15 de enero de 2025
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Los otrossmecaron , pero el pobre y viejo Lerdo me miró serio, y después levantó otra vez los ojos hacia las estrellas y la luna. Recorrimos el callejón, mientras el programa mundial azuleaba a los dos costados. Lo que ahora necesitábamos era un auto, de modo que saliendo del callejón doblamos a la izquierda, y comprendimos que estábamos en plaza Priestley apenasvideamos la gran estatua de bronce de unstarrio poeta, de labio superior de mono y pipa clavada en larota vieja y llovida. Caminando hacia el norte llegamos al roñoso y viejo Filmedromo, descascarado y ruinoso porque nadie iba mucho por allí, excepto algunosmálchicos como yo y misdrugos, y aun así sólo para gritar,rasrecear o hacer un poco de unodós unodós en la oscuridad. Pudimosvidear en el cartel pegado al frente del Filmedromo que daban la habitual agarrada de vaqueros, con los arcángeles a favor delmarshalque a tiro limpio liquidaba a los cuatreros, salidos de las legiones combatientes del infierno, el tipo devesche mentirosa que la Cinematográfica del Estado hacía en esos años. Los autos estacionados al Iado delsiny no eranjoroschós ni cosa parecida, la mayoríaveschesstarrias y mierdosas, pero había un Durango 95 nuevo que me pareció bien. Georgie tenía en el llavero una de esas polillaves, como las llamaban, de modo que poco después estábamos arriba -el Lerdo y Pete atrás, fumando cancrillos como grandes señores- y yo apliqué el encendido y lo puse en marcha, y el motor ronroneó verdaderamentejoroschó, y sentimos en las tripas una vibración hermosa y caliente que nos recorría todo el cuerpo. Luego le metínoga , y retrocedimos perfecto, y nadie nosvideó salir. –Basta demunchar. Yo no les di permiso. Tengan a esteveco para que puedavidearlo todo y no se escape. Y me quedé petrificado. –Escúchame, Esteban, por favor. Me detuve. En la esquina de La Perla del Once aún quedaban ejemplares de El Diario. En la primera página estaba el artículo sobre el oficio de Vísperas dominando las columnas superiores, a la derecha. El editor nocturno había subrayado su firma, Reina Remis, ilustrándola con una foro en la que se veía más joven, casi adolescente, resignada a una sonrisa que delataba sus encías. Sólo Camargo, llamando por el celular desde la Azotea de Carranza, podía haber dado la orden de que destacaran su nombre y la convirtieran, por ese simple pase de magia, en la periodista del momento. Sin embargo, esta inesperada fama no se debe a lo que ha sucedido entre los dos, se dijo Reina. Me la debo a mí, a la destreza con que deshice la farsa del presidente penitente. No estaba arrepentida de la intimidad con Camargo, para nada. Ella también había descubierto placeres de los que no se creía capaz, pero ahora pensaba que esos sentimientossiempre se apagan la misma noche en que se encienden y que lo mejor sería tratar al director de El Diario como si lo estuviera viendo por primera vez. Jamás pedirla nada, no quería nada. A la gloria fugaz del primer artículo seguirían otras, estaba segura, porque su ambición la llevaría ahora a cualquier parte, ella misma era un viento que subiría a cualquier cielo, pero no de la mano de Camargo sino arrastrada por los ángeles de su propia inteligencia, como en el sueño de Jacob. –En qué pensás. al cerro. Mi voz mientras subo alómnibus. Al Cerro de las Rosas. Mi voz como si fuera de otro. O la voz de Esteban Espósito como si fuera la mía. Ya da lo mismo. Lo que no debería ser contado de ninguna manera puede contarse por fin de cualquier manera. Espósito le da sus últimos cincuenta pesos al guarda y sin recoger el boleto o esperar el vuelto se sienta en la oscuridad. El astrólogo también está en el ómnibus. Viaja conmigo al Cerro. Conmigo o con nosotros. O Esteban con ellos. El guarda está mirando con gesto ambiguo. Mezcla de conmiseración y asco que inspira en la gente normal la gente enferma. Hay una cofradía de la salud. La especie se defiende de los tipos como Espósito, y hace lo justo, no son confiables. Debo de tener fiebre. Los ojos me arden y estoy tan cansado que si el guarda no me trae el vuelto no se lo pido. Desnudo vine al mundo y, por lo menos hasta hoy, me las arreglé bastante bienpara seguir vivo. ¡ La Luna! Rodando vertiginosamente sobre las casas, luna loca, luna muchacha purísima desnuda desvelada novia de los campanarios. El burrito de Belén está en la Luna, lleva al Niño y a María huyendo del rey Herodes. Todo eso, Esteban, se ve en la Luna si uno mira con atención y sobre todo si es un buen nene y toma toda la nutritiva sopa de cereales. El Universo es horrible, madre mía que me obligas a tomar toda la asquerosa cucharada de Quaker Oats, no ves mujer sin alma mis transparentes lágrimas como platos cayendo sobre el plato. Soy un niño apenas. Para dejar de serlo glup. Toma y daca. Para ser grande y fornido, glup. Coma caca. Para dejar de ser niño y venir grande y ver cosas entre los astros. Siempre lo mismo. Dejar y. O esto o lo otro. Estoy podrido de este pueblo, harto hasta la agonía del hermoso río de San Pedro y de sus atardeceres volcados a paladas sobre la arena y del campanario de la iglesia del Socorro. Único en el mundo, creo. Único campanario del mundo levantado en la parte de atrás de un templo. Como mirando el río. Todo en este pueblo mira hacia el río. La estatua de Fray Cayetano Rodríguez mira al río. Tus ojos, esta tarde, miran mirando el río. Hay que irse. Expulsarse a sí mismo de los paraísos de la infancia o el tiempo nos transforma en árbol, en agua, en atardecer, en piedra de la memoria. ¿Cuándo lo decidiste? Ayer a la siesta, en casa. Cuando te vi entre los árboles comiendo una naranja. Glup. Cara o ceca. Siempre. Espósito se hizo un poco hacia atrás y vio en el espejo que tenía lastimada la boca. Soltó una de las muñecas de Bastián, abrió con lentitud la mano y se la llevó a los labios, para limpiarse la sangre. Lo demás sucedió sin su intervención: Bastián alzó bruscamente el antebrazo como si sedefendiera de algo, y la mano de Espósito, obrando sola, salió disparada hacia adelante, de revés, y golpeó con toda su fuerza la cara de Bastián. Bastián tropezó y cayó sentado en el bidet. Hizo ademán de levantarse; pero se quedó quieto, con los ojos muy abiertos. –Entonces te vas mañana -dijiste por fin. Esteban dijo: –Bien -dijo Georgie-, si quieres enterarte, entérate. Andamos por ahí,crastando negocios y cosas por el estilo, y a cada uno le toca un miserable puñado dedengo. Y ahí está Will el Inglés en elMusculoso,y dice que acepta cualquier cosa que unmálchico se atreva acrastar . Lo que brilla, el hielo -dijo, siempre con losglasos fríos clavados en mí-. En lo que dice Will el Inglés hay dinero del grande. –Preciosa imagen. Muy coherente, sobre todo. Qué estupidez. Eso no significa, suponiendo que signifique algo, más que el vulgar reemplazo de una moral por otra. Al regresar del ginecólogo, la mujer examina las prendas que guarda en el armario. Contrariada, separa los breeches y los lleva a la tintorería: es la señal de que volverá a usarlos, quizás este domingo. Ya no tomará de sorpresa a Camargo. A las siete, él estará esperándola en otro de los automóviles del diario y la seguirá a donde sea. Por lo que Sicardi ha averiguado, su padre repara los vehículos del propietario de un haras, en Longchamps, y en compensación le permiten montar, los fines de semana, dos de los caballos más nobles de la colección: un alazán árabe tostado y un zaino negro. –Ah… –No le hables así a tu madre, hijo -dijo mi papapa-. Después de todo, ella te trajo al mundo. –Pero si ya lo conté. Los peleó, lo degollaron. Antes mató como a quince. También la mató a ella. .

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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