15 de enero de 2025
Comentario destacado
Art of the problem solving
Borges escribió -o dijo- que la obra más importante de un hombre es la imagen que deja de sí mismo en la memoria de los otros. Al difunto, sin embargo, no le interesaba dejar una imagen. Quería imponerla, tatuarla. Más que la idea que la posteridad tendría de él, lo desvelaba la desconfianza que él sentía por la memoria de la posteridad. Que es, como se sabe, la mejor artimaña que puede inventar el diablo. Pero vayamos por partes. En el primer caso, existo. Y se trata de asumir conmigo la historia y el país. Y se trata, como dije, de un descendimiento orgulloso. Esto, esta vorágine hacia las Grandes Madres. El Pacto con el Diablo. Pero trasladar mecánicamente a este siglo y a estas pampas ideas medievales o isabelinas, germánicas o sajonas, sería dogmático. Sería stalinismo. No, huerfanito. Nuestras particulares condiciones históricas y sobre todo mi endiablada nacionalidad, que es la tuya, son ahora toda la condición humana. Nacionalidad, repito. Argentino yo. O rioplatense. Juan Sin Ropa yo: diablo de aluvión, historizado. O naturalizado. Hijo del hibridaje, nieto putativo de hijodalgos españoles hijoputas, de inmigrantes organilleros y de negros mandingas. Crisol de razas, que le dicen. Último de la flamígera tribu altísima. Cocido y modelado en viejas retortas universales, en el Caos, antes del Génesis,colui che fu nobil creato piú ch 'altra creatura.Vuelto a cocer y remodelar en Wittemberg, y más tarde en la vieja Deptford, entre Greenwich y Camberwel, frente a la Isla de los Perros, ahí donde el Támesis dibuja una gran serpiente que se arroja al mar y donde, hace cuatro siglos, había unos formidables prostíbulos. Y una taberna. Y dentro, bajo la luz roñosa de una lámpara de aceite de ballena, mujeres y balleneros en círculo, mirando unas puñaladas. Hasta que Christopher Marlowe quedó muerto en el piso y yo me limpié la daga en el pantalón y salí a la noche, en Deptford, donde la eran serpiente se enrosca y se confunde con Leviatán. Vuelto a remodelar y recocer en el gabinete áulico de su Serenidad,il signareWolfgang, también llamado el Mayor, de quien heredé esta diabólica tendencia al humanismo y mi amor por la dulce Italia, bajo cuyos cielos, gracias a una mariposa con nombre de ramera, se atestiguó mi más reciente metamorfosis. La dulce Italia, de cuyas colinas vengo, no sin haber pasado algunos buenos momentos bajo la noche de plata de San Petersburgo conversando con un parricida. Yo, el último de la flamígera tribu altísima y el Primer Adelantado. Omega y Alpha. Mi endiablada nacionalidad y las antedichas condiciones históricas, así lo exigen. Exigen una demonologíaad usumexpósitos. Expósita: argentina. Y volviendo al acertijo: si la palabra "vos" fue la respuesta, muy bien, no sólo te concedo no preguntar la respuesta de quién, sino que lo admito con toda tranquilidad: no existo. En este segundo caso, no existo. Yo estoy en vos, soy vos, vengo de vos. Me inventas.Lo cual, dicho por el Diablo, también es una originalidad. Un aporte. Y aparentemente resuelve con un suspiro de alivio las cosas, deja impoluta tu alma, abre infinitas puertas de Salvación a la fragante rosa mística de tu espíritu, y caen, como livianos copos, las plumas de tu alada espalda durante la ascensión a los cielos dulce San Estebanora pro nobis.¿No es cierto? No es cierto. Me río por lo bajo y prosigo. Supongamos que no existo. ¿Qué se modifica con ello? ¿Quién, mi querido aspirante salesiano, modifica nada si yo no existo? A esta altura de nuestros razonamientos la confusión es tal que si, realmente he dicho la palabra "vos" para probar que nosotros y Esteban somos el mismo -respuesta que me anonada, me reduce a polvo metafísico, me excomulga, me derrumba y me arrumba en el polvoriento desván de las infantiles fábulas medievales-, alguien, fuera de nosotros podría inferir que Esteban está defendiéndose de algo, valerosamente, eso sí, pero defendiéndose. Y nadie se defiende de lo que no existe. Razón por la cual existo, o de lo contrario, Sansón de la dialéctica, todo, cada una de las palabras ya pronunciadas y estas mismas, cada una de las que diremos, o dirás, antes del amanecer, todas las múltiples objeciones que se te ocurran en este preciso instante, vienen de vos. Razón por la cual vuelvo a no existir; razón por la cual etcétera. Y así hasta el infinito. –Sí -dije con amargura-. Como un par degrudos artificiales. -Elveco que leía la revista dijo «Shhhh» otra vez, pero ahora levantó losglasos y algo nos hizo clic en lasgolovás.Videé quién era. Y el otro dijo con voz muygronca: –De nada te estás perdiendo, papi, si te morís ahora -le dije-. Esto es la ignominia renovada. –No le hables así a tu madre, hijo -dijo mi papapa-. Después de todo, ella te trajo al mundo. Aun después de agotar la búsqueda de indicios en asilos y hospitales, de revisar listas y listas de cadáveres no identificados en la morgue y en los cementerios, y de estudiar los censos de las villas de emergencia y la nómina de ancianas que habían servido en los conventos, Camargo no quiso darse por vencido. Los diarios se armaban todavía en planchas de plomo y faltaban dos décadas para que se difundiera el uso de las computadoras. Había que tener entonces una paciencia de iluminista medieval para adivinar las biografías escondidas detrás de cada nombre y para comparar las fotos de los archivos con los torpes dibujos de la memoria. O inmovilizarse, como Camargo, en la ciénaga de una idea fija. No lo acobardó la infinitud de los desengaños. Llevaba ya una serie larga de fracasos cuando se le dio por imaginar que, después de todo, tal vez la madre se había mantenido fiel a las costumbres burguesas y que debía vivir, casada o viuda, en alguna casa modesta de Palermo. Recorrió todas las calles de una punta a la otra: Gorriti, Guatemala, Fitz Roy, Armenia, Soria. Visitó los mercados de carnes y hortalizas alrededor de un triángulo verde que en esos tiempos se llamaba la esquina de Serrano o de Racedo y que después sería la placita Julio Cortázar, investigó los conventillos de fotógrafos de la calle Gurruchaga y los clubes masones de la calle Uriarte. Pensaba que la vería en cualquier momento tomando el fresco en la vereda y hablando con las vecinas. Más de una vez, cuando la noche se le venía encima, buscaba refugio en un bodegón que se las daba de francés y al que, cuando la hora de la cena languidecía, iban cayendo cantantes de tango a los que se les había marchitado la voz y que entretenían a los clientes rezagados por un guiso de lentejas y un vaso de whisky Criadores. Se sentaba junto a la ventana para ver pasar a la madre. Alguna vez lo alumbraría el relámpago de los guantes y sabría que era ella. –El doctor Cantilo quería conocerlo -casi gritó la señorita Cavarozzi-. íntimo de Roberto Arlt. Yo dije que me parecía notable. -Qué notable -dije. 2 –Millones -me contesté-. La Muerte no se da abasto con semejante paridera. Sacó de la billetera una fotografía de bordes ondulados. Y yo sentí que todo aquello, sus palabras arrastradas y el tono intrascendente, sus gestos lerdos, su risa, por algún motivo que yo no podía comprender formaba parte de una gran broma secreta, una travesura colosal de la que el jujeño me hacía su cómplice al mismo tiempo que me excluía. O quizá no lo sentí ni podía sentirlo y lo imagino ahora. Miré la fotografía e hice un gesto afirmativo con la cabeza, como quien da el visto bueno o aprecia la cicatriz que el otro tiene en el brazo. La viste sentarse ante la computadora y revisar el correo. Estaba agitada, sin tiempo para responder a los mensajes. De día era más difícil observarla, porque la luz de la calle dejaba demasiados espacios en la penumbra. Pero sus movimientos se volvían nítidos cuando estaba cerca de la ventana, se miraba al espejo o abría la heladera. ¡Y vuelta al beethoveniano redoble de timbales en apoteosis! Le salían en la frente unos tremendos chichones como de marido engañado. –Nosotros. Y como el segundo año el tercero y como el tercero el cuarto: en un inmenso fulgor in crescendo. ¿Se diría el último resplandor de la llama? sí, pero lo diría usted porque yo no hablo con lugares comunes tan pendejos. Y si a eso vamos Darío no fue una llama, fue un incendio. IV –Y los pasajeros del Metro se nos apartaban al oírnos hablar colombiano, no los fuéramos a atracar. –Creés que me vas a dejar así, tan fácil? ¿Creés que se puede salir de Camargo como se sale de una fiesta? No, nena, vos no te vas. –Como cuáles. .

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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