuego Fatuo, aunque sus palabras fueron ego sonno un variedat macho de la Fata Morgana, pareció repentinamente indeciso por algo, preguntó ¿dije bien? y siguió hablando con el astrólogo mientras Espósito comprendía que nada de eso estaba sucediendo, porque lo que habíacomenzado a suceder era la llegada al Cerro, estos árboles súbitamente reales, la amenazadora silueta de un hombre en una de las ventanas de la casa, un hombre maduro, alto, que incluso a esa distancia parecía irradiar su ominosa presencia sobre el parque, y Esteban volvió a sentir algo que ya había sentido en el ómnibus, como un cambio de perspectiva o desplazamiento, se vio a sí mismo, caminando a solas, pero también se vio entre el profesor Urba y el padre Custodio quien ahora decía haber decidido venir il mesmo pa sacarlo de la smarrita senda antes que il nostro dottore infernalelo llevara pal fondo et lo putrefalenciara, si es que en realidad lo decía, porque lo que sí oyó Esteban fue la voz que cantaba una zamba, un relincho, un trueno, un ladrido, y vio cosas que sólo podrían describirse por la negativa, árboles sin nombres grabados a cortapluma en su corteza, reflejos de agua sin nunca más camalotes ni islas resplandecientes en la otra orilla, terebintos y robles para siempre sin plazas en un barrio de Buenos Aires, un mundo a punto de saltar en pedazos sin nunca más el país de Jauja. Lo cual, ahijadito, no es ninguna consideración estupenda pero, intervino el astrólogo, se acerca bastante a la verdad. Y para el caso también sirven alegorías con incendios de naves, voladuras de puentes, saltos al vacío o baúles que se abandonan en un naufragio. Porque tu signo es ése, y el signo de nuestro tiempo es ése, al carajo con el iluminado mundo moderno y al carajo con el joven iluminado y antiguo, estamos al borde del milenio, en la peligrosa cornisa de la nada, sobre la cuerda floja del infierno, y yo te garanto que sobrevivir en este clima será como volar un puente, quemar un barco, abandonar las valijas, saltar a ciegas. Como dinamitarse el alma y ver qué armamos con los pedazos dispersos, si es que queda algún pedazo, y todo un poco rápido, antes que el buen planeta viejo de Santiago pegue toda la vuelta y se encuentre mirándose la nuca y nos sorprendan la noche primitiva, el hacha venidera de sílex y la caverna junto al pantano, así que afinadito si podemos, o si no a lo que salga. Ningún hombre supo nunca si estaría vivo en el próximo minuto, lo que ya era bastante duro de tragar, hoy ni siquiera sabemos si el mundo va a durar una semana, ¿qué puede hacerse, en un caso así? Apechugar et dentrar pa adentro!, dijoel padre Cherubini, mientras los tres subían la escalinata de la casa. Esto sucederá al día siguiente. Ahora todavía es de noche. –Me gustaría que en Buenos Aires vayamos a visitar a mi padre, Reina. Ya ha pasado los noventa y no creo que le quede mucha vida. –No. Ya no lo creo -dice Espósito. El whisky empezaba por fin a emborracharme. Después de todo lo que había tomado en el bar del teatrito, ya era hora. Uno flota dentro de sí mismo y ve las cosas perfectamente aisladas, afuera. Las ve tal como son y conoce su sentido real. Las manchas en el mantel, los toneleros, un pie de mujer sin su zapato trepando por la pierna de un hombre, el dibujo que traza una gota en la ventana: todo parece tratar de decir algo. Lo dice. Oigo tu voz un poco grave y arrastrada, y sé de pronto que es tu verdadera voz, como sé que esa ráfaga sombría de tu risa no está sólo en tu risa sino en la inquietante belleza de tus manos, en el pelo sobre tu cara, en cierta manera de agachar la cabeza y alzarla repentinamente como un desafío. Hablábamos, no sé de qué. Y no creo que en ese momento importara mucho. Yo había repetidoGunga-Din,y vos decías que sí, que te acordabas, aunque para vos toda la historia se limitara a un elefante que toma una purga, derriba un calabozo de piedra e intenta cruzar un puente colgante. "El jorobado", dijiste después, "el jorobado o Enrique de Lagardére." Y el que se acordaba era yo. No era natural que tuviéramos recuerdos comunes, y en realidad no los teníamos, sólo elegíamos las coincidencias y hoy pienso que las elegíamos con cierta velada desesperación, como si de esos frágiles contactos, de esos puentes ilusorios, dependiera algo que los dos buscábamos a tientas, sin saber del todo quelo buscábamos. Vos recordabas el verdadero nombre de Robinson Crusoe (nacido en la ciudad de York, el año 1632, de una familia distinguida pero extranjera en el país…) y yo la palabra herretes, que eran las piedras por las que Ana mandó a D'Artagnan a Inglaterra, y vos, casi milagrosamente, recordabas a Charlie Chan. ¿En la colección Pequeños Grandes Libros? No, qué era eso. Te reías, parecías más chica, repentinamente infantil y de verdad adolescente. No era ningún libro, era una película donde todo el mundo tenía kimonos con dragones. Nombraste a alguien llamada lo y yo me vengué con Giro-Batol. Y mientras seguíamos hablando, riendo, buscando algo en esa mesa de la cervecería Wittemberg, en Córdoba, yo abrí sin querer una de las puertas-trampa de la memoria y, por alguna razón para mí incomprensible aquella noche, esa puerta se comunicaba con otra que te dejó asolas con tu propia memoria. Giro-Batol, había dicho yo, y vi un patio de baldosas ocres y negras:Sandokán,el primer libro sin ilustraciones que leí, un triunfo, un esplendor colmado de palabras. Es la hora de la siesta. Tengo ocho años y estoy sentado junto a mi prima Laura con el libro abierto sobre mis piernas. El dedo de Laura recorre los últimos renglones de la página y se detiene en la palabrakriss,la punta del dedo sobre la palabrakrissy el resto de la mano sobre mi pantalón. Laura tenía once años y no sabía qué era unkriss.Había otras palabras, al pie de otras páginas, que también desconocía. Después no haría faltaSandokán. –¿Qué significa todo esto? Reina sabía lo que iba a hacer. Lo había planificado desde mucho antes de hablar con Camargo, pero no quería decírselo. Sabía qué hacer pero no cómo. Identificó al abad, que estaba sentado en el escaño más alto de la fila derecha, apoyando la cabeza en un respaldo alto del que surgía una paloma de madera erizada de rayos. Cuando terminara el Salve Regina, pensaba arrodillarse ante él y besarle las manos. Le entregaría un sobre con una nota. Había prometido no pronunciar una sola palabra, pero si era preciso le diría: «Vengo de parte de la dama protectora». Ninguna falsía. La nota erabreve, elemental. Cada palabra debía mantener en vilo la atención del abad: «El presidente no pudo haber visto a Nuestro Señor Jesucristo. Al recibirlo en esta santa casa, usted se conviene en cómplice de la impostura. Relea la Primera Epístola a los Tesalonicenses, capitulo 4, versículos 1518. Fíjese en el capítulo 24 del Evangelio según san Mateo, repase el Libra de la Revelación. Recuerde que Cristo sólo puede volver a la Tierra cubierto de gloria y anunciado por los arcángeles el Día del Juicio Final. Este no es el Juicio Final. El presidente está abusando de su buena fe y va a dejar en ridículo a la Orden de San Benito». Firmaba: «Reina Remis, enviada de la dama protectora)). –¿Un traguito? -me ofrecía. –Qué pregunta tan boba, niño. ¡Claro que si. Llegué a uno de esosmestos de té-y-café, hermanos, y a través de los grandes cristalesvideé que estaba atestado deliudos apagados, corrientes, delitsos pacientes e inexpresivos, que no harían daño a nadie, todos sentados allígoborando quedamente ypiteando unos tés y cafés inofensivos.Iteé en el interior, fui hasta la barra y pedí un buenchai caliente con muchamoloco, y luegoiteé hasta una mesa y me senté apitearlo. Una pareja joven ocupaba aquella mesa y bebían y fumaban cánceres con filtro, ygoboraban ysmecaban en voz baja, pero apenas reparé en ellos y seguí bebiendo y soñando y preguntándome qué era lo que estaba cambiando en mí y qué iba a ocurrirme. Sin embargovideé que ladébochca de la mesa que estaba con elcheloveco era de película, no de la clase que querrías tumbar en el suelo para darle el viejo unodós, unodós, sino que tenía unploto y unlitso de primera, y unarota sonriente y unboloso muy muy brillante y toda esacala. Y entonces elveco que la acompañaba, que llevaba un sombrero en lagolová y estaba de espaldas a mí, volvió ellitso paravidear elbolche reloj de pared que había en elmesto, y entonces pudevidear quién era y élvideó quién era yo. Era Pete, uno de mis tresdrugos de los días en que éramos Georgie, Lerdo, él y yo. Era Pete, que parecía mucho mayor aunque no podía tener entonces más de diecinueve años y llevaba un pequeño bigote y un traje corriente y el sombrero puesto. Fue como si el aire se enrareciera de golpe. Era algo que podía sentirse en la piel y hasta olerse en la mañana, lo sentí como dicen que los animales presienten y olfatean un peligro. Estaba en la ciudad. Era algo que desde la noche anterior parecía modificar la consistencia de la realidad y las relaciones entre las cosas y yo, algo que tenía que ver con el tiempo y que ahora instalaba de otro modo tu cuerpo en esa calle, le daba un color distinto al balcón en ruinas, a los árboles de la plaza, a la casa del marqués. Un vago e impreciso color sepia de vieja fotografía. Como si de algún modo misterioso, la ciudad, mucho antes de mi llegada, yahubiera dado formapara siemprea cualquier cosa que pudiera suceder con nosotros y yo no tuviese más remedio que acatar ciegamente su desenlace. O tal vez no se trataba de la ciudad y de nosotros, sino del mundo, de nuestro florido y buen planeta viejo, como había dicho sonriendo el jujeño esa mañana en el Pabellón España, de nuestro florido manicomio que cualquier día, zacate, se queda sin resto y sin vino riojano y se nos vienen por esas pampas del cielo los Cuatro Jujeños del Apocalipsis. No se me rían, había dicho Santiago, que es para llorar a gritos viendo cómo se nos puso inútil el futuro; porque cómo escribir, con qué cara sentarse esta noche a escribir nuestro librosereno y antiguo si a lo mejor mañana no nos va a quedar tiempo ni para santiguarnos; antes uno podía dejar tranquilo que los vándalos invadieran Europa y siempre le quedaba una parva de siglos llenos de arte gótico, silogismos, catedrales, para ir ordenando las cosas del cielo y el infierno como un largo poema bien medido; pero si la otra tarde, en Jujuy, me acosté a dormir la siesta en los Tiempos Modernos, y cuando mi mujer me recordó con el mate ya habíamos dejado atrás la Era Atómica y entrábamos en la Edad Interplanetaria. Ustedes se ríen, muchachas, y hacen bien, pero yo cómo hago para ponerlo en verso, había dicho Santiago. Y sin embargo Espósito supo que mentías. Que él lo había asegurado esa mañana era verdad; que vos lo hubieras creído le pareció absurdo. Recordaba perfectamente habérselo dicho a Verónica, y era con Verónica que vos habías hablado de eso. Qué relación podías tener con ella y hasta qué punto. Hasta elpunto de que Verónica te contara sus conversaciones en la cama. Que Darío estaba en excelente forma cuando el soldado lo quiso matar, según dije atrás, es un decir o mera aproximación a los hechos. Ya había empezado a perder peso, y por eso iba al gimnasio. Y estaba perdiendo peso no por ninguna hipoglucemia sino por el sida. En él ésa fue la primera manifestación de la enfermedad. Después quién lo hubiera dejado de ver unos meses y se lo volviera a encontrar le notaba un indefinible cambio en la cara. Un color como de ceniza o cobrizo. ¡El tinte de la muerte. –Traidores -grité-. Traidores y mentirosos -pues yovideaba que era todo como dos años antes, cuando mis supuestosdrugos me habían abandonado a lasrucas brutales de losmilitsos. En este mundo no se podía confiar en nadie, hermanos míos, eso estaba muy claro. Y entonces Jojohn fue a despertar a la Pared, que se mostró muy dispuesto a jurar que Vuestro Humilde Narrador era el auténtico culpable de lostolchocos sucios y toda esa brutalidad. Cuando vinieron loschasos, y después el jefe de loschasos y al fin el propio director, todos misdrugos de la celda hacíanchumchum contando cómo yo habíaubivado a ese pervertido cuyoplotocroboso estaba arrumbado en el piso como un saco decartófilos . –Ni siquiera se sabe si discutieron. Tampoco es muy seguro que llegaran a entrevistarse, son historias de familia. En todo caso, hablaron un rato a solas y cada uno agarró para su lado. Algo es seguro. Cuando se cruzaron en Ojo de Agua, ya eran enemigos. -Verónica se quedó mirando los últimos restos del fuego. -Me gustaría saber si la abuela y él hicieron el amor esa noche. –¿Pero no la están usando aquí, señor? -pregunté-. Esos nuevos edificios blancos en la pared sur. Vimos cómo los construían mientras hacíamos gimnasia..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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