15 de enero de 2025
Comentario destacado
A good covering letter
Los ejemplos abundan, y algunos siguen aún vivos en la memoria de la gente, como el inolvidable crimen del escritor Euclides da Cunha, autor del clásico Os Sertbes, quien había servido como corresponsal del mismo diario, O Estado, para cubrir el levantamiento de Canudos que refiere en su libro. ¿Y para qué trajo entonces semejante chorro de hijos a este mundo sacándolos de la paz del otro, de la imperturbabilidad del notiempo, también llamado eternidad? ¿Para que giraran con el planeta estúpido trescientos sesenta y cinco días al año durante años y años hasta que, gastada a másno poder la máquina, cansada, harta, volvieran humildemente al punto de partida, comidos por los gusanos o las llamas? Los hubiera dejado donde estaban. Lo que sobra sobra. Hacías trabajosamente, con la mano izquierda, dibujos en una servilleta de papel. Unas flores, Malvinas, leí al revés. Vívida perdura en mi memoria venerable, en una silla de ese balcón frente a ese radio, oyendo las raterías del Congreso. Sentí que me estabas mirando; pero no ahora: no mirándome en ese momento o desde hacía unos segundos, no Graciela Oribe en esta calle de Córdoba, que fue algo así como mi Piedra de Rosetta de la ciudad y desde donde se veía frente a la Universidad Mayor una placita que se llamaba Obispo Trejo y muchos años después, durante una semana, se llamó Camilo Torres, y hoy podría llamarse la Ruina de los Sueños; no vos desde tus ojos, sino un genero, una raza, una especie entera, dejándome hablar como a un chiflado inofensivo y mirándome desde hacía varios milenios. La mirada antiquísima y sosegada, los ojos inmemoriales de la Bona Dea. Momento en que me oí decir que tenía sacado el pasaje a Buenos Aires y que me iba al día siguiente. ¿Creta en verdad Camargo lo que estaba diciendo? Reina volvió a desconcertarse. No sabía si consolarlo, si tomarle las manos, decirle: «Váyase, doctor, vaya. Haga lo que tiene que hacer», o echarle en cara la falta de sentimientos, la negación idiota de la realidad. Una hija, pensó. Quién sabe en cuántas novelas había leído que nada es tan desgarrador como la muerte de un hijo. Y Camargo le hablaba de la situación política. A lo mejor se daba cuenta y no quería sufrir, pobrecito. A lo mejor prefería irse de sí mismo antes que sufrir. –¿Qué se podía hacer? Desaparecías. Faltaste más de tres días sin avisar. No te encontrábamos por ninguna parte. Descendiendo en círculos cada vez más cerrados, en tirabuzón, concéntricos, van bajando los zopilotes del cielo, del techo azul de Dios sobre Playa del Carmen, la de moda. ¿A quién vieron que se va a morir? A mi amigo R.M., cuyo nombre callo por esta discreción que nos caracteriza a los muertos en hablando de otros muertos, muy distinguidoél, caballero del Santo Sepulcro y diplomático ante la Santa Sede y quien, convertido de un mes al otro en un cadáver ambulante por la enfermedad innombrable, volvió de Roma a México a morir, mas no sin antes irse a disfrutar una temporadita de la vida en la susodicha playa donde lo detectarondesde arriba los zopilotes, esto es, los buitres mexicanos, sus correligionarios del PRIgobierno, que empezaron a bajar en los círculos que dije, concéntricos, y una vez abajo a seguirlo, a saborearse de antemano el banquete que les esperaba, dando saltitos de contento en la arena de la playa y en las rocas. Los zopilotes son así, saben quien va a morir. Como los curas y los médicos, huelen en los vivos a los muertos. Cuando los zopilotes más atrevidos se le acercaban demasiado a R.M. y le revoloteaban por la cara, mi pobre amigo se los espantaba con un sombrero de jipijapa. –¿Ganados? -dijo Rick-. ¿Ganados? No tienen por qué ganarse, como bien sabes, viejodrugo. Tomarlos, basta con tomarlos. -Ysmecó realmentegronco y vi que tenía uno o dossubos menos estropeados. –Sí -dije yo-. Pero explicame lo otro, lo de cómo te casaste con Camilo. Porque apolíneo no es. Y así y todo es mucho más lindo que talentoso. Él murmuró: –Nada. Una especie de puntada en la nuca. –¿Y por qué lo mataron, m'hijo? –Me enamoré de un piojo que venía de La Quiaca. Tú lo dices, como respondería nuestro mansito. Tú lo dices, jodido Caifas, no yo. De lo contrario, podría suponerse que te prometo algo tan enorme como la genialidad: serafín que, para un ateo tercermundista, equivale, sin violar los principios, a la inmortalidad del alma. Es la inmortalidad del alma. Concilia la teoría del trabajo en la transformación de mono en hombre con las solemnes bóvedas del Wilfrid Barón de los Santos Ángeles con sus arcadas que parecían titánicas y ahora retroceden y se borran, y amenazan borrar para siempre al pequeño elegido que lloraba durante la Consagración, ciego ante el resplandor del intacto cuerpo contenido en la hostia, porque el resplandor emanaba del Santísimo, no del oro del Sagrario. Pero si la encrucijada por fin es ésta, Esteban crece y se totaliza de apuro, recupera el alma, llega certero como una flecha desde el pasado y se clava en el porvenir. Se derrama en el tiempo, contemporáneo del Aconcagua, se mide en edades formidables que avergonzarían a los grandes baobabs. Y entonces nunca más el Gusano Conquistador. Ni la carroña patas arriba reventando inmundicias en la zanja. Y puede asomarse al balcón sin miedo a desmoronarse, dormir desnudo bajo las estrellas, pasar con tranquilidad bajo los andamios, exponerse a las corrientes de aire, mirarse fijamente en el agua y sentirse menos frágil, dueño del Tiempo, no tan propenso a dejar esto sin terminar por casual derrumbamiento del cielo raso o cáncer en la próstata, esto, este viaje en ómnibus hacia el Cerro de las Rosas, o este borrador de un sueño comenzado en el hotel donde hace años se matará Santiago. O esta lluvia por suceder en el parque de Verónica. O esta anotación en un cuaderno apoyado sobre las rodillas, frente a una lámina de Molina Campos, muy lejos para siempre de la ciudad muerta, en un cuartito azul que da a una especie de templo birmano custodiado por dos leones, ahora o ayer o mañana, qué importa cuándo si el tiempo, el tiempo trágico y verdadero y transitorio de la gente no existe en este ómnibus o cuarto de hotel o manicomio o cruce de caminos donde un hombre clama por ser como Dios y abre los brazos en la soledad y se hace clavar de pies y manos a lo largo y ancho y alto del tiempo crucificado en el Tiempo, ajeno para siempre al derrumbe del cielo raso del mundo, a la inflamación de los intestinos, a la caída de la tortuga o a los descarrilamientos. Porque si la alternativa es ésta, Esteban, como la hostia, permanece incólume en cada una de sus partes. O sea que sí, huerfanito, que la alternativaesésta. Pero que nadie te ha prometido nada. –¿Cómo? -Ahora me interesaba que pe hubiese soñado conmigo. Tenía la impresión de que yo también había soñado, pero no podía recordar bien qué.- ¿Sí? -dije, dejando de masticar mi pastel pegajoso. Esa noche en elKorovahabía un buen número devecos yptitsas ydébochcas ymálchicos quesmecaban ypiteaban y que interrumpían lasgoboraciones y la cháchara de los en-órbita barbotando cosas como «Gargariza los falatucos y el gusano se disemina en pequeñas bolas masacradas» y toda esacala, uno podíaslusar una canción pop en el estéreo, Ned Achimota cantandoEse día, sí, ese día.En la barra había tresdébochcas vestidas a laúltima modanadsat, esto es, pelo largo despeinado teñido de blanco ygrudos postizos que sobresalían lo menos un metro y faldas muy cortas y ajustadas y ropa interior blanca y espumosa, y Toro repetía sin cesar: -Eh, podríamos meternos ahí, tres de nosotros. Al viejo Len no le interesa. Dejemos al viejo Len a solas con su Dios. -Y Len repetía sin cesar:-Yarboclos yarboclos.¿Qué ha sido del espíritu del todos para uno y uno para todos, eh, chico? -De pronto me sentí muy muy cansado y al mismo tiempo con una energía hormigueante, y dije:.

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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