15 de enero de 2025
Comentario destacado
Argumentative essay on the death penalty
Esa noche, Brenda ha decidido servir vichyssoise, la sopa helada de papas y puerros; un pavo asado con salsa de frambuesas, ensaladas, y la torta de hojaldre con jalea real que venden unos apicultores de San Isidro. Cuando la repostera lleva la torta, a mediodía, entrega también, de regalo, unos fragmentos de panal impregnados de miel espesa y …expósito, dijo el profesor Urba, huérfano, hijo de nadie, guacho. Que es lo que le pasa al hombre cuando siente que se ha roto su pacto cósmico con la divinidad, como decía el viejo Martín Bubcr; cuando siente que el mundo ya no es más su casa, porque ha dejado de comprender el mundo, o, aunque crea comprenderlo, cuando ha dejado de concebirlo como imagen. "Imago mundi, imago nulla?", preguntó algo impresionado el padre Cherubini. Aut imaguncula, concedió el astrólogo. Hasta ese momento, e incluso sobre todo en ese momento, el hombre tenía o creía tener cierta comprensión del universo. Kepler, al fin de cuentas, había conseguido cifrar en tres diáfanas leyes elementales los círculos un poco aberrantes de Copérnico, transformándolos en elipsis. Ya no había centro pero había, por lo menos, focos, puntos focales en los que nuestro Sol podía simular la majestad de un orden heliotrópico hecho de parábolas elípticas, radiovectores excentricidades, y esto todavía era imaginable ¡"Vos crederes?", dijo el padre Cherubini), sí, como era imaginable todavía una divinidad ordenadora, un Dios astrónomo al alcance de la fe, aunque la razón ya no lo alcanzara. "Ma,era lindo e ordenadito", dijo el padre Cherubini, "non vedo nequamquam demolizione de la Amplissima Domus. " El astrólogo admitió que era cierto. El edificio estaba en pie. Cribado de goteras, con las paredes desconchadas y llenas de grietas. No era todavía escombros, pero era una ruina, apuntalada aquí y allá por vigas que se iban pudriendo y que cada nuevo albañil, a quien todavía se podía llamar filósofo, reemplazaba por otras vigas que cedían y se venían abajo cada vez más rápidamente. Cuando el heroico y candoroso hombre renacentista entró en el mundo moderno se encontró con una mansión poeniana, agónica, caminando a tientas como un ebrio por habitaciones oscuras, entre viejos retratos de familia que ya no significaban nada… "Tenga mano!", lo interrumpió el padre Cherubini, "a ver si te compriendo: o sea que para vos, satanito, il Rinascimento e anche lo Iluminismo vienen a ser proprio la lepra, uno morbo gnoseológico et scentífico que pudrió el cotorro spiritual del povero homecito humano, o sea que pa vos erat preferible la siesta negra de lo medioevo. II tentadore se volvió scholástico!, démen vino que me hundo al suelo de la risa." Yo nunca dije que era preferible, contestó apaciblemente el astrólogo, sirviéndole vino al padre Cherubini, yo sólo digo que el despertar de los Tiempos Modernos fue, en términos espirituales, la quiebra más grande de todas las ilusiones de inmortalidad y conocimiento que soportó el linaje humano. La más grande hasta hoy, ya que la de hoy es la peor de todas. En nuestros días no queda un solo hombre, por grande y universal que sea, capaz de pensar el mundo como Imago, como mansión, capaz de rearmarlo desde sus escombros. Y, en aquel tiempo, por lo menos hubo uno, y fue el último. "Si me vase a nominar al taradón de Hegel", prorrumpió el padre Cherubini algo atragantado por el último vaso, "me levanto y lanzo un horrísono pedo." No, dijo el profesor Urba. Hegel no: Kant fue el hombre que hizo el último esfuerzo por poner un nuevo orden en el mundo. Se propuso salvar al mismo tiempo la razón, la fe, la libertad, las ciencias positivas, las ideas morales, la esperanza en la inmortalidad. Le costó la cabeza, pero durante unos años de luminosa locura discursiva armó el último refugio espiritual del hombre. Antes, había que empezar por demoler lo que quedaba de la casa; después,reconstruirla sobre algún fondo.Einventó un lugar imposible: el tiempo y el espacio como formas del espíritu. La Última Thule de la razón. Sólo que, a partir de Kant, la razón pura ya no servirá para probar nada. Sólo es posible conocer los fenómenos, la aparición: nadie sabrá nunca qué es la cosa en sí, suponiendo que exista. Porque no es cierto que Kant instaló en la filosofía la cosa en sí: Kant la confinó al mundo de los centauros o de los grifos. Qué puedo saber, qué debo hacer, qué me cabe esperar, se preguntó. La respuesta a la primera pregunta, la única que concierne a la filosofía, es sencillamente:nada. La matemática conoce: la metafísica es sólo el anhelo y la imposibilidad de conocer. En cuanto a las otras dos preguntas, las responden la moral y la religión, sólo que moral y religión hacen necesario a Dios, y Dios, la absoluta cosa en sí, es irreductible al conocimiento. ¿Queda la fe?, de acuerdo. Pero también quedan la poesía, los centauros, el álgebra irrefutable de las alucinaciones y los sueños. No hay siquiera una manifestación fenoménica de Dios, como hay una aparición sensible de la rosa o de la piedra. La naturaleza no manifiesta a Dios: se manifiesta. Y las leyes de esa manifestación son, en suma, la forma de nuestro espíritu. Los abismos estelares que aterraban a Pascal, son el terror de no saber quién es ese que se aterra al contemplar el mundo. La última pregunta de Kant, por lo tanto, fue preguntar qué es el hombre. Nunca la contestó. Tal vez debió preguntar qué es el hombre moderno, para que Nietzsche, un siglo y medio más tarde, pudiera responderle: lo completamente desorientado, todo lo que está completamente desorientado; eso es el hombre moderno. Cuando Kant, uno de los pocos filósofos que realmente pensó, acabó de pensar, la filosofía quedó sepultada junto a las ruinas de la casa. A veces, todavía, algún hombre revolviendo entre las maniposterías derrumbadas y los escombros, imagina que ha encontrado una verdad. Son verdades cada día más fragmentarias, cada día más tristes: Wittgenstein, en nuestro siglo, llegó a sentir que el único territorio de la filosofía era la investigación del lenguaje… La libertad, Dios, el alma inmortal, no son demostrables ni indemostrables. La metafísica es imposible y las leyes de lo real son de la forma de nuestro espíritu. Si los insectos piensan y sueñan, la forma del universo y la forma de los sueños arman leyes e imágenes de insectos. Esto no lo dijo Kant, pero lo pensó. Lo demás es hoy, dijo el astrólogo. Años hace que no venía a esta catedral al Oficio de Difuntos, a rezar por Medellín y su muerte, pero ahora Alexis, mi niño, me acompaña. He dejado de ser uno y somos dos: uno solo inseparable en dos personas distintas. Es mi nueva teología de la Dualidad, opuesta a la de la Trinidad: dos personas que son las que se necesitan para el amor; tres ya empieza a ser orgía. Viniendo de la catedral, en el parque de Bolívar donde Junín desemboca a éste, en ese Centro Comercial de ladrillo que construyeron sobre el sitio mismo en que se levantaban, siglos ha, arqueológicamente, las dos cantinas de mi juventud, el Metropol y el Miami, ahí presenciamos la escena: un gamincito sucio y grosero insultaba llorando a un policía: "¡Gonorrea! -le decía-. ¡Por qué me pegaste, gonorrea!" Y tres de los espectadores del corrillo defendiéndolo. Son esos defensores de los "derechos humanos", o sea los de los delincuentes, que aquí surgen por todas partes espontáneamente para sumársele al "defensor del pueblo" que instituyó la nueva Constitución que convocó el bobo marica. Yo no sé por qué le pegaría el policía y si le pegó, pero la palabra en boca de ese niño era la más cargada de rencor y de odio que he oído en mi vida. ¡Y miren que he vivido! "¡Gonorrea!" El infierno entero concentrado en un taco de dinamita. "Si este hijueputica -pensé yo- se comporta así de alzado con la autoridad a los siete años, ¿qué va a ser cuando crezca? Éste es el que me va a matar".Pero no, mi señora Muerte tenía dispuesto para esta criaturita otra cosa esa tarde. El policía, uno de esos jovencitos bachilleres que están reclutando ahora para lanzarlos, sin armas y atados de manos por las alcahueterías de la ley, al foso de los leones, no sabía qué hacer, qué decir. Y los tres defensores enfurecidos, abogando por el minúsculo delincuente y cacariando, amparados desde la valentía cobarde de la turbamulta, que dizque estaban dispuestos que dizque a hacerse matar, que dizque si fuera necesario, del que no tenía armas. Pues se hicieron pero del que sí: sacó el Ángel Exterminador su espada de fuego, su "tote", su "fierro", su juguete, y de un relámpago para cada uno en la frente los fulminó. ¿A los tres? No bobito, a los cuatro. Al gamincito también, claro que sí, por supuesto, no faltaba más hombre. A esta gonorreíta tierna también le puso en el susodicho sitio su cruz de ceniza y lo curó, para siempre, del mal de la existencia que aquí a tantos aqueja. El sonido de la caja registradora, la llegada de Santiago, un canillita que pasó casi cantando los cubanos no retiran los misiles ultimátum de los Estados Unidos buques soviéticos avanzan hacia la zona de conflicto naves argentinas apoyan el bloqueo y que fue como un entremetimiento de la realidad, brutal y súbito, exigiendo de Esteban Espósito un certificado de legalidad, un salvoconducto, aquel acto o aquel gesto como un papel firmado y estampillado y puesto en regla, aquello, lo que fuese, que justificara este minuto mío en esta mesa del café frente al hotel donde tus manos se han posado casual y por primera vez familiarmente sobre mis manos, mientras afuera la inminencia de la lluvia, la sombra de Mariano, la amenaza de la guerra, el fantasma sin cara de alguien llamado Patricio, la ciudad repentinamente ensanchada hasta abarcar la circunferencia del mundo y en uno de los rincones de esa megalópolis a punto de estallar, otra ciudad, llamada Buenos Aires, con un desesperado o un loco, Filiberto Toriano argentino de cuarenta y ocho años capturado en un bar de la calle San José llevando un paquete con una bomba de fabricación casera atado debajo de la camisa. El detenido, de filiación peronista, declaró que su intención era detonarla en el Departamento de Policía y suicidarse. Santiago, sentado junto a nosotros, recortó con mucho cuidado la noticia y la guardó en un bolsillo. Quién es Patricio, alcancéapreguntar. "El padre de Mariano", habías dicho evasiva y secamente, y agregaste que ahora sí debías volver a tu casa pero antes de que te fueras todavía sucedió algo, una especie de juego o de viajé imposible, conmigo y con el jujeño, un viaje a una isla, un disparate o un sueño que de todos modosno pudo sucederporque no hubo tiempo ni de que lo imagináramos. Más tarde Santiago cruzó al hotel; alguien lo llamaba de Jujuy. Un momento después vos también te has ido y estoy solo. Camino por la vereda de Santo Domingo, veo un remolino de papeles y hojas secas, recojo en el aire la página de un diario. Ley Marcial en Venezuela. Avión norteamericano viola espacio aéreo soviético. 50 Aniversario de la fundación de Río Cuarto. Dos naves flechter argentinas, el Espora y el Rosales, navegan hacia Cuba. Los chinos preparan masivo ataque contra Assan en la India. Cine Novedades:La cabalgata del circo.Dólar 136,50 para la compra. Leo riendo un recuadro, lo recorto lo mejor que puedo y tiro el diario a una alcantarilla, pienso que esta noticia sí debería verla el jujeño. En ese trayecto, otra vez la Cueva de la Sibila y, a su lado, la librería y papelería Fausto.Libros usados y religiosos.Entré. Salí con este cuaderno. Llegué a la casa de Verónica y, desde hace años, estoy allí, detenido en el descanso de la escalera de caoba. La escalera es larga, describe una pequeña curva y va a perderse allá abajo, en la opalescente penumbra del vestíbulo. De un lado, la gran ventana que daal patio de las Catalinas; del otro, el retrato de Laureano Zamudio. El abuelo me contempla socarrón: espera pacientemente su turno. Sabe, desde una madrugada despavorida de hace ciento cincuenta años, que ése que está ahí ha venido también a contar su historia. Él lo sabe, yo en la escaleratodavía no lo sé. Yo acumulo rostros, nombres de lugares, la voz de un canillita, palabras que fueron decisivas y palabras oídas al pasar, inscripciones, una lámina de San Jorge que no veré hasta la noche, el fulgor de una moneda.(¿cara?, ¿ceca?) en la mano de la Sirenita, el puente de piedra, un remolino de papeles y hojas secas en mi camino a la casa de Verónica, sin ningún orden de importancia ni jerarquía. Con la avaricia de un coleccionista loco. Las pequeñas cosas y las grandes, no por grandes o por pequeñas, sino porque no hubo más que ésas y todo consistirá en que algún día yo las nombre y escriba con ellas una fábula, una historia a la que hoy el recuerdo impone este desorden, o que me impone a mí su caos. Porque esta salvación depende de eso: de que yo evoque cada cosa y la escriba, como voy escribiendo cada una de las palabras que son Santiago, como escribiré cada una de las que serán Verónica, Lalo o Bastían. Lalo. Es extraño llevar tantas páginas escritas sin haberlo nombrado ni una sola vez. Lo vi esa tarde al llegar a la casa de Verónica. Lalo Ocampo. Cuarenta y seis años. Alto, curtido por el sol, pelo que había dejado de ser rubio para empezar a encanecer, lo que acentuaba su aspecto aristocrático. Cazador de caza mayor. Lo he visto esa mañana, o anoche, durante algunos minutos, y vuelvo a verlo ahora, hablando del suicidio de Hemingway y de rifles de repetición con la señorita Etelvina y sus muchachas. Entre ellas, Inés. Mirada alarmante, pensé. La señora de la otra mesa pagó y se fue. Vos, sin mirarme, sostenías en la punta de los dedos uno de los terrones de azúcar. Treinta y siete años, pensó Esteban. A la tarde me mintió. –¿Tenés un rato para mí esta noche, Bitte? Sólo para conversar. Asolados por las bandas, se ven aquí y allá negocitos entre rejas: una venta, por ejemplo, de aguardiente, o un "granero" con su extenso surtido de cuatro plátanos, cuatro yucas y unos limones podridos. Los limones de Colombia son una vergüenza, no se dan; el musgo de la humedad los asfixia. Aquí nunca tendremos limones buenos.Ni cine: al que le da por filmar le roban las cámaras. Si no, ¡qué película no te harías para Colombia y la eternidad que nos diera la palma de oro del Festival de Cannes! Por estas callejuelas empinadas, por estas escalinatas de cemento que van subiendo lentamente, cansadamente, dolorosamenterumbo al cielo, que no es nuestro, ascendiendo de escalón en escalón y los escalones tallados en las laderas de la montaña, en su tierra amarilla y yerma, en el mismo barro de que hizo Dios al hombre, su juguete, perdiéndonos en el laberinto de los callejones y de los odios, tratando de desentrañar lo inextricable, la trama enmarañada de los rencores y los ajustes de cuentas que se heredan de padres a hijos y se pasan de hermanos a hermanos como el sarampión, ¿qué decía? Que qué película tan hermosa, tan dolorosa no haríamos. Pero no, ésos son sueños y los sueños sueños son. Y a Medellín, además, el cine y la novela le quedan muy chiquitos. Algún día, cuando menos lo pensemos, queriendo o no queriendo, iremos a dar a la morgue a ver si sí o si no, a contar cadáveres, a sumárselos a las cifras desorbitadas de la Muerte, mi señora, la única que aquí reina. –¡Mayiya cornuda! –El hecho es -estaba diciendo con vozgronca el ministro del Inferior- que funciona. Pero esta vez, oh hermanos míos, no sólo me sentí muy enfermo sino además muy asombrado. Lo pasaron todo de nuevo: la vieja ultraviolencia y losvecos con lasgolovás aplastadas y lasptitsas destrozadas y goteandocrobo quecrichaban pidiendo compasión, y las peleas y porquerías privadas e individuales de costumbre. Después aparecieron los campos de prisioneros y los judíos, y las grisáceas calles extranjeras atestadas de tanques y uniformes yvecos que caían barridos por las balas, que era el lado público del asunto. Y esta vez no había motivo para las náuseas, la sed y los dolores, excepto el hecho de que me obligaran avidear, pues seguían poniéndome los broches en losglasos, y habían asegurado lasnogas y el ploto al sillón, pero ya no tenía los cables y demásvesches aplicados alploto y lagolová. De modo que lo que me estaba pasando era culpa de las películas quevideaba,¿no les parece? Excepto, por supuesto, hermanos, que estavesche de Ludovico fuese como una vacuna, y que ahora me estuviese viajando por elcrobo, y en ese caso me enfermaría siempre siempre siempre cada vez quevidease una escena de ultraviolencia. Así que abrí larota y empecé buuu buuuu buuu, y las lágrimas enturbiaron lo que yo estaba obligado avidear, pues tenía que ir pasando como por una cortina de gotas de rocío plateadas y que corrían y corrían. Pero losbrachnos de chaqueta blanca vinieronscorro a limpiarme las lágrimas con unostastucos, diciendo: -Bueno, bueno, vean qué chiquillo más llorón. -Y entonces todo reapareció claro ante mis ojos, los alemanes que empujaban a los judíos suplicantes y gimientes,vecos ychinas, ymálchicos ydébochcas, metiéndolos en losmestos donde los ahogarlan a todos con gas venenoso. Buuu juuu juuu otra vez, y en seguida estaban limpiándome las lágrimas, muyscorro, para que no me perdiera ni unavesche solitaria del espectáculo. Fue un día terrible y horrible, oh hermanos míos y únicos amigos. Aparte del cigarrillo Pielroja y de un ocasional caldo de huevo queél mismo se preparaba, papi vivió en sus postreros años prácticamente de noticias: las de El Colombiano primero, leídas al claror del alba, y luego las de los noticieros del radio y el televisor que permanecían día y noche encendidos. Tronaban a todo taco los dos malditos haciendo vibrar losvidrios y rompiendo tímpanos porque el drogadicto de tragedias se estaba quedando sordo pero se negaba a ponerse audífonos. Wílmar no lo podía entender, no lo podía creer. Que alguien llorara porque el tiempo pasa… "¡Al diablo con la bomba de Bombay y los recuerdos! -me dije secándome las lágrimas-. ¡Nada de nostalgias! Que venga lo que venga, lo que sea, aunque sea el matadero del presente. ¡Todo menos volver atrás!" –Que me llama mucho la atención lo que ha dicho, doctor. Que estoy como conmovido. Que usted no se imagina lo que me pasó mientras lo oía. Casi que me tomaría alguna cosa..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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