15 de enero de 2025
Comentario destacado
Apa thesis statement
–Ésta, por ejemplo. Fíjate. Para mí, ésta es una mañana inédita y rara. Podrá repetirse, se me repetirá, seguramente. Siempre pasa. Volverá a darse en otro lugar -y al decirlo me recordé hacia adelante. Una calle de otoño, tal vez la callecita de una ciudad europea. Fue tan vivido que me di una especie de pena. -Y cada vez que me suceda una mañana así voy a sentirla fuera de lugar. –Ya no llueve. No tuve más remedio quesmecar realmentejoroschó,videando que ella tenía en laruca venosa un bastón de madera oscura que alzó, amenazante. Así que mostrándole lossubos blancos me le acerqué un poco más, sin prisa, y en eso vi sobre un estante unaveschita hermosa, la cosamalenca más linda que unmálchico aficionado a la música como yo hubiese podidovidear con los propiosglasos, pues era lagolová y losplechos del propio Ludwig van, lo que llaman un busto, unavesche como de piedra, con largos cabellos de piedra y losglasos ciegos, y la corbata suelta y ancha. Me le eché encima sin pensarlo, mientras decía: -Bueno, qué hermoso y todo para mí. -Pero al acercarme, losglasos clavados en lavesche, y laruca hambrienta extendida, no vi los platos en el suelo, metí el pie en uno y casi pierdo el equilibrio.- Huuup -dije, tratando de enderezarme, pero la viejitaptitsa se había acercado por detrás sin que yo la notara, con muchoscorro para su edad, y ahí comenzó a hacer crac crac sobre lagolová con el palo. Y entonces me encontré apoyado en lasrucas y las rodillas, tratando de incorporarme y diciendo: -Mala, mala, mala. -Y ella seguía crac crac, gritando:- Perverso piojo de albañal, metiéndose en las casas de la genteauténtica.-No me gustaba el crac crac crac, así que tomé un extremo del palo cuando volvió a bajarlo sobre migolová, y ella perdió el equilibrio y quiso apoyarse en la mesa, pero entonces se vino abajo el mantel con la jarra y la botella de leche, y se oyó splosh splosh en todas direcciones, y la viejaptitsa cayó al suelo gruñendo y gritando: -Maldito seas, muchacho, esto me lo pagarás. -Ahora todos los gatos comenzaron aspugarse , y corrían y saltaban aterrorizados, y se agarraban entre ellos, y habíatolchocos de gatos con mucha movida delapas , y ptaaaaa y grrrr y craaaaaarc. Me enderecé sobre lasnogas y ahí estaba la maligna y vengativaforellastarria con los pelos alborotados y gruñendo mientras trataba de levantarse del suelo, de modo que le di unmalenco puntapié en ellitso, y no le gustó nada, y gritó: -Guaaaaaah -y se podía videar que ellitso venoso y manchado se le ponía púrpura donde yo había aplicado la viejanoga. Mi abuela no conoció las comunas, se murió sin. En santa paz. Un sacapuntas, sobre la mesa. Es dorado y tiene la forma de una diminuta copa de trofeo; la palabra victory aparece calada en la base. No me cuesta mucho imaginar que también a Santiago le gustaban estas chucherías. Sobre la pared, clavado con una chinche en el borde de una repisa, un detalle de El Jardín de las Delicias, recortado de una revista barata. También me acuerdo de nuestro último diálogo, a través de su puerta. Eran las diez de la noche y yo salía para el Cerro de las Rosas. Momento en el que por alguna razón me sentí perfectamente bien. –Veo que llevas unos libros bajo el brazo, hermano. Realmente, es un placer raro en estos tiempos tropezar con alguien que todavía lee, hermano. –Plaza Irlanda -dijiste-. Eso es Buenos Aires. Plaza Irlanda, pensé. Eso es hoy. –Con esa cara no me vas a decir que tenés prejuicios sexuales. Salí, vos sos flor de reventado. Y éste también es un repodrido. ¿Quieren que les lea las manos?, traigan. Parece un casamiento. A ver. Nacho querría ser puto y no puede. Vos podrías y no queres. Che, qué fato jodido con la muerte y la locura tienen ustedes dos. Y esto, ¿con qué se come? Mamita querida -dijo de pronto-. Mamita querida. –Diecisiete. No, claro que no. Me sentí humillada por lo que había pasado en el colegio. Decidí que iba a volver algún día a esa clase de religión para echarle en cara a la hermana superiora toda su ignorancia. Me dediqué a leer como una poseída. Descubrí los evangelios apócrifos en una edición española publicada en el peor momento del régimen de Franco, con todos los imprimatur y nihil obstat que usted se puede imaginar. Allí fui a dar con las Narraciones sobre la infancia del Señor escritas por Tomás Israelita en el siglo. Leí ese libro con curiosidad, porque los evangelios canónicos omiten todo lo que pasa entre el nacimiento y los doce años de Jesús. El niño que se describe ahí es iracundo y vengativo. Cierta vez, cuando atravesaba un pueblo, alguien pasó corriendo y lo empujó desde atrás, sin querer. Jesús se enfureció y le dijo: «Ahora vas a quedarte duro para siempre». Y así fue. Le hizo lo mismo al hijito de un escriba que le rompió una cesta de mimbre. La situación se volvió tan grave que san José, en el capítulo 14 de esas Narraciones, tiene que pedirle a Maria que no deje salir a Jesús de la casa, porque todos los que se enojan con él mueren al instante. Leí muchas historias como ésas, escritas por hombres piadosos a los que se acusaba de herejes. Aprendí que en tiempos de Jesús hubo otros magos y profetas como él, que se alzaron contra el poder de Roma y contra la hipocresía de los sacerdotes judíos. No lo quiero abrumar, doctor Camargo. Fíjese qué hora es. Usted termine su té. Yo me voy a dormir. –Del del sida, del que nos hicimos, pendejo. –Pero no te pongás triste, hermano, que hoy amaneció muy bonito, brillando el sol y cantando un pájaro. El pájaro Gruac. ¿Si lo oís en esa rama? –Hay alguna referencia sobre los reclinatorios? -dijo Reina. –Mejor crucemos -dije. Y mientras duró todo, elveco conductor se quedó sentado frente al volante del auto, fumando uncancrillo y leyendo unmalenco librito. Tenía encendidas las luces del auto para podervidear, pero no se dio por enterado de lo que Billyboy y el Lerdo le hacían a Vuestro Humilde Narrador. No daré detalles, pero todo fue jadeos y porrazos contra este fondo de máquinas agrícolas que zumbaban y el tuituituitititi en las ramasnagas. Se podíavidear un hilo de humo a la luz del auto; y el conductor volvía tranquilamente las páginas. Y estuvieron sobre mí todo el tiempo, oh hermanos míos. Luego, Billyboy o el Lerdo, no podría decir cuál de los dos, observó: -Ya es bastante,drugo, me parece,¿no crees? -Así que me dieron untolchoco final en ellitso cada uno y caí y quedé tendido en la hierba. Estaba frío, pero yo no lo sentía. Después se limpiaron lasrucas y volvieron a ponerse losschlemos y las túnicas, que se habían quitado, y regresaron al auto.- Tevidearemos otra vez, Alex -dijo Billyboy, y el Lerdo largó una de sus risotadas de payaso. El conductor terminó la página que había estado leyendo y apartó el libro; luego el auto arrancó y todos se alejaron en dirección a la ciudad, y midrugo y mi ex enemigo agitaron las manos como despedida. Pero yo me quedé allí, deshecho y agotado. –Vestido negro, faldas debajo de la rodilla, mantilla negra. Tenés la ventaja de que el presidente no te conoce. Tampoco te va a quitar el ojo de encima. Se debe estar aburriendo y vas a ser la única mujer que ve en dos días. Es un tipo voraz, como sabés..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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