15 de enero de 2025
Comentario destacado
Architecture thesis proposals
Ola, como dije, entre cinco y diez y las mezclaba todas, la de las once de la mañana con la de las seis de la tarde, y si uno le preguntaba por una la confundía con otra. Su mundo era una lucha inacabable entre los buenos buenos y los malos malos. ¿Y yo, abuelita, dónde estaba? ¿Entre los buenos? ¿O entre los malos? –Después. Y en el momento en que dejabas caer elúltimo terrón en mi taza supe que si yo tenía algo que decir, debía hacerlo ahora, porque todo el tiempo que me quedaba para hablar iba a terminarse apenas dejaras de hacer lo que habías comenzado a hacer en este preciso instante, de modo que en cuanto tomaste la cucharita y comenzaste a revolver lentamente mi café me zambullí de cabeza en el minúsculomaestrómnegro y dije que sí, que no tenías ni la más remota idea de la verdad que estabas diciendo, pero que sí; sólo que por casa cómo andábamos ¡mirada de sorpresa o dicho de otro modo, ¿vos habías estado viviendo realmente el acto de ir poniendo terrones de azúcar en mi taza, estabas de veras revolviendo mi café? Pero no debía interrumpirte, debías seguir haciéndolo, de lo contrario corríamos el riesgo de desvanecernos en el aire, en serio te lo estoy diciendo, y sobre todo y ahora espero que ir seas vos la que se enoje, cómo podías hacerme creer que estabas conmigo con tanta intensidad, pasión, entrega naturalidad, inocencia vital o como se llame tu modo de estar conmigo si al mismo tiempo podías percibir que yo estaba buscando algo (mirada de no entender), no digo buscando en la vida, digo en los bolsillos, muy bien, y que eso era exactamente lo que me pasaba a mí sólo que multiplicadopor cien mil, por un millón, cosa que de ninguna manera me parecía una virtud o un privilegio sino una desdicha, una tara, y puesto que habíamos llegado a este punto de la condición esencial de Esteban Espósito, pero no por mi voluntad quede bien claro, debía confesarte que yo había buscado como nadie una sola cosa en mi vida, la felicidad, hasta que una mañana o una noche me desperté en el infierno o en una cama ajena enfermo de una curiosa pestilencia que se llamatristitiaaunque le caben casi infinitos nombres y que desde ese día no pude volver a estar nunca ligado a mi propia vida, ni a la de nadie, y comencé a ser una especie de espectador de los otros y aun de los que amé y sobre todo de mí, sobre todo de mí, como si tuviera en la cabeza un fantástico ojo de mosca (gesto de leve repulsión) y al mismo tiempo viviera dentro de un ojo poliédrico, y entonces te ves, por supuesto que te ves, pero porque no podes dejar de verte, te ves riendo, amando, hablando por teléfono a tu hotel, y el único momento en que no te ves (dejaste de revolver el café y me miraste) es cuando te sentás a escribir diez rengloncitos de mierda sobre lo que imaginas que has visto, revolvé otro poquito por favor, y ahí es cuando te empiezan a ver los otros, los que dictaminan si tus diez rengloncitos sirven para limpiarse el culo o qué. Y esto se llama cantarChe gélida maninaen búlgaro. Había llegado instantáneamente, como a través de un sueño. Un sueño exasperado y barroco, uno de esos sueños poblados de imágenes indescifrables que se olvidan súbitamente al despertar. "Una señorita preguntó por usted." Como un perro que al salir del agua se sacude frenéticamente en todas direcciones, al ver la cara regordeta del hotelero traté de organizar este nuevo aspecto del mundo a mi alrededor. Este hombre se llamaba Ripul. Era bajito y tenía manos de bebé enorme. Usaba unos pantalones extraordinarios, muy anchos en la cintura. Lo que unido al hecho de sujetárselos con tiradores causaba la molesta impresión de imaginarlo colgado. O de que alguien lo hiciera flotar tironeándolo desde arriba con un mecanismo sujeto a la entrepierna. Daba un poco de miedo. Como si Humpty Dumpty estuviera a punto do transformarse en Peter Lorre. Susurraba. "Una señorita preguntó por usted", dijo. Como si acabara de almorzar algodón. Una señorita, por mí. Hacía unos minutos que nos habíamos separado en la esquina del Colegio Monserrat. Era imposible, o por lo menos bastante improbable, que hubieras venido a buscarme a un hotel que no conocías. 103015 Durante semanas, Momir te ha llamado Gospodin Cro, lo que significa -estás casi seguro-doctor Cro, porque re has identificado así, con ese monosílabo de sapo. Pero la desdentada, que te ha evitado siempre con tenaz recelo, re mira ahora como si no supiera nada de vos, como si le inspiraras espanto, como si se negara a oír tu nombre. Tko ste vi?, re pregunta con saña. Cada una de esas palabras parece un perro que va a saltarte a la garganta. «Quién es usted, por Dios?„ –El Pájaro se murió, Darío, ya tiene musgo en la tumba. Entonces abriste los ojos como si acabaras de reparar en algo. Diste vuelta la cabeza hacia el lugar donde estaba Mariano, y volviste a mirar a Esteban con los ojos agrandados. Ya no me mirabas. Verónica lo miraba, inexpresiva. Mientras recorría las calles oscuras y bastardas de invierno después deitear delmesto de té-y-café,videé visiones parecidas a esos dibujos de lasgasettas. Alex, Vuestro Humilde Narrador, regresaba a casa del trabajo para cenar un buen plato caliente, y unaptitsa acogedora lo recibía amorosamente. Pero no conseguíavidearlo, hermanos, ni imaginar quién podía ser. Sin embargo, tuve la profunda certeza de que si entraba en la habitación próxima a aquélla donde ardía el fuego y mi cena caliente esperaba sobre la mesa encontraría lo que realmente deseaba, y de pronto todo cuadró, la fotografía recortada de lagasetta y el encuentro con Pete. Porque en esa otra habitación, en una cuna, mi hijo gorjeaba gu gu gu. Sí sí sí, hermanos, mi hijo. Y sentí unbolche agujero dentro de miploto, que me sorprendió incluso a mí. Comprendí lo que estaba sucediendo, oh hermanos míos. Estaba creciendo. –Era. Ahora no importa. Cuando ya no querés a una persona deja de gustarte todo lo que hace, y Brenda, que aún llamaba la atención de los demás hombres, no le movía a Camargo ningún músculo de importancia. Los primeros síntomas de su desagrado empezaron una mañana de hacía doce años. Las mellizas estaban aprendiendo a caminar ylloraban por turnos durante la noche. Brenda tuvo un ataque súbito de histeria y se le hincharon dos venas que le formaban una y en la frente. Quizá le había sucedido antes pero era la primera vez que Camargo lo notaba. De pronto no entendió por qué se había casado con ella ni qué hacían los dos allí, compartiendo la cama y un par de hijas que no los dejaban dormir. Al día siguiente también le molestaron sus bostezos, el olor a leche cuajada de su piel, las pantuflas de conejo con las que preparaba el desayuno. Brenda era algo que le había sucedido a un ser que ya no era él. Perosepararse era una incomodidad peor que la de seguir viviendo como hasta entonces. Tampoco lo haría más libre de lo que era. –Qué manera de hablar más rara, ¿verdad? -dijo ladébochca entre risitas. –Mi marido te dejó saludos -dijo Verónica-. Qué hacían vos y mi marido, uno a cada lado del nogal. La música de Vivaldi, en decreciente jalea, había ido a parar a la mermelada de eso que llaman rock lento. La luz había bajado. Como detrás de un tul, Espósito vio girar unas parejas. Lalo y Flor de Loto. Lentos peces en un acuario, lentos bailarines de un planeta ingrávido. Toda la casa era un poco de otro mundo. La mujer del arquitecto parecía inquieta. Y ahí nomás empezamos..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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