15 de enero de 2025
Comentario destacado
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–No. Me preguntaba si se sabe por qué discutieron López y tu abuelo. –lt's Dick -me informó Evelyn, con la simplicidad de quien comenta que hace calor. –Acá traemos todos los datos, doctor -dijo Sicardi-. Teléfono, dirección, nombre y oficio de los padres, edad, estudios cursados, lista de los trabajos anteriores. En este último punto no hay gran cosa. Sólo seis meses como pasante en una biblioteca de Adrogué y otros seis como investigadora en la sección Bienes Raíces deCrónica Mercantil. En los dos casos renunció para seguir estudiando. –¿Nunca se te ha antojado casarte, m'hijo? -me preguntaba. –Soy vulgar -exclamé. Una diversión salvaje y contradictoria, la misma cosa destructiva que sentí en la escalera, una especie de alegría feroz me arrasaba la cabeza. -Pero sí, si eso es justamente lo que me pasa. Soy vulgar. Me crié en un pueblo donde la gente, cuando se indigna, vomita horrendas injurias, se revuelca en el pasto, se desnuda gritando y se tira de cabeza al río. ¿O te parece que tengo algo en común con esos maricones de ahí adentro y esas viejas virreinales? -Levanté la voz. -Viejas menopáusicas. Que salen de sus tumbas a excitarse con la palabra cultura. Viejas chotas. Soy vulgar. Córdoba es demasiado para mí. Demasiado católica e hispánica, demasiado intensa. Y demasiado ambigua. Y hasta demasiado hermosa. No sólo soy vulgar: también soy loco. Las universidades de más de trescientos años, y lo demasiado hermoso, me afectan la cabeza. Lerdo se acercó a ladébochca, que seguía haciendo crich crich crich, y le sujetó lasrucas a la espalda, mientras yo le desgarraba esto y aquello, y los otros largaban los ja ja ja, y vimos que tenía unos buenosgrodosjoroschós, que exhibían unosglasos sonrosados, oh hermanos míos, entre tanto yo me sacaba los pantalones y me preparaba para la zambullida. Mientras me zambullia pudeslusar los gritos de sufrimiento, y alveco escritor lleno de sangre que Georgie y Pete sostenían y que casi se soltaba, aulIando comobesuño las palabras más sucias que yo conocía y algunas que él estaba inventando. Después de mí era justo que le tocase el turno al viejo Lerdo, y lo hizo resoplando y jadeando como una bestia, sin que se le moviera un centímetro la máscara de Pebe ShelIey, mientras yo sujetaba a lafilosa. Después hicimos cambio de parejas, el Lerdo y yo aferramos al baboseanteveco escritor, que ya no luchaba casi, y apenas musitaba algúnslovo aquí y allá, como si estuviese muy lejos, en el bar donde sirven la leche-plus, y Pete y Georgie tuvieron lo suyo. Luego, todo se serenó, y nosotros estábamos llenos de algo parecido al odio, de modo quecracamos lo que todavía quedaba sano -la máquina de escribir, la lámpara, las sillas- y el Lerdo, como era ya típico en él, apagó el fuego orinando y se disponía a cagar sobre la alfombra, pues por allí abundaba el papel, pero yo dije no. -Fuera fuera fuera -aullé. Elveco escritor y suchina no estaban realmente en sus cabales, lastimados, ensangrentados, y haciendo ruidos. Pero vivirían. Cruzamos el parque y al pasar junto a la estatua se alzó un revuelo de palomas que me avivó el recuerdo. Y recordé la tarde en que volví a esta iglesia a rogar por mí y a llorar por él, por mi niño, Alexis, el único. –De acuerdo, de acuerdo. Tal vez estamos todos un poco cansados. Mejor no hablemos más. -Me sorprendió y un poco me pusopuglioslusar al Lerdo,goborando de ese modo, tan sensato. El Lerdo dijo:- Lo mejor es irse a dormir, de modo que andando para casa.¿De acuerdo? -Me sorprendió mucho. Los otros dos asintieron, diciendo de acuerdo de acuerdo de acuerdo. Yo agregué: Su inteligencia no ha perdido los reflejos geniales del pasado, pero la realidad ya no le interesa: sabe que las noticias de un día serán barridas por las noticias del siguiente, y que casi ninguna se detendrá en la memoria, porque también las tragedias del mundo están condenadas a morir tarde o temprano, como los seres vivos. Ahora prefiere pasar el tiempo en la sala de videos, junto a la galería de geranios, repasando en DVD las películas de Hitchcock, Fellini, Visconti y Buñuel que nunca había podido volver a ver. Una tarde juntó fuerzas y puso en el aparato La noche del cazador, de Charles Laughton, pero aunque desde el comienzo le siguió pareciendo una obra maestra, detuvo la proyección en la escena del sermón de Robert Mitchum sobre el Amor y el Odio, y arrojó el pequeño disco a la basura. A veces prefiere leer: no pasa por alto una sola novela de la joven literatura inglesa, en especial las de Ishiguro y McEwan, y se ha aficionado a los ensayos de un filósofo francés, Gilles Deleuze, suicida y desdichado como Louis Althusser, por cuya historia criminal siente tanta fascinación. A ratos perdidos, corrige las crónicas que piensa agregar a su libro ya clásico, El abandono. EL DIABLO Voy a cumplir, Momir, decís. Voy a dedicarme por entero a eso. A las siete de la mañana enviaré una persona de confianza para que les tome fotos acá mismo, en la calle. Traten de asearse, péinense. Traten de parecer normales. Después, a la noche, te entregaré, si puedo, los papeles de tu compañera. Te daré el dinero y el otro pasaporte más tarde, después de que hayas hecho lo que te pido. Momir se aleja una vez más para saber si la mujer está de acuerdo. Desde los escombros, ella asiente. Dios, cuánto conciliábulo. Los quince días siguientes transcurrieron en silencio, en un ir y venir compungido de hijos, de nueras, de yernos y de nietos. Unos llegaban, otros salían: Aníbal, Manuel y Gloría con sus familias; Darío que había venido de Bogotá; Marta que había venido de Cali; Carlos que había venido de las montañas dándole una tregua a su amor; y yo que había venido de este país donde vivo, el de la mente impenetrable y las intenciones abstrusas. Ah, pero se me olvidaba en este recuento apurado de la gran familia lo más importante, sus dos pilares sin los cuales se derrumbaría la casa: la Loca y su engendro del Gran Güevón que de día en día, mientras papi se moría, se iba apoderando de ella: de un cuarto, del otro, del otro, del piso, del techo, del piano, del televisor, profanando con sus pies enormes y su mente obtusa, patas de cabra, hasta la sagrada voluntad de los muertos. Con breve gesto de desdén y burla me indicó el jardín. –Me gusta esa idea pero no la entiendo. –No te pongas histérica. Yo voy abajo, no mires, si él sube le decís que te estás cambiando para ir a la universidad, qué suerte, le decís, trajiste el auto, querido. –Caramba -dijo Verónica. Echó la cabeza hacia adelante y le escupió la cara..

Lou Nicholes
Presentando Family Times: Lou Nicholes

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¿QUÉ SACÓ DE TU TIEMPO DE SILENCIO HOY?

Esta es una pregunta que Jack Wyrtzen me hizo en una conversación telefónica hace muchos años. Me gustaría hacerte la misma pregunta. Me quedé sin palabras porque no tenía un plan para leer la Palabra de Dios todos los días y compartirla. Como resultado, esta pregunta cambió el curso de mi vida al leer la Palabra de Dios y compartir mis pensamientos con mi familia y otras personas todos los días. Si deseas recibir estos pensamientos, solo haz clic en el botón a continuación y es gratis .

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Somos una familia misionera que ha ministrado con Word of Life Fellowship desde 1962. Esta es una organización internacional de jóvenes fundada por Jack Wyrtzen, con sede en Schroon Lake, Nueva York. Lou Nicholes creció en una pequeña granja en el sureste de Ohio.

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