15 de enero de 2025
Comentario destacado
Alcohol essay
La mujer le ha respondido con insultos filosos, letales. Ordenas a Sicardi que los incluya en la carta de advertencia. Servirán para justificar aún más al diario cuando decidas echarla. Ahora ya podés confiar el mando a Maestro por un par de días y concentrarte en los laberintos del castigo. –Eres demasiado joven para eso, hijo. Caramba, tienes la vida por delante. No, nadie. De acuerdo. Pero a qué grado de desinterés debí llegar con los años para no vivir aplastado o idiotizado por respuestas como ésa. No, nadie. Qué significa responder no cuando uno ha preguntado quién. Qué significa esa incoherencia en boca de una mujer; qué es, en realidad, lo que está contestando; qué está negando. ¿Y por qué? Dejo el interrogante abierto a todos los adolescentes tardíos, cornudos y almas poéticas que repoblarán el florido y buen planeta viejo de Santiago; yo cultivo mi viña y crío mis abejas. Hace rato resolví estas cuestiones. ¿Nadie? Como en una placa fotográfica me quedó grabada para siempre aquella cara. Mariano. Un adolescente delgado, alto, de ojos oscuros y grandes. Pelo muy corto, como de conscripto. Esta conjetura, la de que pudiera tener veintiún años, en vez de tranquilizarme me causó un malestar parecido al miedo. Vos también eras muy joven. Y quizá menor que ese chico. La misteriosa antigüedad que yo atribuía a tu risa, la sabiduría lenta de tu paso, tu voz un poco ronca, la gota de Eleusis o de Babilonia a través de la que yo te veía, eran al fin y al cabo mi contribución mitopéyica a la realidad. Una forma de locura como cualquier otra, que me permitía escribir novelas sin necesidad de papel ni lápiz más o menos desde los cinco años. Que la gente fuera como le gustara, yo la vestía o la emplumaba, la recortaba contra un fondo de violines, le ponía un halo sobre la cabeza, la rescataba de los caníbales, la sacaba en brazosde casas incendiadas y me iba a dormir la siesta con mi perro. El problema es cuando se nos muere el perro. Y ese adolescente y vos tenían cara de tener perro. Se movían por la ciudad en el mismo espacio. La distancia, el perro muerto, estaba en mí. Yo había llegado casi a las puertas de mi inminente treintena, y en cuanto me descuidara:In mezzo del cammin di nostra vita.Ya me faltaban tres muelas. Pero no se trataba de eso (o sí, sobre todo se trata de muelas y pelos perdidos, de perros fantasmas, de baldíos en los que hubo una casa, de vías muertas donde se herrumbran trenes, pero no todavía, no entonces), sino de aquella sensación múltiple y contradictoria que recupero intacta y en la que confusamente se mezclaban no sé qué premonición de cosa maligna, cuyo símbolo era aquel saludo, y de pronto el disparate de una asociación de ideas que, debo confesarlo, todavía hoy me divierte bastante. Ese chico se parecía a Snoopy. Ignoro de qué perverso mecanismo se vale la mente -la mía, al menos- para defenderse de ciertas ideas peligrosas, para conjurar un dolor cualquiera o para racionalizar impulsos, tan poco naturales, como la irritación o el temor que me produjo esa cara. Ignoro el mecanismo, pero sé que existe. Es el mismo que nos obliga a hacer una broma en un cementerio, a contar una anécdota blasfema en un lugar santo. En fin, algo así como una manifestación de salud. Y aquel adolescente se parecía a Snoopy. Quiero ser ecuánime. No era en absoluto un rostro desagradable, al contrario, es verosímil suponer que resultara interesante. Conmovedor. Eso fue lo que pensé conmovedor. Nada del otro mundo, es cierto, pero tampoco se le podía exigir a Dios Todopoderoso que distribuyera cabezas como, en su caso, lo hubiese hecho Donatello. Sólo que esto lo pensé después; antes sentí simplemente que mi sombrío malestar daba paso a otro sentimiento, casi angelical, tan cómico quepor un momento me sentí feliz. Todo lo que se quiera, pero este muchacho se parecía a Snoopy. De cualquier modo, atención. Hay algo más, reflexioné de inmediato; por alguna causa, algo me irritaba en aquel simpático conglomerado facial. Cierto ligero matiz de desamparo. Muy poético, en efecto, pero yo no me irrito sin razones. Esa cara ocultaba algo: nunca me engaño en estos casos. Vamos a ver, pensé, admitido lo de Snoopy no hay tanto que temer. Sólo que no tanto es algo más que nada. Para empezar, vos habías tardado un segundo en responder; y para empezar del todo, ustedes dos se conocían en un grado tal como para que al verte conmigo él se sorprendiera (su sorpresa no alcancé a comprobarla, la deduje), ¿pero cómo puede ser que alguien se sorprenda viendo a un conocido? Dos comechingones que se cruzan casualmente por la calle en Bielorrusia pueden quizá sorprenderse,pero no se miran con misterio. Arman sencillamente un escándalo y corren a festejar el notable acontecimiento, así se hubieran odiado antes toda la vida. No hacía falta ser un genio, le dije más tarde a Santiago, para darse cuenta de que ésa no era la situación y Santiago, chupando pensativamente la bombilla del mate, decía que sí con la cabeza. Lo único sorprendente de la situación,¿quéera? Vos, dijo Santiago, te juro que loúnico sorprendente eras vos. Yo, muy bien. Por lo tanto a ese chico lo molesté yo, se sintió herido y, viéndonos juntos por la calle, sonrió de un modo equívoco y anormal. Ese mediodía, cuando volvíamos del Calicanto, pensé: Qué me hubiera llevado a mí, a los veinte años, a dar lástimaa una mujer de una manera tan impúdica y ostensible. Respuesta: Querer dar lástima. Conclusión: Snoopy te amaba. Se sentía lastimado, celoso, herido hasta la muerte por vos, y ocultando su candor bajo sombrías pestañas de muchacho, te lo demostraba al pasar. Poco después del mediodía, Maestro lo llamó para decirle que tardaban en dar con Diana. Los médicos le habían recomendado sedantes y ahora estaba dormida. Ocho –Con todo respeto, señor, me opongo firmemente a lo que acaba de decir. Señor, no soy un delincuente común, ni soy repugnante. Los otros pueden ser repugnantes, pero no yo. "Enamorada" dije y efectivamente, en el sentido de las comunas. Como cuando un muchacho de allí dice: "Ese tombo está enamorado de mí". Un "tombo" es un policía, ¿pero "enamorado"? ¿Es que es marica? No, es que lo quiere matar. En eso consiste su enamoramiento: en lo contrario. Cualquier sociólogo chambón de esos que andan por ahí analizando en las "consejerías para la paz", concluiría de esto que al desquiciamiento de una sociedad se sigue el del idioma. ¡Qué va! Es que el idioma es así, de por sí ya es loco. Y la Muerte una obsesiva laboradora. No descansa. Ni lunes ni martes ni miércoles ni jueves ni viernes ni sábados y domingos, fiestas civiles y de guardar, puentes y superpuentes, días del padre, de la madre, de la amistad, del trabajo… ¡Del trabajo, carajo, ni ése descansa! Pero trabajando así, con tanto tesón, sin crear nuevas fuentes de empleo disminuye el desempleo que aquí, según dicen los tanatólogos, es el que trae más violencia. O sea que mientras más muertos menos muertos. Mi señora Muerte pues, misiá, mi doña, la paradójica, es la que aquí se necesita. Por eso anda toda ventiada por, Medellín día y noche en su afán haciendo lo que puede, compitiendo con semejante paridera, la más atroz. Este continuo nacer de niños y el suero oral le están sacando canas. –Soy una persona, Camargo. No me podés tomar ni dejar. No le pertenezco. Soy de nadie. Sólo ahora sé que, por lo menos, me pertenezco a mí. Esa noche, Brenda se ha esmerado en la elección de los platos. Uno de los invitados es Enzo Maestro, que siempre la trató con delicadeza, sobre todo en vísperas del juicio por homicidio, cuando Camargo se negaba a recibirla. Ella le ha devuelto la cortesía convenciendo al marido que ceda la dirección de El Diario a su amigo leal. La decisión no podría haber sido más acertada: cuando se le dala gana, Camargo llama por teléfono y da órdenes sobre algún título de tapa, pero no quiere que lo consulten ni aun cuando las noticias son graves. Prefiere mantenerse a distancia del ajetreo cotidiano. Poco después del crimen, llamó a Maestro desde el hospital donde lo habían internado para protestar porque El Heraldo estaba informando sobre el caso con más rigor y más detalles que El Diario. «¿Tengo que estar yo ahí para que sepan lo que deben hacer?», le dijo. «¿Ya no tenés a nadie que cuente bien una historia de amory de traición?» El incidente parece inverosímil, pero cualquiera que consulte los semanarios de aquella época verificará que es cierto. –Así como me ves -dijo el jujeño-, yo estudié astronomía. Y no me desacomplejé. No sé si es Jujuy o el país, pero no me acostumbro a la Gravitación Universal. Más que nada yo me tomaría una ginebra. 28 de febrero de 2003 –Dove se¡, stronza? Ahora la ve encender el televisor y decide llamarla, antes de que se interese en algún programa. Ella se incorpora en la cama, sorprendida de que el teléfono suene a esa hora, y después de un momento de indecisión, salta hacia el aparato. A lo mejor piensa que es el amante colombiano, ávido de perdón. Les hablaba en colombiano. –Hablábamos de los autodidactas -dije sorpresivamente, retornando de golpe una cuestión que parecía terminada, como quien finge atarse los zapatos y levanta del suelo un adoquín, y lo muestra-. Este hombre, fíjate, adivinó que no soy universitario. Me dio justo en el complejo. Tomemos un café en el barcito..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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