15 de enero de 2025
Comentario destacado
Academic assignment writing
–Existe -dijo-. Tranquilízate. Aun antes de cruzar la calle, desde el vestíbulo mismo de tu edificio, ves que la compañera de Momir está acechándote, con los incisivos afilados. Njegov passaporto, te dice, imperativa. Querrá ver el documento de su amigo, pero no vas a mostrárselo. Sus uñas son largas, afiladas. Te lo podría arrebatar. Ksnije, le respondés: más tarde. Voy a cumplir mis promesas, le das a entender. Voy a ser implacable si tu amigo no las cumple. Llamaré a la policía, le decís: haré que ustedes dos se pudran en la cárcel. U redu, admite la mujer al fin. «De acuerdo.» Desdeñosa, te vuelve la espalda y despierta a Momir con delicadeza. Entonces recordé que yo no conocía Córdoba. Empezaba a hacer frío y no tenía la menor idea de dónde estaba ni de cómo encontraría mi hotel. Ahora no podía preguntarte cómo me las arreglaba para volver ni pedirte que me dibujaras un mapita. Pero por más atención que le prestaba al pájaro invisible yo no lo oía. Para mí además era mudo. Y llegó la mañana en que me desperté y tomé el desayuno de huevos, tostadas y jalea, ychai con leche muy caliente, y entonces pensé: -Ya no falta mucho. Debo de estar cerca del final. Sufrí el máximo, y no puedo más. -Y esperé, esperé, hermanos, que laptitsa enfermera trajese la jeringa, pero no apareció. Y en eso llegó elsubveco de chaqueta blanca, y dijo: Hermanos míos, todo eso no me gustaba absolutamente nada. –¿Cómo para qué? -dijo el muchacho-. Para cambiar ideas. Elúnico lugar donde la madre podía haberse ocultado era Buenos Aires, porque la ciudad era un espejo interminable donde las vidas se confundían y se repetían. Camargo tenía quince años cuando Radio del Pueblo contrató al padre para que hiciera los efectos sonoros de El León de Francia, que copiaba las aventuras del Zorro. Un domingo de invierno, luego de vender los pocos muebles que les quedaban, cruzaron en un tren que se llamaba El Tucumano los desiertos de Santiago del Estero y las salinas de Córdoba, y llegaron a Buenos Aires a medianoche. La radio mandó a la estación de Retiro un coche de plaza con la orden de que los paseara por las calles del centro antes de llevados a la pensión. Los edificios estaban iluminados y debajo de la tierra se oía el rugido de los trenes. La gente cruzaba las calles riendo y comiendo porciones de pizza, y algunas avenidas caían en pendientehacia las oscuridades del río. Era de noche pero la luz fluía de todas las ventanas con tanta intensidad que a Camargo le pareció que el sol saldría en cualquier momento. A eso de las ocho de la mañana, las radios anunciaron que el presidente se retiraba a meditar a un convento en medio de la pampa. Llevaba consigo el crucifijo milagroso y dejaba las terrenales contrariedades del gobierno en manos de su hermano menor, que era el mandamás del Senado. Los noticieros de televisión querían transmitir imágenes del limonero sagrado, pero la custodia de Olivos no permitió entrar a nadie. Hasta los periodistas más recelosos decían que, después de una experiencia sobrenatural, lo único sensato era lo que el presidente estaba hacienda: rezar y retirarse en soledad. –Me da igual. Lo invento y es peor. Te cortaron el pelo. Tuvieron que raparte porque te contagiaste piojos en una visita de beneficencia a un contingente de chicos pobres que venía de La Quiaca. Y las Malvinas eran un escondite. Un desván. Lámparas rotas, un fonógrafo a manija, baúles y untrabuco naranjero de tu abuelo. En las Malvinas te encontrabas con un chico pobre de La Quiaca y le regalabas pan con manteca. El budín te lo comías vos. –Me puso al mando -siguió Insiarte-. Por eso me dio el celular. Inyectar el fenobarbital en los cartones de jugo te toma veinte o veinticinco minutos: más de lo que has calculado. A través de la ventana descubrís al asistente de Sicardi, que va y viene desde un viejo restaurante inglés, ahora en decadencia, hasta una casa de numismática, donde la calle Corrientes cae en declive. A Momir lo has perdido de vista: ha de estar esperándote junto a la entrada de la casa de la mujer, desalentado ya, creyendo que nunca volverá a su aldea, cerca de Pranjani. Mitchum, escribía Reina, trató de ilustrar esa idea al exhibir, en una prodigiosa escena deLa noche del cazador, las falanges de sus manos tatuadas con las palabras Love y Hate, Amor y Odio, entrecruzándolas para explicar las batallas eternas entre el Bien y el Mal. Camargo sabía que el dato era falso: los gnósticos habían inspirado no a Mitchum -hombre de lecturas precarias-, sino a Charles Laughton, el director del film. De todos modos, la digresión era inoportuna y de ningún modo iba apublicarla. A Camargo le daba lo mismo que Jesús hubiera tenido un gemelo o una hermana melliza, o tres. Ya nadie podría cambiar la dirección en que se había movido la historia de la especie humana. Y además, en plena guerra con el presidente, no era momento para abrir otro frente de conflictoirritando a los obispos de la Iglesia, que llamarían blasfemia a lo que era sólo una cándida provocación. –Nada. Te nombro. «doctor Camargo», suspiró. «¿Cuánto le agradezco que haya venido! Haga lo posible para que no se ventilen en su diario las canalladas que destruyeron a Valenti. El pobre ya no puede defenderse.» A Camargo le molestaba que le hicieran insinuaciones sobre lo que debía o no debía decir, y de inmediato se sintió tenso. Contuvo la lengua, pero no pudo evitar que el tono de la respuesta le saliera helado, distante, desdeñoso: «¿Ventilar? Yo no hago eso. Si publico algo es porque lo puedo probar, señor. Y actúo igual con los muertos que con los vivos. Un juez dijo ayer que Valenti eraculpable por el contrabando de armas. ¿Cómo quiere que no lo publique?». «Un juez, un juez, ¿qué significa ya eso?», insistió el presidente. «A Valenti lo está juzgando Dios ahora.» La invitás a un bar al que fuiste otras veces, con amantes de paso, cuando te daba claustrofobia la imagen funeraria de Brenda esperándote en la cama de San Isidro. Hay en ese lugar tantas voces que tratan de encaramarse unas sobre otras, tantos yuppies pavoneándose con sus vasos de whisky que hasta alguien tan notorio como vos puede pasar inadvertido si encuentra libre uno de los cubículos que se abren frente al mostrador. Son espacios de sonido muerto, a los que el estrépito de afuera llega tan sólo como eso: un oleaje, un cotorreo indiscernible. –Qué comías -pregunté. Y de ahí no la sacaba nadie. Pero yo bien sabía que a quien ella quería más era a él. Después de él, eso si, la verdad sea dicha, por sobre sus centenares de hijos y nietos me quería a mí. Yo por mi parte la quería a ella más que a nadie, con un amor ilimitado. Si ella no me correspondía en lamisma medida, qué me importa, qué carajos, el amor es así: desbalanceado, desajustado, desequilibrado, cojo..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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